lunes, 7 de octubre de 2019

GRIM COMET: Afterlife (2019, Art Gates)


Por Larry Runner.

“Afterlife” es el cuarto disco de GRIM COMET y ya está en mi casa, como los anteriores. Los tengo todos. Su debut “Pray For the Victims” (2014), su segundo álbum “God is Dead. Let's Eat Him” (2016) y por supuesto su  “Metropol Sessions” del pasado año. Ahora llegan con “Afterlife”, un álbum que me ha atrapado desde el principio y que siento mucho deciros que no podréis escuchar hasta finales de octubre. Sí, lo siento por vosotros porque es su mejor disco.

Sí, “Afterlife” es un álbum bestial. Directo, como una bofetada en la cara. Adiós a los devaneos y lucimientos alargando las canciones. Aquí los temas no llegan jamás a los cuatro minutos. Más directos que nunca. Quizás más contundentes y eso que no han dejado para nada su estilo de lado. “Afterlife” es un disco con mucho 70’s en su ADN. ¿Stoner? Así se le llama a esto ahora, pero sin duda alguna “Afterlife” es mucho más.

Vale que hay stoner, pero no solo es eso. Aquí hay mucho sonido clásico, muy 70’s con canciones como “Dead or Alive”, que bien podrían ir en alguno de los primeros discos de Alice Cooper Band si por entonces se hubiese podido sonar así de contundentes, así de bien.


Adiós a los solos largos y complicados. Todo es mucho más sencillo y efectivo en “Afterlife”. Canciones que entran a la primera y que te volverán loco a la tercera que llegan por parte de una banda totalmente infravalorada aunque su música haya llegado en forma de concierto hasta la China. Quizás les hiciese falta un disco así, más directo, más efectivo, qué cojones, más divertido y cañero. Los solos están al servicio de los temas, son cortos y se fusionan perfectamente en la canción de forma natural. Sí, me encanta el trabajo de Willy de Moya en ese sentido, aunque, sinceramente, creo que también canta mejor.

“Afterlife” es una buena dosis de Classic Rock, que transcurre por caminos de sonidos desérticos pero muy 70’s. Solo al final, en los dos últimos temas, se permiten un par de licencias distintas. Pero hasta entonces, riffs como el de “Born To Die” te harán disfrutar de lo lindo.


Casi al final llega “A Million Suns”, una canción con mucho de Thin Lizzy en su sangre, lo cual la hace distinta aunque igual de genial. Quizás por ese tono distinto a la irlandesa la han dejado tan para el final. Detrás solo está “Azabache”, un tema instrumental muy corto, de poco más de dos minutos tocado con guitarra española y que sirve de cierre a un disco sensacional. Una licencia que se permite Willy y que aunque no tenga que ver con el resto del álbum nunca sobra.

Discazo. A la venta el 25 de octubre.


Line-Up:
Willy de Moya: Guitarras & Voz
Raúl Cabañas: Bajo
Juanma Cayuela: Batería









© Diario de un Metalhead 2019.

No hay comentarios: