sábado, 26 de mayo de 2018

JUDAS PRIEST: Firepower (2018, Columbia Records) UK.


Por Diego Rodríguez Liébanas.

El 11 de julio de 2003 comienza la historia moderna de Judas Priest. En esa fecha se hizo oficial el regreso de Rob Halford a la banda. Por muchas diferencias artísticas y personales que hubieran tenido en el pasado tanto a unos como a otros les venía muy bien volver a presentarse con su formación más reconocible. Así que atrás quedaron las rencillas y los cruces de declaraciones, atrás quedó Ripper Owens y atrás quedaron Fight y la banda en solitario de Halford. La máquina de hacer dinero se puso de nuevo en marcha pero también la máquina de hacer buena música con una incendiaria gira de regreso y un álbum notable como “Angel Of Retribution” con el que lograron saciar a esos miles de fans que añoraban ver a Halford de nuevo capitaneando la nave. Aquella reunificación supuso que el nombre de la banda recuperara gran parte del prestigio perdido, sin embargo, visto a día de hoy, la marca Judas Priest no ha sido gestionada en los últimos quince años con el éxito que, por ejemplo, sí han tenido Iron Maiden, sus compañeros de trono en el Heavy Metal, ya que les han tomado completamente la delantera. 

¿Las causas? Múltiples. Al acierto y creatividad en la gestión del legado musical de los de Steve Harris, diez años más jóvenes, todo hay que decirlo, se debe contraponer el fiasco “Nostradamus”, un disco ambicioso para el que había planes importantes, como por ejemplo una gira representándolo en su totalidad, que se tuvieron que cancelar por la tibia acogida de los fans. Otro aspecto a tener en cuenta fue que Rob Halford tuvo problemas físicos en aquellos tiempos por lo que sus actuaciones en directo se resintieron muchísimo calando entre el personal la opinión de que los Judas estaban acabados. Más leña al fuego: KK Downing abandona el barco porque ya no le motiva ser músico en Judas Priest. Esto supuso un golpe durísimo, ya que la imagen de Downing y Tipton rockeando en pareja, todo un icono del Heavy Metal, ya no se iba a volver a producir. Otra cuestión negativa que nunca le viene bien a la credibilidad de un grupo es el anuncio constante últimas giras y el últimos discos saltándote posteriormente a la torera lo que habías prometido. Esta cuestión puede tener una cierta justificación ya que por aquellas fechas a Glenn Tipton le diagnosticaban Parkinson y no sabemos cómo afectó aquello a los miembros y a los planes de futuro de la banda pero no hay que ser un lince para imaginar que sería una noticia devastadora. 


La vida sigue y Richie Faulkner sustituye a Downing en 2012. La banda poco a poco se recupera en directo gracias al impulso de un Faulkner que no sólo debe hacer olvidar a Downing sino que también debe llevarse los focos antes destinados para  Glenn Tipton el cual, debido a su enfermedad, ocupa cada vez un lugar menos protagonista en el escenario situándose cerca de Ian Hill y no en primera plana como siempre. Por otro lado, es determinante que Halford, una vez recuperado de sus problemas de salud, vuelve a disfrutar sobre las tablas mostrando un nivel vocal mucho más aceptable. Llega el momento de publicar nuevo disco: “Redeemer Of Souls”. Digamos que no es un mal disco ya que se disfrutan un buen puñado de canciones pero no llega a enamorar entre otras razones porque, al igual que le pasa a “Nostradamus”, tiene demasiado metraje. Nos plantamos a comienzos de 2018 cuando cae la bomba de la enfermedad de Tipton que sumerge en una gran tristeza a los fans y a todo el mundo del Metal ya que estamos hablando de una de sus figuras más trascendentes. El encargado de sustituirle es Andy Sneap, productor estrella y guitarrista de bandas como Sabbat o Hell. Con este panorama es normal que el seguidor de Judas se conformase a estas alturas de la película con que la banda realice buenos conciertos en los festivales y poco más. Por eso, ni los más optimistas del lugar se esperaban la publicación de un disco del nivel de “Firepower”, el último con el gran Glenn Tipton como músico en activo.

Primera escucha. Un momento… ¿Qué acaba de pasar? ¡Esto mola un montón! Será cosa mía o qué… Segunda escucha. Sí. ¡El disco está de puta madre! Mueves un poco el asunto por redes sociales y el feedback es que la peña lo está gozando lo mismo que tú. Se confirma: Judas Priest han publicado un disco de una calidad completamente inesperada. Vaya por delante que no, no inventan nada, pero las canciones gozan de una frescura que hacía mucho tiempo que no se disfrutaban en un trabajo de Judas. Rob Halford está pletórico. PLETÓRICO. Poco queda del desparpajo y espontaneidad con los que arrasaba en los 80 pero se saca de la manga una interpretación vocal de muchísimo nivel cantando muy bien unas líneas vocales inspiradísimas que le convierten en el protagonista number one del disco.


No tengo ni el más mínimo pero que poner a las ocho primeras canciones. Media hora de temazo tras temazo. Todo comienza con el ágil y sencillo riff de “Firepower” que te engancha fácilmente y sirve para comprobar que el trabajo realizado con el sonido es impecable. Polémicas aparte acerca de si el “sonido Andy Sneap” se ha convertido en el standard y las bandas suenan todas iguales, lo cierto es que en este disco en concreto todo está en su sitio y el sonido es uno de los puntos fuertes sin duda. “Lightning Strike” fue el primer single que ya gustó mucho cuando vio la luz pero que no hizo concebir esperanzas excesivas a la parroquia metalera ya que por supuesto que está al alcance de Judas componer un buen tema. Con estos dos cortes, no especialmente rápidos pero sí agresivos, podemos comprobar que Halford no va a abusar de los agudos y bien. No necesitamos y creo que nunca lo hemos hecho, que te desgañites cada minuto. Parece que en este disco han sido capaces de una vez por todas de desembarazarse de la alargada sombra del “Painkiller”.

“Evil Never Dies” es un medio tiempo guapísimo con un estribillo brutal en el que combinan, como maestros que son, la melodía con la agresividad. La cuarta es la crujiente y épica “Never The Heroes” que empieza a confirmar que el disco no va en broma. Se trata de un tema muy inspirado que logra rodearse de un halo especial desde el comienzo gracias a los detalles de guitarra, a unos riffs sencillos pero muy efectivos y a un Halford, para variar, brutal. Seguimos con “Necromancer”, un tema rápido que, siguiendo la pauta de los anteriores, nos muestran a un Halford desatado desplegando su magia sobre el magnífico manto de riffs que le proporcionan Tipton y Faulkner. Volvemos a terreno épico con la más pausada “Children Of The Sun” que al igual que “Never The Heroes” arrastra consigo un feeling especial rematado por un estribillo pegadizo que se te queda marcado a fuego. Y para rematar ese doble póker ganador tenemos una intro como “Guardians” con el piano como protagonista justo antes de otro temazo como “Rising From Ruins”, quizá mi preferida del disco por la combinación entre fuerza y emotividad que logra proyectar. Todo parece estar construido en este tema para que estalle con fuerza en el inspiradísimo y emotivo estribillo.



Llegamos a la mitad del disco sin un pero, como dije anteriormente, y con la boca abierta. Grandísimos Judas por ofrecernos tal muestra de clase y calidad. Relajando las emociones y siendo un poco analíticos se puede dar fácilmente con las claves que son dos a mi entender. Los temas más típicos de la fábrica Judas como “Firepower”, “Lightning Strike”, “Evil Never Dies” o “Necromancer” tienen una calidad superior a lo compuesto por la banda desde Painkiller. Pero es el trio “Never The Heroes”, “Children Of The Sun” y “Rising From Ruins”, con su aureola especial y su cuidado al mínimo de cada detalle, el que logra que esta primera parte de disco sea memorable. Nos topamos posteriormente con dos temas como “Flame Thrower”  y “Spectre” que rompen un poco la dinámica alcista en la que nos estábamos moviendo. En mi opinión no logran mantener el nivel de excelencia con el que venía el disco pero no son malos temas ni mucho menos. “Flame Thrower” por su parte se basa en un riff juguetón y divertido que culmina en un estribillo bastante conseguido. “Spectre” se convierte a mi modo de ver en uno de los más anodinos aunque tiene también sus virtudes ya que Halford intenta sacar petróleo con una interpretación de nivel. 


Volvemos a la senda de los grandes temas con “Traitor´s Gate” en el que Judas muestran cómo se siguen moviendo con arte en ese espacio que surge a medio camino entre el Heavy Metal y el Power Metal. Otro punto álgido y destacable del disco es “No Surrender”, un guiño a sus fans más clásicos con ese aroma roquero que los Judas abandonaron casi definitivamente a partir del Painkiller. Lo que más me gusta del tema es ver a Halford retomando su vena más directa y espontánea sacrificando un poco de ese “cantar bien”, aunque lo sigue haciendo sin duda, por un punto más de frescura e inmediatez. Con “Lone Wolf” bajamos un poco el nivel ya que, en mi opinión, es otro tema que carece de la inspiración, la chispa y el empuje óptimos. El disco concluye con “Sea Of Red”, una balada muy bien construida y ejecutada con una primera parte en la que no es difícil imaginarte en un concierto con un mechero alzado al aire o abrazado a los demás balanceándote al ritmo de la música para luego mutar en una segunda parte más poderosa con unos arreglos inspirados poniendo un broche final óptimo a un gran disco.

“Firepower” nos ha cogido a todos por sorpresa. Sinceramente, ninguno esperábamos que Judas Priest diera a luz un álbum sobresaliente con un Halford en plan fuera de serie, unas composiciones muy trabajadas e inspiradas, un sonido espectacular y una banda completamente al nivel de las circunstancias. A mi modo de ver el disco hubiera quedado redondo con una duración que rondara los cuarenta minutos dejando tres o cuatro temas como bonus track pero ya hemos hablado anteriormente de esa querencia por parte de la banda de poblar en exceso los álbumes. Sin embargo, me agrada comentar que la publicación de este disco ha servido para reverdecer la reputación de una banda que es leyenda e historia viva de la música y a la que debemos agradecerle este último regalo que nos han hecho. Desde que inicié la reseña no tenía ninguna duda acerca de cómo finalizarla. Gracias, Glenn Tipton. Por este disco y por toda tu trayectoria como piedra angular del Heavy Metal.

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