domingo, 2 de julio de 2017

Detesto los macroconciertos.


Por Larry Runner.

Una vez más, acudí a eso que llaman un macroconcierto; uno de esos eventos por los que cada día siento más aversión. Sí, de chaval amaba viajar a Anoeta, por entonces nuestra meca del metal, para disfrutar de los grandes nombres de nuestra música. Con el paso de los años, cada vez detesto más ir a estos saraos que se llenan de gente que no acudirá a otro bolo en todo el año. Sí, aborrezco acudir a estas movidas, pero aún así, iré a más, pues es eso o nada. Aunque viendo como van cascando los músicos, hay fecha de caducidad.

Y es que, en estos acontecimientos te cruzas con gente a la que no verás seguro en todo el año, y que va a este especial porque toca tal o cual estrella famosa y queda bien mostrarse en facebook con la “fotito” de turno para que vean lo fantásticos que son y mostrar su lado rebelde. Un público que suele ser bastante quejón e irrespetuoso y con el que te cruzas en los conciertos de los artistas que han cruzado la frontera del rock para ser universales como Kiss, Bon Jovi, AC/DC o hace un par de días Aerosmith.

Lo primero lo observas cuando ves que alguien se pone a disfrutar, agitarse con la música o mover la cabeza y ante un leve empujón o similar, se quejan como si el rock hubiese que disfrutarlo estático sin moverse como si de una ópera se tratara. Esto es rock, o heavy, aquí funcionamos así. Siempre fue así y al que no le guste, que se ponga un poco más atrás y ya está. Pero en las primeras filas, de toda la vida de Dios hubo empujones y desfase. ¿Peligro? ¿Muertos? Eso es en las fiestas del chumba chumba. He acudido toda mi vida a conciertos y festivales y nunca ha pasado nada por un empujón. Lo de las zonas VIP importado de Sudamérica ya es realmente demencial, pero eso para otro día.

Respecto a lo de irrespetuoso, lo ves en el desprecio hacia las bandas invitadas, de las que pasa totalmente, sea cuales sean. Cero interés ante los músicos que se suben a un escenario a ofrecer lo mejor de sí mismos para darse a conocer ante una oportunidad como lo es un concierto grande. Allí están ellos sobre las tablas, dando casi siempre un bolazo, pues las grandes bandas suelen llevar a buenos grupos acompañándoles, y la gente dándoles la espalda. Grupos que en unos años serán grande - si no lo son ya- y por los que muchos pagarán en el futuro una entrada cara si llegan a ser una gran banda, aunque más que nada, famosa.

Y luego viene la parte más triste. Los músicos que acuden a estos grandes conciertos y también desprecian a los teloneros, a “esos pringaos”. Eso sí que no tiene perdón. Están allí dejando de lado a la banda invitada cuando sin duda alguna se cambiarían por ellos aunque fuera gratis. Ellos que luchan cada quince días por tocar en un garito y que dan por bueno meter treinta personas son luego crueles con otros que han tenido un poco más de suerte. Lo digo porque lo he visto. Afortunadamente no lo hacen todos, faltaría más. Si eres músico, lees esto y como yo lo has visto y te avergüenzas de ello, ojalá tu banda triunfe. Si eres de los que desprecias a los invitados, intenta reflexionar sobre mis palabras, sin ofenderte, pensando si tu actitud es la correcta. Si aún así crees que soy un bocazas o no tengo razón, que el karma te lo premie.


© Diario de un Metalhead 2017.

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