Texto: Larry Runner.
Hace siete años había estado en el Palau St. Jordi de Barcelona disfrutando de su directo y no quería perderme su gira de despedida, aunque parece que una vez más nos van a tomar el pelo con eso y tirarán al menos un par de años más. La verdad que Aerosmith siempre han merecido la pena y en vivo siguen siendo un espectáculo, pero no sé yo si Steven Tyler podrá seguir estando a la altura del resto de la banda. Su papel es el más exigente, lo sería hasta para alguien treinta años más joven.
Hasta 165 eurazos pagaron algunos por estar cerca de Steven Tyler y los suyos en una zona VIP demasiado amplia en la que los presentes ignoraron bastante a las dos bandas invitadas. Durante las actuaciones de Eclipse y Alter Bridge, la inmensa mayoría de las gentes de la zona privilegiada se hacían selfies de espaldas al escenario, pasando de lo que allí pasaba, presumiendo su eventismo en redes sociales sin tener ni pajorela idea de lo que se ofrecía.
Los suecos Eclipse abrieron la tarde-noche sin ser capaces de llamar la atención de la zona VIP, instalada ante el escenario separando al público en dos zonas a diferentes precios al estilo de lo que suele destilarse en sudamérica y que aquí afortunadamente se ve más bien poco. Erik Mårtensson lo tuvo claro casi desde un primer momento y observando que en los laterales de la “zona de los pobres” se le hacía más caso, se movió a un lado y a otro del escenario siempre que le fue posible. Con un repertorio basado en su último “Monumentum” -pues hasta siete de los once temas interpretados fueron de ese disco- los suecos no lograron contactar con un público desconocedor en su mayoría de lo que allí se ofrecía. Sobre una base de teclados grabados, uno tras otro fueron soltando los once hits que conformaban su brillante repertorio para el que utilizaron como intro el “Hello There” de la leyenda Cheap Trick a los que precisamente unos días antes disfrutábamos en el Azkena Rock.
Las iniciales “Vertigo” y “Never Look Back” sonaron bajas de volumen, pero “The Storm”, que fue la tercera, ya sirvió para percibirles mejor a ellos que a las cotorras que estaban detrás. Piel de gallina con “Jaded” y emoción por volver a ver a una banda a la que vamos viendo crecer desde aquel primer concierto en Gijón hace unos años donde tocaron para apenas un par de docenas de asistentes en una noche en la que nos ganaron para siempre a todos.
Turno para unos Alter Bridge a los que la audiencia ignoró aún más. La dureza de la música de la banda de esa maravillosa dupla Tremonti-Kennedy le vino grande a un público que esperaba ya con impaciencia a los bad boys de Boston.
Lejos queda aquel concierto “en familia” en la Rockstar de Barakaldo aquella tarde presentando “Blackbird”. Desde entonces no han parado de crecer, también en parte porque algunos se los han apuntado tras entrar Myles Kennedy en la banda de Slash. Una pena ver sonar temas como “Metalingus”, “Black Bird” o la final “Rise Today” y que abajo no se produzca reacción alguna a pesar de tener delante al mejor vocalista que ha parido América en la última década. Estaba claro, no era su público, y ellos se lo perdieron. Quién sabe, quizás algún día paguen 165 pavos por verles, o no, quizás esto se acabe porque la nostalgia vence siempre a las ganas de nuevas emociones.
Llegó el momento esperado, el que realmente llevó allí a, calculo, unas 20.000 personas. Aerosmith saltaban a escena, con la noche ya encima y las enormes pantallas laterales tomaban por fin vida. Subía el volumen para el “Mannish Boy” de Muddy Waters para inmediatamente escuchar a todo watio “La cabalgata de las Valkirias” de Richard Wagner. Todos los presentes sabían que aquello empezaba y en ese momento dinero y kilómetros dejaban de doler. De repente florecen móviles y emerge el postureo. Empezaba lo gordo.
Saltan Aerosmith a escena y Steven Tyler echa a correr como un loco hacia adelante por la larga pasarela. Los problemas sufridos con los inalámbricos de las bandas teloneras desaparecían y el volumen de repente era mucho mayor, sonando bien desde el principio. Enorme la banda de la que el Auditorio Miguel Ríos gozaba sobre todo por las pantallas. Y es que a diferencia de otros conciertos vividos en el mismo lugar, esta vez las gradas se presentaban muy pobladas, con mucha gente disfrutando del show a larga distancia y sentada.
¿Me gustaron? Fue mejor aquello de 2010 en Barcelona y lo digo por varios factores, pero el primordial, sin duda alguna, el repertorio. No entiendo que una banda con tantísimos hits cuele en su set-list un taco de versiones en lo que se supone es una gira de despedida. ¿Dos temas de Fleetwood Mac? ¿En serio? ¿El “Come Together de The Beatles?” Y luego se quedan fuera “Janie’s Got A Gun” o “What It Takes” por decir las dos primeras que se me vienen a la mente. Mi no entender, que diría el de los Morancos que hace de guiri. Podría ser porque en esos temas tiraron de largos momento instrumentales y eso ayuda cuando tu vocalista roza los 70. No somos eternos, aunque ojalá se pudiese inventar algo contra el envejecimiento para gente así, que tanto bueno nos ha dado.
De todas formas a la generalidad no pareció importarle. Cuando somos fans de un grupo, indultamos y llegamos a perder el sentido crítico, yo también, no lo niego. La inmensa mayoría de la concurrencia estaba en esa tesitura y les dio igual. Sí, cuando nos hacemos acérrimos de algo, podemos disculpar todo. La banda estuvo inconmensurable, sonando a gloria bendita y con un show de luces y sonido sólo a la altura de los más grandes. Deslumbraron. El pero habría quizás que ponérselo a Steven Tyler, pero no seré yo el que le crucifique ni mucho menos a todo un Dios del rock y una de las personas que más momentos dulces ha aportado a mi vida. Repito, los años no pasan en balde, y en más de una ocasión pudimos percibir algún artificio. Los agudos de “Livin on the edge”, “Dude (looks like a lady)” y sobre todo “Dream On”, con la desaparición de la pantalla en el momento justo y la nube de humo alrededor, vinieron como aquel gol de Maradona, de la mano de Dios. A mí me valió también, que conste, sólo apunto el detalle.
Alguno en la cola de los baños hablaba de estafa, tampoco hay que exagerar. Hoy en día, desgraciadamente, se tira mucho de tecnología y el rock no es excepción. Todo con tal de no decepcionar. Lo hizo Eclipse y lo hicieron Aerosmith y probablemente se crucifique más a los primeros por ser nuevos que a los últimos por ser leyendas. Los que no los necesitaron fueron Alter Bridge. Pero muchos de lo de esos ni se enteraron.
Personalmente, pase lo que pase, cierro mi capítulo de conciertos de Aerosmith. Hasta siempre y gracias.
Personalmente, pase lo que pase, cierro mi capítulo de conciertos de Aerosmith. Hasta siempre y gracias.
Sin duda, lo peor, las dos horas de atasco para salir de Rivas. De verdad, ¿cómo podéis vivir en Madrid?
© Diario de un Metalhead 2017.
Más crónicas aquí.