domingo, 24 de noviembre de 2019

Sexo, drogas y rock and roll: Ni gracia ni glamour.



Por Simón García López.

No hace mucho, leí un comentario en redes de una persona que me hizo reflexionar. El comentario venía a colación por el espectáculo lamentable que hace unos días dio Abbath en un concierto en Argentina, dentro de la gira presentación de su último disco “Outsider”. En el vídeo del concierto que aparecía enlazado, se veía a un Abbath eufórico ...

... primero entre la audiencia que lo vitoreaba, dándose un baño de masas, subiéndose pesadamente al escenario, manteniéndose en pie a duras penas, incapaz de tocar una nota, tirando su guitarra al público, y reincidiendo una y otra vez en su intención de que el baño de masas no terminase nunca. He de reconocer que no me sorprendió mucho lo que vi. Venía siendo habitual ese tipo de comportamientos poco profesionales, que sin ir más lejos se pudieron ver en el Resurrection hace unos años. Aquel día en Viveiro el concierto se tuvo que parar tras apenas 3 canciones. Ese día en Argentina ni comenzó. La organización lamentaba a posteriori el comportamiento nada profesional de Abbath y aseguraba que devolvería el importe de las entradas a los asistentes.

Yo mismo sentí una gran indignación al ver el comportamiento de Abbath. En privado lo critiqué por no controlar sus impulsos con el alcohol o la droga que fuese que hubiese tomado, sabiendo que tenía que salir a un escenario a hacer su trabajo, por el que la gente paga y por el que el promotor de turno se juega su dinero. Lo critiqué en privado sin contemplaciones.

Al día siguiente vi una foto de Abbath con el maquillaje corrido, casi borrado, deformándole la cara, convirtiendo su rostro en una máscara grotesca y patética, sostenido por su público, llorando desconsoladamente.

Unos días más tarde, toda la gira quedaba cancelada.

El roquero/metalero es un ser de tópicos. Quizás esto sea en sí mismo un tópico, pero creo que se puede afirmar sin problemas algo como lo primero sin caer en el error absoluto. A lo largo de la historia, desde los comienzos del género, sitúese donde se sitúe, las referencias personales que el fan ha tenido de sus ídolos han estado impregnadas de alcohol y drogas. Vidas de desenfreno, llenas de fiestas interminables, excesos de todo tipo… Así se construyó uno de los tópicos más famosos, que engloba más de uno en realidad, y da forma al estilo de vida del rockero/metalero. De ahí viene la frase “sexo, drogas y rock and roll”, frase genial por cierto, repetida con orgullo hasta la muerte, que nos ha facilitado mucho la vida social y familiar a todos por motivos obvios, y que en muchos, muchos casos, llevaba a la muerte literal a sus defensores más acérrimos. A otros simplemente los destruía para casi siempre o los convertía en escombros andantes. La lista de fallecidos en el rock y el metal es larga. Barón Rojo ya dedicó a unos cuantos una canción hace 35 años. Anda que no ha muerto gente desde esa. Ídolos de todos, personas con problemas personales agravados por el consumo del alcohol y las drogas. La lista da para llenar tanto espacio como ocupa este artículo.

Este tipo de ideal, de tópico, de modus vivendi sigue siendo coreado a día de hoy. Ozzy es la máxima representación del modus vivendi en cuestión. Lo era Lemmy, pero falleció, no lo olvidemos, como consecuencia lógica de una vida llena de desenfreno y excesos. En su debe sin duda está el hecho de haber sido absolutamente consecuente con su forma de pensar. Consecuente con sus principios hasta la muerte y sin duda eso lo honra. Es la mayor referencia de todo rockero. Un ejemplo. Personalmente admiro su coherencia y entiendo que todo rockero quiera vivir como él, pero dudo mucho que todo rockero también quiera morir como él.

Como decía, Ozzy es el ejemplo. A todos nos ha hecho gracia alguna de sus salidas de tono (quién en su vida no le ha arrancado la cabeza, metafóricamente, aunque igual alguno literalmente, a algo y echado unas risas), de sus pedos estratosféricos, de sus entrevistas donde apenas es capaz de articular palabra. Él es un Maradona en metalero, o Maradona es un Ozzy en futbolista. Lo que queráis. Muñecos rotos, marionetas sin vida que generan aún a día de hoy más dinero del que ninguno de nosotros generaríamos si viviésemos cinco vidas seguidas. Ozzy ha sacado adelanto incluso de su nuevo disco hace unos días. La máquina no para. No puede parar. No está permitido.

Al ídolo, el fan le perdona todo. Sus pedos también, por supuesto. Y los ríe y los imita, por supuesto. El fan quiere ser eso y así. Y eso crea una rueda imparable, porque el ídolo no puede decepcionar al fan. El músico creo al ídolo, sin ser consciente tan siquiera, a su imagen y semejanza en un momento donde él quería ser así, hacer eso; el fan se convirtió en adorador del ídolo y siguió sus pasos como buen feligrés sin poner en duda absolutamente nada en ningún momento; interiorizó los mandamientos y obligó de alguna forma al músico a seguir siendo ídolo cuando éste ya no quería y cuando, para su desgracia, ya no estaba bajo su control.

La imitación del ídolo, del tópico, llevaba en muchos casos a los fans a reírse o burlarse de aquellos fans que no querían beber, fumar, drogarse incluso. Todos hemos tenido algún amigo, o varios, que han rechazado siempre el alcohol, el marica de turno, y sí, en ciertos momentos han sido incluso motivo de mofa e incomprensión. El fan presionando socialmente a otro fan a beber, fumar, drogarse. Eso era lo guay. Y lo es.

Hetfield, que ha pasado unas cuantas veces por clínicas de desintoxicación decía, perdonadme las licencias porque lo digo de memoria, que al principio beber era algo normal, lógico, formaba parte del show y los shows se repetían todos los días o casi todos a lo largo de un año. Eso significaba una borrachera diaria. Significaba a la larga convertirse en alcohólico, con todo lo que eso conlleva y significa para siempre.

El comentario que motiva todo esto venía a decir que la gente del metal, el fan, criticaba a Abbath por su comportamiento, pero en el fondo fomentaba ese comportamiento porque ser una estrella del rock lleva implícito ciertas conductas no recomendables y si no bebes siendo un ídolo, si llevas una vida sana, eres menos ídolo, un bicho raro incluso. Dejaba a las claras la contradicción que existe dentro de nuestro mundo en ese sentido. Criticamos al músico borracho cuando pagamos para verlo tocar, pero igualmente nos cuesta entender y a veces respetar que no siga a rajatabla los cánones de la forma de vida metalera, del sexo, drogas y rock and roll. Quizás la clave está en que cuando pagamos exigimos profesionalidad pero cuando no, exigimos vida licenciosa y crapulenta. Todos eran muy fans de Abbath en la pista y hacía mucha gracia, pero muchos seguramente lo criticaron cuando en el escenario no pudo dar ni una nota sin ser conscientes de que era la misma persona en el mismo estado en la pista que en el escenario. Abbath, de héroe a villano en segundos, cuando realmente era una víctima.

Quiero dejar claro que cada uno con su vida puede hacer lo que le dé la real gana, sin molestar a los demás y si lo hace con cierto control, mejor para él y para quienes lo rodean. Yo no soy ejemplo de nada ni quiero serlo y este artículo no pretende demonizar a nadie. No pretende ser puritano tampoco. Sí quizás advertir que existe un peligro real cuando se juega con las drogas y el alcohol, y nadie está exento de sufrirlo, que frivolizar está bien hasta cierto punto, que la vida de los ídolos no es tan idílica como creemos en ningún sentido y que el fan sin ser el culpable directo ni mucho menos de las acciones y decisiones de sus ídolos, en ocasiones fomenta y aplaude ciertas conductas que son intolerables, castigando a quien no las sigue directa o indirectamente. Hubiese terminado antes escribiendo ese párrafo final, pero como el Rock and Roll, el glamour y el decorado es una parte esencial de la actuación.

Rock and roll amig@s.




© Diario de un Metalhead 2019.


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