miércoles, 24 de agosto de 2016

UN MÚSICO EN WACKEN. Parte III.


By Simón GarcíaLópez.

Cuando amanecimos el miércoles sólo pensábamos en el concierto de la tarde. Era el día y hasta las 18:50, hora en la que nuestro papel en Wacken llegaría a su fin, todo giraría en torno al concierto.

No era un concierto más, estaba claro y decir lo contrario sería estúpido, pero lo preparamos como uno más, dedicándole eso sí más tiempo de ensayo, más tiempo quizás a afilar pequeños detalles del directo. Sobre el escenario la idea era dar el mismo concierto de siempre. No era cuestión de inventar nada después de casi 10 años para 20 minutos. Si habíamos llegado hasta allí con una idea clara y firme de directo cambiar era otra estupidez, un suicidio. Íbamos con la idea clara de demostrar lo que hacemos y que después pasase lo que tuviese que pasar.

El grupo no estuvo nervioso en ningún momento. Sólo nos preocupaba que en 20 minutos no fallase nada. Que no se rompiese ninguna cuerda, que no hubiese problemas técnicos de ningún tipo. Que ningún detalle estropease ni un segundo de los 20 minutos que teníamos por delante. Ese tipo de cosas. Recordamos antes de tocar como en la final de Barcelona en el primer golpe de batería un plato había salido por los aires al medio del escenario y cómo Javier Cosmea, que ese día sustituía a Borja y en Wacken hizo un trabajo inestimable por nosotros en todo momento, había tenido de dejar de tocar los primeros acordes para colocarlo y que Piti pudiese usarlo en el tiempo que teníamos. Ese tipo de imprevistos son los que temíamos y debíamos de evitar.

En nuestro concierto nada de esto ocurrió. Todo salió genial. Cumplimos con el tiempo, no hubo errores ni imprevistos. Nuestras sensaciones fueron buenas en todo momento, y nos lo pasamos bien sobre el escenario. El recuerdo que tenemos es imborrable y difícilmente mejorable. 20 minutos no dan para mucho, pero esos 20 minutos ya son historia del grupo y un recuerdo inimaginable en un lugar inimaginable cuando empezamos a tocar. Un sueño cumplido, una experiencia más en nuestras vidas.


28 grupos de 28 países competían con nosotros. He de ser sincero al respecto en este punto y reconocer que no quise escuchar a ninguno. De rebote escuché alguno en listas de reproducción aleatorias de Wacken que en alguna que otra fiesta entre amigos hicimos y sonaban de fondo, pero nunca me senté a escucharlos detenidamente. Cuando la gente me hablaba sobre esto en ocasiones me comentaban nuestras posibilidades respecto a las bandas participantes y yo asentía, pero lo cierto es que no me interesaba en absoluto. No quería obsesionarme con el nivel de los grupos, pensar en nuestras posibilidades en comparación con estos o aquellos porque es algo que creo no vale para nada. Una cosa es el disco y otra el directo. Dos mundos diferentes. Algunos de mis compañeros de banda sí lo hicieron, pero yo no quise. Ahora no me importaría dedicar tiempo a escucharlos, una vez pasado, pero antes no quise. A los ganadores por ejemplo, los sudafricanos Zombies Ate My Girlfriend los he buscado y escuchado. Su estilo no cuaja con mis gustos personales, pero sin duda son un buen grupo y en directo el amplísimo jurado algo vio sin duda en ellos para que saliesen campeones como lo vio en los otros 4 grupos de entre los ganadores, porque como antes dije, una cosa es la música y otra el directo. Killswitch Engage, por poner un ejemplo y para que se me entienda, no me gustan nada, pero fue uno de los grupos que más me impresionó nunca en directo y por eso están en gran medida donde están.


Aprovecho desde aquí para volver a felicitar a los 5 ganadores y en especial a los ya mencionados Zombies Ate My Girlfriend como ganadores absolutos. Ojalá el siguiente grupo español que vaya a Wacken pueda reeditar los éxitos pasados de Crisix e [In Mute].

En Wacken saqué unas cuantas conclusiones respecto al festival y a los grupos que vi tanto de la final de la Metal Battle como dentro del cartel. La más importante y que quiero compartir creo que es la siguiente: los grupos que tocan ahí, incluyo a los ganadores de la Metal Battle, además de ser grandes bandas en general, buenos músicos que hacen buena música, tienen un punto diferencial respecto al común de las bandas. Este punto diferencial es lo más difícil de lograr para cualquier banda. No se trata sólo de buenos grupos que hacen buena música. Son bandas que proponen además de eso una o varias características que hacen que después de ver y escuchar a 200 del mismo estilo te quedes y recuerdes sólo a una. Esa banda que recuerdas tiene esa calidad musical, y además, ese punto diferencial. Puede ser actitud, puesta en escena, sonido, luces, escenografía o varias cosas a la vez. Pero cuando terminan piensas en el inmenso espectáculo que acabas de ver, independientemente del estilo, independientemente de que no vayas a comprar nunca su disco porque en casa no te guste escucharlos. Piensas en que por lo menos, si vuelves a tener la oportunidad de verlos, irás a ese concierto y pagarás la entrada porque sabes que merece la pena. En el mejor de los casos hasta te haces fan. Además de todo esto, ese grupo ha arriesgado, apostado por la música como forma de vida, como trabajo y como sustento. Y como con cualquier otro trabajo, ha tenido que comer mucha mierda y rendirse seguramente a imposiciones contractuales que seguro en muchos casos no eran satisfactorias. Nadie nace grande, ni se hace grande sin comer un poco o un mucho de mierda.


De vuelta a la realidad, a las 16:00 una de las furgonetas que el festi habilitada para desplazar a los grupos del camping VIP a la carpa, nos recogió para llevarnos al W.E.T. Stage. A las 16:30 teníamos que estar allí para dejar los instrumentos, que nos enseñasen nuestra caseta de la zona VIP tras el escenario, que nos diesen las instrucciones de cómo iba a funcionar todo una vez allí antes, durante y después, etc. A las 18:00 llegaría el turno de pasar al escenario, montar, chequear, y posicionarse y a las 18:30 arrancar.

Todas estas horas se respetaron al milímetro. No hubo ni un solo segundo de retraso.

Moritz "Mutz" Hempel guitarrista y cantante de Drone fue el encargado de recibirnos y darnos todas las instrucciones de manera pormenorizada siendo uno de los principales coordinadores de lo que entre los bastidores de la carpa ocurría. Más tarde descubrimos que Jeff Waters que por allí se paseaba sería el encargado de presentarnos. Todo un honor.

En esas dos horas todo transcurrió de manera normal. Teníamos unas ganas mortales de subir ya y soltar adrenalina. A las 18:00 llegó nuestro turno. Montamos y chequeamos en esa media hora. Un reloj situado a la derecha marcaba el paso del tiempo y servía de referencia a todo el mundo para conocer el tiempo del que cada uno disponía. 20 minutos de directo. A los 20 minutos y un segundo todo terminaba. Se cortaban micros y a otra cosa. Si no habías terminado te jodías. Además estabas fuera de concurso. Nuestro set era de aproximadamente 18 o 19 y nunca nos habíamos pasado. Estaba controlado.

El telón se abrió y tanto “Machine”, el presentador del W.E.T., como Jeff Waters aparecieron para presentarnos ante las 5000 personas que había en ese momento en la carpa. Arrancaríamos sin Intro, marcando Javi una vez, todos de espaldas mirando hacia él. Un golpe seco, nos giraríamos y a tocar los 4 temas que habíamos preparado.

A las 18:30 nos giramos hacia Javi. Con una medio sonrisa me miró interrogativo, asentí, y todo comenzó.

© Diario de un Metalhead 2016.

UN MÚSICO EN WACKEN. Parte I aquí.

UN MÚSICO EN WACKEN. Parte II aquí.