viernes, 29 de mayo de 2020

IRON MAIDEN: "Brave New World" cumple 20 años.


Por Larry Runner.

Tras más de un año de gira con su “Ed Hunter Tour”, llenando allá por donde pasaban y volviendo locas a las audiencias tirando de grandes éxitos, IRON MAIDEN con Bruce Dickinson y Adrian Smith ya en sus filas publicaban un nuevo disco de estudio, el que hacía el número 12.

Fue el 29 de mayo de 2000 cuando EMI ponía a la venta “Brave New World”, un disco con diez nuevas canciones y cuyo single “The Wickerman” lo rompió como la banda no lo lograba desde el lejano “The Trooper” de 1983. 

Todos esperábamos con gran expectación la nueva obra del ahora sexteto. “X - Factor” (1995), el primero con Blaze Bayley a la voz fue la desilusión para muchos y “Virtual XI” (1998) no había logrado ir mucho más allá. El grupo estaba por entonces en horas bajas a pesar de haber logrado sacar algunos buenos pildorazos como “Man On The Edge” con aquel inolvidable video grabado en la fortaleza de Masadá o “Futureal”, fueron muchos los que dejaron de pertenecer a la legión de fans de los de Harris.

El retorno de Dickinson y Smith a la banda era esperanzador. Ambos llevaban ya unos años colaborando juntos con Adrian como guitarrista de la banda de Bruce Dickinson. Fruto de la unión de los dos desertores habíamos disfrutado a lo grande de “Accident of Birth” (1997) y “The Chemical Wedding” (1998), dos muy buenos discos con el primero sonando muy a Iron Maiden en algunos momentos teniendo incluso a Derek Riggs como portadista. A poco que se pusieran un poco las pilas aquello tenía que estar bien a la fuerza.


Y así fue. “Brave New World” solo decepcionó a los rencorosos. Tras 20 años observamos que fue el último álbum de la banda que sonó a lo que algunos llaman “el sonido de siempre”, como si los anteriores hubiesen sonado igual. Mucho sordo es lo que hay. 

Atrás quedaba la era Bayley para que los más haters cerraran su bocaza. “Brave New World” era una obra maestra, a la altura de sus mejores discos y en cada surco del vinilo, en cada pista del cd, sonaba glorioso.

Sorprendentemente las críticas mordaces les atacaron por “Dream of Mirror” o “Nomad”, canciones largas y llenas de epicidad, como si fuese algo nuevo. Anda que no había ejemplos en el pasado de temas largos cargados de épica. “Sign of the Cross”, más de once minutos; “Rime of the Ancient Mariner”, más de trece, “Seventh Son of a Seventh Son”, casi diez ...

"Brave New World" sonaba grande, las cabalgadas eran majestuosas, imponentes, gloriosas. Bruce había regresado cargado de una energía que parecía renovada, mucho mejor que en "No Prayer for the Dying", infinitamente mejor que en "Fear of the Dark". 


El caso era soltar mierda. No podía ser que una banda a los que los más modernos daban por muerta, de repente volviera a estar en el candelero, llenara estadios y pasara a estar en el Top-5 a nivel mundial de nuevo, tocando además auténtico Heavy Metal. 

El comienzo del siglo fue un portazo a todas las historias de fusiones extrañas de los 90 que acabaron en su inmensa mayoría en el cajón de las ofertas porque de repente la gente del metal empezó a cansarse de los rapeados y las moderneces de músicos que lucían más por su imagen que por su música, con algunos incapaces de marcarse un solo. Adios a los pantalones cagaos, chandals tres tallas más grandes y pintas de ex-convictos o de drogatas tristones.


Adios a todos aquellos que renegaban del Heavy pero tenían en su casa discos de los de Harris. Porque hasta entonces cualquiera que hubiese tocado en una banda de metal,  nu-metal, hardcore, etc, mentiría si dijera que no tenía en su casa un disco de Iron Maiden. Desde Marilyn Manson a Dimebag Darrell. Desde los Living Colour hasta los Deftones.

El Heavy Metal estaba de vuelta y la old school sacaba pecho. “Brave New World” fue el regreso de uno de los artistas más influyentes del género. La bandera del Heavy volvía a ondear orgullosa y en lo más alto y nadie ha vuelto a pisarla desde hace dos décadas. 

Canciones como los singles “The Wickerman” o “Out of the Silent Planet” nos volvían locos y otras como “Ghost of the Navigator” o “The Fallen Angel” no se quedaban atrás. "Blood Brothers" merece un apartado especial. El tema fue escrito por Steve Harris, dedicándoselo a su padre y probablemente sea de las canciones más emotivas y especiales del grupo en toda su historia. El cierre con "The Thin Line Between Love And Hate" con Dickinson pletórico y con Nicko McBrain al final maldiciendo por haberse perdido, es pura magia.


Adiós a los saltos canguriles. El Headbanging y los cuernos de papá Dio estaban de vuelta gracias a las huestes de Harris y por supuesto a la fantástica producción de un Kevin Shirley que supo captar toda la energía del directo de una banda que había vuelto con las ganas de 20 años atrás. 

“Brave New World” fue el auténtico regreso a los golden days del Heavy Metal. Iron Maiden estaba de vuelta y para quedarse. Veinte años más llevan ahí. Y que dure. Algunos de los músicos que hoy les critican les imitan al tocar sin saber que lo están haciendo. 

Up The Irons!








© Diario de un Metalhead 2020.

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