domingo, 21 de agosto de 2016

UN MÚSICO EN WACKEN. Parte II.


By Simón García López.

Furgoneta. Ese fue el medio de transporte que elegimos para llevarnos a Wacken tras sopesar todas las opciones. Nuestros invitados irían en avión, pero nosotros por llevar instrumentos y demás decidimos utilizar ese medio de transporte gracias sobre todo a que Jorge Carbajales Cuevas, amigo y devorador de aventuras que se ofreció para acompañarnos en el viaje poniendo él su furgoneta si al final así lo decidíamos. No lo hacía por el festival en sí mismo, sino por vivir la experiencia con nosotros. Jorge es un amante del Blues y el Rock and Roll y contemplando Wacken desde fuera consideraba que a él poco le podía ofrecer. Tras pasar tan sólo un día allí era casi el más emocionado y sorprendido por todo lo que el festival le ofrecía. Música incluida.



Salimos a las 00:00 del lunes 1 de agosto. El viaje duraría casi dos días haciendo una parada larga en un hotel a las afueras de París para dormir. El viaje fue como todos nuestros viajes. Si dura dos días, la mayoría del tiempo nos lo pasamos riéndonos. El resto o dormimos o escuchamos música. A veces todo a la vez. La primera parada para descansar seria fue en la Gran Duna de Pilat, la formación arenosa más alta de Europa a una hora más o menos de Burdeos. Conocía el sitio y quería que los demás lo viesen. Es impresionante y recomiendo su visita indudablemente. Allí visitamos la duna, descansamos, comimos y después de unas horas arrancamos de nuevo.


En carretera después de muchas horas ves de todo. Fue un viaje tranquilo, pero en un momento determinado delante nuestro un camión se salía constantemente de la autovía dando bandazos de un lado a otro. En algún momento estuvo a punto de chocar contra las protecciones pero siempre enmendaba la dirección y durante unos cientos de metros parecía recuperar el sentido. Tras unos minutos de tensión donde no nos atrevíamos a adelantarlo, en una recta nos decidimos y rompimos el claxon de la furgoneta como reprimenda y toque de atención.

Íbamos bien de tiempo y sobre las 20:30 estábamos llegando a París. Jorge conocía la ciudad y nos propuso visitar los lugares más emblemáticos aprovechando que íbamos bien de tiempo. Así lo hicimos y pudimos ver la Torre Eiffel y pasear por los Parques Elíseos.

Sobre las 23:30 llegamos al hotel tras perdernos un par de veces buscando la salida correcta de la ciudad.


El día siguiente amaneció lloviendo a mares. Mal presagio. Desayunamos como animales en el hotel y a las 8 de la mañana del martes 2 de agosto arrancamos de nuevo. Fue un día largo de conducción bajo unas condiciones horribles. Atravesamos 4 países, hicimos más de 1000 kilómetros y cuando estábamos a una hora más o menos de la llegada se nos acaba la carretera.

Siguiendo el Gps teníamos que cruzar las aguas del Elba para llegar a Wacken y pensamos que habría un puente gigantesco. Nada más lejos de la realidad. La carretera terminaba y una gran cola de coches, furgonetas y camiones nos antecedía. Había que pillar un transbordador para cruzar el río y llegar a Wacken. Y habíamos llegado a coger el último por 20 minutos. Tuvimos una gran suerte porque de lo contrario, tendríamos que haber dado la vuelta y recorrer 200 kilómetros más nada más y nada menos.

Cruzar el Elba fue una experiencia alucinante. Vimos la puesta de sol desde allí y coincidimos con muchísima gente que se dirigía al festival. El mismo transbordador estaba adornado con banderas del Wacken. Ya quedaba menos.



Con la noche encima tardamos alrededor de media hora en llegar al pueblo de Wacken. Fue una locura encontrar el lugar para las acreditaciones, y nuestra zona de acampada. Tardamos un par de horas más o menos en hacer todo eso entre la oscuridad y las malas indicaciones del personal de seguridad del festival. Nos asentamos en el lugar donde la delegación española de Wacken estaba, dirigidos por Steffi de [In Mute], y tras montar tiendas y campamento abrimos un barril de cerveza para celebrarlo. Estábamos en una de los campings VIP destinados a artistas, prensa y demás. Un lugar estupendamente acondicionado con unas duchas y servicios magníficos que el personal de limpieza se encarga de mantener limpios en todo momento, además de bar, zona de prensa, y un espacio para cargar el móvil o conectar los portátiles o cualquier aparato eléctrico. Tras medio barril, el grupo hondureño CROWS CROW se acercó a nuestro lugar y sus miembros nos contaron que les habían retenido todas sus maletas y no tenían nada allí. Tras hablar con la organización del festival estos les cedieron para esa noche las casetas de la organización situadas en la misma zona VIP para que pudiesen dormir y tener un lugar relativamente cómodo. Todo un detalle que parece normal, pero que entre casi 100000 personas un festival puede no tener ya que cada persona de esas 100000 tiene sus problemas y dificultades propias del viaje. Era una muestra del nivel de profesionalidad y empatía que el festival maneja para con los grupos y el público. La primera de muchas que vimos a lo largo de la semana.

continuará ...

© Diario de un Metalhead 2016.

Parte I aquí.