viernes, 7 de octubre de 2016

FARAÓNICO. 24.09.2016. Oviedo. WARCRY SYMPHONIC. Crónica y fotos.


Texto: Larry Runner.
Fotos: Sergio Blanco & Larry Runner.

Era una apuesta arriesgada, una más en la ya dilatada carrera de WARCRY. Sabían que lo era, pero no lejos de asustarse ante el desafío, hicieron lo que hacen “los paisanos” como decimos en Asturias, se enfrentaron al reto.

En mi humilde opinión, creo que tenían mucho que perder y poco que ganar y sea como fuere, el trabajo iba a ser duro, quizás demasiado y lo peor de todo probablemente poco valorado, pues no han sido los primeros en intentar algo fuera de lo corriente en directo en Asturias y que luego se viese como algo normal cuando en realidad no lo es.


Pues no, señores, no es normal, ni en Asturias, ni en España, ni en el mundo siquiera. No es habitual ver a un grupo de heavy con una orquesta detrás. Algunos lo han hecho, pero muy pocos. Más que un reto aquello iba a ser una batalla dura de librar. No iba a ser sencillo intentar llevar a la orquesta al escenario del rock y hacer llegar el espectáculo a un amplio público, en vez de hacer lo acostumbrado en estos casos, llevar al grupo al escenario habitual de la orquesta, al teatro. Eso habría sido lo fácil, lo corriente.

Evidentemente en la parte técnica iban a surgir todos los problemas y más. Los esperados y los que surgirían sobre la marcha y el coste no iba a ser escaso precisamente. No, no sabemos los números, pero mover a más de medio centenar de músicos profesionales a los que se la sopla ya no el heavy metal si no simplemente el rock, no debe ser barato. Y sí, vale, alguno de los músicos clásicos puso cuernos y estuvo ilusionado con la idea, pero el resto estaban allí por la pasta, nada de romanticismos.


Tuvo que ser complicado contentar a según que personajes. Apenas un par de noches antes, el mismísimo Víctor García contaba en las ondas de Diario de un Metalhead, que el instrumento del primer violinista tenía un valor de 300.000 euros. Bregar con movidas así debe echar bastante para atrás, tanto como para prescindir de la pirotecnia, no vaya a ser que una chispa se cargue el juguete y luego a ver quién lo paga, porque no hay hijo de gitano que te asegure eso.


Por la mañana nos acercamos hasta la prueba de sonido y confirmamos lo que veníamos pensando desde unos días atrás cuando nos pasamos a ver qué se cocía en otros conciertos, que el escenario era pequeño. Sí, demasiado pequeño para colocar a tanto músico. Tanto es así que hubo que colocar la batería casi a ras de escenario en un lateral y meter el teclado con calzador en la parte derecha. Cómodos, desde luego, no iban a estar. Supongo que un escenario mayor, tendría un coste aún más elevado en los presupuestos municipales, y tal y como están las cosas en la ciudad, con un tripartito gobernando y un partido conservador petardeando todo con el único fin de hacerse valer aunque a veces se lleve a la ciudadanía por delante, cualquiera mueve ficha. No vaya a ser que al día siguiente el vocero principal de la ciudad te saque que te gastaste X dinero más que el año pasado en un escenario y se te echen encima los votantes de los que estuvieron más de tres décadas pensando que Oviedo era su rancho particular con caballos incluidos.


Todo ello, llevado a lo estrictamente musical, evidentemente pasó factura. De mano ya en forma psicológica. La prueba de sonido que se tenía que haber terminado a medio día para irse todos a comer, se alargó hasta bien entrada la tarde, con técnicos y músicos castigados sin llevarse bocado con tal de intentar que aquello sonase bien. Al final tanto esfuerzo, sirvió de poco.


Llegado el momento de empezar el concierto, se puso a diluviar. En todas las fiestas de San Mateo no cayó ni una gota. Fue comenzar el show de WARCRY y ponerse a llover de forma torrencial. El castigo duró hasta que apenas faltaban un par de temas para acabar el repertorio, poniendo a prueba a los fans que acudieron desde los más diversos puntos de España, incluso desde los más alejados, como es el caso de Andalucía. Bien pensamos que cuando empezó a gotear mientras sonaba “Contra el Viento”, que allí nos quedaríamos cuatro gatos y que el resto huirían a esconderse. Nunca más lejos de nuestras elucubraciones. Allí no se movió un alma. Muy pocos corrieron a refugiarse, lo cual dio un mayor aire de epicidad a la noche.

WARCRY se presentó en su ciudad con hasta quince temas en su set-list. Tres más que en el Leyendas del Rock, todo un detalle con los suyos. Y a pesar de la mojadura allí estuvimos hasta el “Hoy Gano Yo” con el que cerraron su actuación.


Agua, lluvia, lo que faltaba. Humedad, la enemiga de los violines y de los instrumentos de cuerda. Ponte a utilizar la máquina de humo. Con todos esos factores hubo que bregar también. Disponte a actuar con un buen montón de instrumentos que corren en todo momento el peligro de desafinarse por esa razón. Tranquilos, yo tampoco lo sabía. Algunos de los maestros estaban que echaban más humo que las máquinas contratadas a tal efecto. A ver quien le explica a un robot de aquellos venido desde Rusia que lo haga por los fans o por el rock.

Maestro, la palabra, el adjetivo con el que una y otra vez Víctor García mostró su respeto y admiración por los músicos de la Oviedo Filarmonía que les acompañaron. Honestamente, no estoy para nada de acuerdo con el vocalista. Vale que pueden ser unos fenómenos tocando el instrumento, que pueden tener el título de “maestro de”, pero lo difícil en esta vida no es interpretar lo que han creado otros. Lo realmente peliagudo y con mérito es componer canciones, temas que lleguen al alma como los de Warcry. Ver que pones la carne de gallina a los que te observan cuando interpretas “Contra el viento” o que lloran con “Cobarde” o “El Amor de un Madre” porque les has llegado al corazón. Lo otro de la interpretación está muy bien, pero si tuviese más consideración que la creación, ahora mismo todo el mundo tendría que ponerse a adorar a las bandas de versiones o de tributo. Y para nada es así, afortunadamente.


Y llovió y llovió, y se rizaron los pelos. “Así los lleváis como yo” decía Víctor micro en mano y de azul en sus muñecas, comandando a una banda que como siempre dio lo mejor de sí mismo mientras la orquesta cumplía con lo suyo, eso sí, a un volumen quizás demasiado bajo en algunos momentos. Y es lo que decíamos al principio, ¿íbamos a saber valorar el esfuerzo? Había alguna diferencia con otros conciertos. La música de WARCRY se asienta sobre el fantástico colchón de teclados de Santi Novoa. Al tener a la orquesta detrás, lo único que se hacía era “capar” el trabajo del bueno de Santi para que los maestros aportaran esa parte que normalmente crea el teclista. Allí estuvo la orquesta y todo muy bonito, pero la sensación fue casi más visual que a nivel de sonido. Por momentos no sentimos la huella de lo de atrás.

Así las cosas, destacaría la interpretación de “Keops”, tema que apenas habían interpretado antes un par de veces, en el Leyendas y en Páramos del Sil, y que yo aún no había podido disfrutar en vivo. Quizá fuese cosa mía por lo especial del momento, pero pienso que fue el instante más sublime de la noche. Además, fue durante el homenaje al faraón cuando cesó de llover, como si el poder divino escuchase lo que llegaba desde la Plaza de la Catedral en forma de entrega absoluta por parte de músicos y sobre todo público. El más fiel, sin duda alguna.


© Diario de un Metalhead 2016.

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