Por Diego Rodríguez Liébanas.
La trayectoria de Oceans Of Slumber viene marcada por la marcha en 2014 del cantante Ronnie Gates y la posterior entrada de Cammie Gilbert en su puesto. El paso de un cantante como Ronnie, cualificado pero más ortodoxo, a las maneras de Cammie, vocalista con unos registros completamente diferentes, supuso iniciar la búsqueda de un camino propio que parece que van encontrando poco a poco. El resto de la formación sigue intacta desde el inicio de la banda en 2011. Por lo tanto Keegan Kelly es el bajista, Dobber Beverly además del piano también toca la batería, quedando las guitarras para Sean Gary y Anthony Contreras. Recuerdo escribir unas palabras sobre ellos acerca del EP "Blue" en 2015 y reseñar que no parecía que tuvieran las cosas muy claras pero sí potencial. Posteriomente vio la luz "Winter", publicado en 2016, que fue muy bien recibido y supuso un peldaño más en esa búsqueda de un filón musical propio.
Sigue siendo un grupo que no es fácil de asimilar a la primera. Canciones densas que no se conforman con transitar los lugares comunes habituales, que en ocasiones consiguen captar tu atención dando en el clavo sorprendiéndote, mientras que en otras parecen divagar por terreno pantanoso. En ese sentido no es únicamente la mezcla de Metal Progresivo con Black Metal lo que llama más la atención ni tampoco la concatenación puntual de voces naturales y guturales cuyo contraste les funciona muy bien, sino el acople de las melodías vocales de Cammie Gilbert con las del resto de instrumentos que tiene un resultado en ocasiones muy original y genuino. Sin embargo, aunque Cammie tiene una voz dotada con los parabienes del Soul, no los explota al máximo sonando en ocasiones contenida sin llegar a desatar ese vozarrón que debe tener. Por otro lado no llega a adaptar tampoco su interpretación a las estándares habituales del Metal o el Heavy Metal con lo que se queda muchas veces en un curioso y distante espacio que a veces, como decíamos anteriomente, es especial e incluso sorprendente, pero en otras echas de menos algo más de pasión y de visceralidad.
Oceans Of Slumber no son la alegría de la huerta en absoluto. Musicalmente se les puede comparar con Katatonia principalmente, pero también con Pain Of Salvation, Opeth o Devin Townsend cuando se ponen más enérgicos. En ese sentido la etiqueta Prog les define más por lo ecléctico de su propuesta musical y su manera personal de mezclar diferentes estilos a lo largo de un mismo tema que por el enrevesamiento de sus composiciones o por llevar a cabo exhibiciones instrumentales. Las canciones funcionan como válvula de escape sobre todo para Cammie quien, como letrista principal, ha decidido desnudarse emocionalmente y volcar sus sentimientos sobre cómo afrontar la pérdida de seres queridos muy influenciada por el reciente fallecimiento de su padre por una leucemia.
Con el sonido no se han metido en camisa de once varas apostando por dar una mayor visibilidad a la labor vocal y moverse en terrenos estándar con un resultado óptimo y equilibrado ya que suena compacto, agresivo y con espacio para que cada uno de los instrumentos se escuche con nitidez. No olvidemos que el grueso del grupo como son Kelly, Beverly y Contreras llevan trabajando juntos desde el 2000, primero en Ingurgitate y posteriomente en Demoniacal Genuflection, bandas asociadas al Brutal Death Metal y al Grindcore que han publicado varios discos de nivel por lo que saben perfectamente como desenvolverse en un estudio y como conseguir lo que buscan. En lo referente a los temas me gustaría destacar los dos videoclips como son la inicial “The Decay Of Disregard”, toda una declaración de intenciones plantarte un tema de nueve minutos de carácter íntimo y emotivo de primeras, y “The Banished Heart”, la cual, con una atmósfera y duración similares a la anterior, se desarrolla sobre una base de piano muy inspirada. También merece un hueco en la reseña mi preferida, “A Path To Broken Stars”, un tema más correoso y agresivo en el que las guitarras toman el protagonismo y, para terminar, otro de los grandes momentos del disco: la emocionante “No Color, No Light”, en el que cuentan con la brillante colaboración de Tom Englund de Evergrey.
Que nadie se espere un disco sencillo de escuchar. No lo es. Nada de melodías accesibles o riffs machacones con gancho. Se trata de un disco reflexivo, pretencioso quizá, con lo bueno y lo malo de ese calificativo, pero también conmovedor e inspirado que en muchos momentos logrará emocionarte.
© Diario de un Metalhead 2018.
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