sábado, 30 de noviembre de 2019

Que se reúnan, pero que no te tomen el pelo.


           


Por Simón García López.

Es la época. Hay que avisar con tiempo que vuelves para poder conjugar gira con grandes festivales, tocar 3 meses, embolsarte unos cuantos miles o millones de dólares y volver al letargo. Las tácticas para volver a subirse a un escenario son infinitas.


Hemos visto giras despedida que nunca terminan como la de Scorpions; reuniones de varias fechas únicas que después igualmente se extienden infinitamente en el tiempo; regresos frustrados que balcanizan el grupo primigenio saliendo del aborto dos o varios grupos que tocan más o menos lo mismo pero poniendo al final A.D., inc. o qué se yo qué más inventos; miembros en solitario que se apropian de la imagen del grupo original, aunque ese grupo aún exista y sacan rédito de su pasado al verse incapaces de producir nada nuevo con un mínimo de calidad. Hemos visto también grupos que por documentales o películas, de la noche a la mañana encabezan festivales para caer en el olvido posteriormente como Anvil, porque simplemente el documental sobre ellos era infinitamente mejor trabajo artístico que su música, nos tocó el corazoncito a todos y se convirtieron en fenómeno cuando la realidad los había colocado donde siempre habían merecido estar, que era en un segundo o tercer plano musical. Incluso se intentó lo del holograma, con poco éxito si no me equivoco, aberración tanto ética como artística porque la calidez de una persona sobre el escenario, y más de alguien como Dio es imposible reproducirla a través de la fría imagen que transmite un holograma. Además el holograma no coincidía a veces con la voz de Dio y sus movimientos por momentos eran abruptos. Un desastre. Por si esto fuera poco, Gene Simmons dijo en alguna ocasión que Kiss no tenía porqué parar nunca. Podría seguir incluso después de muerta la formación original al completo. Por esa regla de tres, si yo mañana mismo reúno a tres personas y me pinto como ellos estaría capacitado para sacar adelante el espectáculo. Lo único que cambiaría sería que no tendría los derechos legales de explotación de la marca. Alguien con un ego tan grande transmitiendo que él mismo es prescindible. Asombroso.

Todos nos hemos emocionado con las reuniones de ciertos grupos y hemos pagado la entrada por los conciertos o festivales donde iban a tocar. Todos seguramente hemos sentido la emoción del día previo, de la salida al escenario, del primer tema después de tanto tiempo, y con el fin del momento nos habremos enfrentado a la alegría,  la tristeza o el enfado post concierto. Todos hemos visto regresos espectaculares, dignos, indignos e indignantes. Pero quiero centrar este artículo en la dignidad del espectador, del fan, en lo que se merece y debe exigir, en lo que se le debería dar y cómo debería actuar ante ciertos “regresos”.

La pregunta necesaria e inevitable es la siguiente. ¿Dónde está el límite? ¿Cuándo hay que decir ya está bien, dejad de tomarnos el pelo? ¿En qué punto, en qué momento se desvirtúa el espectáculo y la esencia del mismo?

Es difícil pero voy a intentar responder a esa pregunta ya mismo, tirando de sentido común.
En primer lugar, si muere el artista se desvirtúa el espectáculo. Parece un límite obvio, pero para algunos no lo es. Los creadores del invento Dio holograma o el mismo Gene Simmons no parecen verlo de la misma manera.

En segundo lugar, cuando el grupo en cuestión no está para tocar. Parece otra obviedad, pero tampoco lo es para algunos. Esto además encierra una trampa, porque para saberlo hay que pagar la entrada y verlo. Cuando Axl Rose y “sus” Guns volvieron por ejemplo al escenario, de primeras no estaba para nada, pero hubo que pagar, como digo, para saberlo.

En tercer lugar, cuando nos engañan. Scorpions, por ejemplo, engañó a sus fans. Su gira despedida no termina nunca. Yo los he visto dos veces desde que lo anunciaron en distintos años, y ahí siguen. Hay gente que está esperando el desliz de Slayer y quizás el de Black Sabbath, pero por ahora tienen que esperar, aunque yo de los primeros lo veo cerca, sinceramente.

Los dos últimos sonados regresos han sido los de Rage against the machine y Mötley Crüe. Los primeros cargándose Prophets of rage y obligando a poner en circulación a un Zack de la Rocha que lleva por lo menos 15 años fuera del negocio. Los segundos, película antecediendo lo inevitable, rompiendo un acuerdo firmado ante notario, donde aseguraban que su separación era absolutamente definitiva y nunca, nunca más, volverían a juntarse . Ni con papeles legales de por medio se impide la reunión de un grupo. El dinero lo puede todo. En el metal también, por si algún iluso quedaba aún en la sala.

Dinero. Como decía Homer Simpson del alcohol, causa y solución de todos los problemas. De casi todos.

No hay romanticismo en estas reuniones. Sólo hay intereses económicos por todas las partes, excepto por la del fan. Bueno, el fan reza porque las entradas no sean muy caras. Ese es su mayor interés económico, pero no duda en pagar religiosamente, porque es una vez en la vida y algo especial a lo que no se puede renunciar. El fan, destinatario de la reunión, es quien sacia la sed de todas las demás fichas en el tablero. En él sólo hay emoción y una enorme nostalgia del pasado, motor económico actual por excelencia. La enorme necesidad de volver a sentirse joven por un momento. El éxito está asegurado.

La suma de factores es simple: reunión+nostalgia=dinero.

He de reconocer que mi posición respecto a estas reuniones es en general negativa. Por encima de la ilusión que me puedan generar unas u otras, intento analizar de manera fría si realmente aportan algo y cuando saco conclusiones, la balanza casi siempre se inclina hacia el no.


Para que se entienda mejor el porqué de mi escepticismo, enumeraré una serie de puntos por los que creo que, en general, las reuniones no son positivas para la escena:

·       Las reuniones sólo contentan el fan en un sentido: su ansia de volver al pasado; pero estos fans verán en directo la imagen devaluada en todos los sentidos de un grupo que ya hace mucho ha dado lo mejor de sí.

·       Las reuniones suelen quitar protagonismo a los grupos en activo. Personas que hace 20 o 30 años vivieron su momento de gloria, se juntan en la actualidad y quitan el sitio a bandas que durante esos 30 o 20 o 10 últimos años han estado trabajando sin descanso para llegar a donde esta gente llega en un instante. Eso perjudica la escena e impide el cambio generacional del que tanto se habla y que tantos piden a gritos, incluso alguno defendiendo que si no se produce es porque las bandas en la actualidad no tienen la calidad suficiente.

·      Además de eso, los grandes promotores y festivales gastan en los regresos una gran cantidad de dinero que impide contratar e invertir en bandas actuales que se rompen el cuello y vacían sus carteras por hacerse un hueco.

·       Además de eso, el fan gasta en estos regresos una gran cantidad de dinero que le impide ir a conciertos de bandas actuales, incluso de cierto nombre, o de las que intentan hacerse un hueco en el panorama, que se rompen, insisto, el cuello y vacían sus carteras por hacerse un hueco.

·     Además, la prensa musical, consciente igualmente del tirón de todo esto, invierte tiempo y espacio en hablar, entrevistar o noticiar todo lo que tenga que ver con el regreso de estas grandes bandas. Si se habla de ellas no se habla del futuro, de nuevas bandas o de directos o trabajos reseñables de bandas que podrían llegar a ser sucesoras o que ya lo eran.

·        En general, las reuniones no tienen nada que ofrecer excepto directos de mucha menor calidad que los de su época gloriosa. Quizás impresione la escenografía, se juega con eso para salvar ciertos espectáculos musicales que no tendrían pase, pero creativamente estos músicos suelen estar agotados y muchos de ellos incluso regresan a los escenarios después de haber estado años alejados totalmente de la música. Este agotamiento creativo o esta separación de la creación musical y artística, hace de los regresos un producto artístico incapaz de aportar absolutamente nada a la escena. La vuelta de RATM es un bombazo, pero uno de los grupos indudablemente más creativos y revolucionarios de la historia, tras probar suerte sin Zack con Audioslave y Prophets of rage, bandas donde lo único que hicieron fue repetir fórmulas inventadas en RATM con las peculiaridades de Chris Cornell y Cypress hill, que nadie crea o mucho me equivoco, que vuelven para poner patas arriba de nuevo la historia de la música. Vienen para tocar sus clásicos y hacer caja. La verdad es así de dura.

Lo único positivo, insisto, es que el fan de más años, puede saciar sus ansias de nostalgia y el más joven, fan o no, pueda decir que vio a tal o cual grupo.

No se discute la libertad de cada uno de hacer con su dinero lo que le venga en gana. Lo que sí se quiere es poner negro sobre blanco las consecuencias del apoyo a todo esto y los límites de lo que debemos o no soportar y por ende, apoyar. Y no debemos olvidar lo fundamental: nuestro criterio como receptores y consumidores es el que forjará el futuro. Ojalá elijamos bien y sobre todo, no dejemos que nos engañen y nos tomen el pelo ni un segundo más, porque con ciertas reuniones llevan años haciéndolo y no lo deberíamos permitir. Deberíamos anteponer la dignidad que tenemos como fans a nuestros sentimientos e impulsos. Igual que no pagamos a un fontanero por hacer mal su trabajo, no deberíamos dudar ni un solo segundo en no financiar los regresos de bandas que nos engañan o no están ni para tocar una flauta. De los muertos ya ni hablo. En nuestras manos está.

© Diario de un Metalhead 2019.

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