jueves, 2 de septiembre de 2021

Mereció la pena. RESURRECTION FEST LITE EDITION 2021. Crónica.


Cuando decidimos hacer una crónica de la edición de este año del "Resu" Lite, nos propusimos transmitir lo que fue vivir la experiencia de un festival con estas características pandémicas, más allá de entrar en la típica crónica sobre las actuaciones de las bandas, como sería lo normal en un festival como el Resurrection Fest.

Nuestro amigo Rochu vuelve a colaborar con Diario de un Metalhead cumpliendo con las directrices que le habíamos indicado y cumple con creces. Os lo cuenta tal y como lo habíamos pensado que debía comentarse una edición tan especial y esperemos que única del RESURRECTION FEST. Os dejamos con su fantástico relato no sin antes darle las gracias al narrador por su aportación.

Texto: Alejandro "Rochu" García.
Fotos: Resurrection Fest.

Llegamos a Viveiro ya el miércoles de noche, para poder empezar con ganas el Jueves desde bien pronto, y palpar el buen ambiente que siempre rodea al precioso y acogedor pueblo de la mariña Lucense. La primera impresión fue un poco triste, poca presencia por las calles de las típicas hordas que abarrotan el pueblo en  estos días, que suelen estar señalados en rojo en nuestros calendarios. En parte era algo esperado, solo había capacidad para 2.500 personas, y no había SOLD OUT, con lo que era normal no ver mucho movimiento relativo al público del festival.

Nos desplazamos al festival con una mezcla de ilusión por volver a pisar el césped del campo de Celeiro, y una sensación de curiosidad sobre lo que nos encontraríamos una vez llegáramos. Al llegar pronto vimos mucho sitio libre y la sensación fue un poco descorazonadora, si bien el aspecto del recinto, y la organización de accesos, cumplió con las expectativas como siempre. Nos encontramos un escenario y un sonido con el suficiente poderío para lo que se necesitaba en un evento de ese tamaño, aunque echamos de menos unas pantallas en los laterales. Hay que tener en cuenta que había mesas que estaban muy lejos del escenario, y seguro que hubiera sido un buen detalle para que pudieran disfrutar más de la experiencia.

A otro nivel, también se echó en falta alguna opción más de comida, pues al final solo se situaron unos puestos de perritos, pero aun así, al poder meter comida de fuera, no supuso un gran problema. No hubo aglomeraciones con el abastecimiento de bebida, ya fuera yendo a la barra, o usando la aplicación para servir en mesa, y la afluencia de público fue aproximadamente de la mitad del aforo, lo cual convirtió en cómodo cualquier movimiento por el festival, ya fuera para ir a los servicios, pedir, o acudir a la zona de esparcimiento, preparada para estirar las piernas o fumar. Era una sensación de estar como en casa, mientras están tocando en tu salón “grupitos” de la talla de Angelus Apatrida, Kreator, Jinjer, Destruction…casi nada. 


Si tengo que hablar de los shows, me quedo con algunos detalles. Por una parte hay que comentar que a lo largo del festival hubo bastantes problemas técnicos, pero entiendo que no es fácil hacer cambios de grupos en tan poco tiempo cuando hay bandas tan grandes sobre el escenario. Había mucho que hacer en poco tiempo y supongo que eso pasó factura en los inicios de cada concierto. Aun así, creo que la nota general de los conciertos fue muy alta, destacando las sólidas actuaciones de Angelus apátrida, Crisix, Kreator, Jinjer, The Ocean, Destruction o While She Sleeps, que supieron adaptarse y luchar contra el problema de tocar sin su guitarra solista, el cual tuvo que irse el mismo día por un problema familiar grave. 

También quiero resaltar lo importante que es transmitir energía desde el escenario en una situación como la actual. El ejemplo claro lo vi el jueves en Angelus y Kreator. Ambos bolos fueron musicalmente sublimes, si cabe el de Kreator estuvo un poco por encima en cuanto al sonido, pero en una situación así, Angelus arrasaron mucho más, conectan con el público, disfrutan, son una familia, y eso se nota. Kreator no dejan de ser unas máquinas súper engrasadas pero muy frías, y a mí eso, estando sentado, me pasó factura a la hora de disfrutarlos. Igual es una sensación mía, pero así lo viví.

Creo que la respuesta de la gente fue a más según avanzaba el día, tanto jueves, como viernes y sábado, no tanto por la calidad de las bandas, sino más bien por la adaptación al entorno, por empezar a quitarse los grilletes de la situación extraña que estábamos viviendo, y por qué no decirlo, por la ingesta de alcohol, que siempre ayuda en estos casos en los que nos encontramos tan encorsetados. 

Al final somos animales adaptativos, y si vamos con ganas de pasarlo bien, acabamos haciéndolo aunque haya que luchar contra los elementos. Se vieron pogos sentados sobre sillas, y algunos con bancos, improvisados juegos de la silla alrededor de la mesa… vamos, que la gente tenía ganas de pasarlo bien y lo hizo como mejor pudo. Se vieron muchas mascarillas, pero también había mesas donde no se veían, y me parece normal. No veo sentido a que una mesa donde la gente es de contacto estrecho, se mantenga una normativa que carece de sentido al aire libre, aún más cuando parece que solo hay que cumplir esta norma en un festival con un espacio más que suficiente entre mesas, mientras que en las terrazas de los bares esta norma brilla por su ausencia. La seguridad estuvo atenta todo el rato para corregir las actitudes que pudieran ser excesivas, pero todo dentro de un marco de sentido común. La sensación fue la de un evento controlado en todo momento.

Se pudieron ver hasta picnics improvisados, o partidas de cartas entre concierto y concierto, lo dicho, la gente venía con muchas ganas de comedia y de sacar el mayor provecho a un evento tan especial. 

Como conclusión, me ha quedado claro que la gente tiene muchas ganas de volver a los festivales, pero que esta experiencia nos ha servido como un oasis en el desierto, y que la hemos enfrentado con ganas porque queremos creer que va a ser la única. No creo que este planteamiento de festival pudiera funcionar dos años seguidos. De ahí que crea que mereció la “pena”. En el fondo ver un festival de esta manera, te deja un poso de nostalgia, te duele pensar en lo que tendría que ser y no es, y sí, te adaptas, disfrutas, te ríes, te reencuentras con gente que hacía mucho que no veías, y todo eso siempre es positivo y merece la pena, pero como broma ya estuvo bien.

Hay que agradecer que tengamos opciones como esta para quitarnos el mono, y sobrellevar esta horrible situación, esperando que el año que viene las cosas cambien, pero siendo objetivos, por mucho que al final disfrutemos, el metal, el hardcore, el punk-rock, no están ni estarán hechos jamás para verse y escucharse sentado.

© Diario de un Metalhead 2021.

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