lunes, 30 de abril de 2018

'77: Bright Gloom (2018, Century Media).


Por Larry Runner.

No hay peor cosa que te manden un disco y luego anden tras de ti para que publiques la jodida reseña. Soy de los que piensa que para reseñar una nota sobre un álbum, esta ha de hacerse a fuego lento, sin presiones, escuchando el disco con tranquilidad, varias veces y que con esa santa paciencia ir escribiendo notas sobre las sensaciones que te produce para luego dar vida a unas líneas. 

Si la reseña te cuesta, la tienes que trabajar de forma artificial, mal, muy mal. Quizás al grupo en cuestión le haga ilusión que alguien escriba sobre ellos, pero no es desde luego lo adecuado. Lo bueno es que quien te haga una reseña, quien de una opinión sobre tu música la haya escuchado de verdad y si luego sabe reflejar la pasión con la que ha disfrutado de tus canciones sobre un papel o un archivo de word, pues mucho mejor.

“Bright Gloom” es lo nuevo de ‘77 y tengo que decir que disfruté de estos cuarenta y un minutos desde el primer instante. Y es que el cuarteto ha parido un álbum que suena tan tradicional como fresco, y mira que es difícil lograr algo así.

La banda de los Valeta nos ha regalado un álbum como hacía tiempo que no recibía. Y es que los discos de sonido clásico normalmente se me hacen interminables, con pasajes musicales que no parecen tener fin y que hacen que se te pase por la cabeza si habrá que meterse alguna droga para disfrutarlo de verdad. “Bright Gloom” no es de esos discos ni mucho menos.


Tiene la duración de los álbumes de antaño y el sonido de casi cinco décadas atrás, eso sí, con un masterizado impecable que hace que suene limpio a pesar de haber sido grabado en directo en el estudio y de forma analógica, con dos cojones.

Si hay una banda de la que se podía esperar algo así eran ellos. A poca gente tan auténtica como ello me he cruzado en los últimos años. Hoy en día estamos rodeados de postureo. Esa actitud, esa autenticidad se ve reflejada en los surcos de este álbum, con sonidos reales, con una batería que suena de verdad y no como el 95% de los discos que llegan, con toda esa mierda hecha en el ordenador, artificial, producida al exceso y donde no hacen más que enviarte sonidos imposibles que luego también se llevan al directo. Fenomenal Andy Cobo a los tambores, como lo es en vivo, donde te quedas bobo mirando para él. Un batería de otra época.

La presencia del bajo del “nuevo” Dani Martín se agradece también. Sobre esa base rítmica potente y auténtica van las guitarras de LG y Armand Valeta potentes, en las que encuentras reminiscencias a la irlandesa de Thin Lizzy, de Gallagher y donde no faltan a veces detalles que te recuerden a los padres Black Sabbath como en “Be Crucified” -donde Armand incluso emula a Ozzy- o a los mismísimos ZZ Top en su época granjera.


Sí, es un disco de sonidos tradicionales, alejado de aquellos comienzos a la australiana de la banda. Suenan más variados, más auténticos, más creíbles, más originales. A pesar de que las influencias setenteras están ahí y son reconocibles, no te los pones y te suenan a grupo de tributo o a copia como hacen otros. Son un disfrute total.

“Lo mezclamos en cinta de 24 pistas a 2 con tecnología analógica como compresores, EQs, delays y spring y plate reverbs. La orgía analógica fue perfecta, al igual que el master realizado por Alex Psaroudakis, se pasó de una cinta 1/4" a otra de 1/2" y la masterización de vinilo se realizó desde una cinta de 1/2" y ya fue directo a fábrica” nos cuentan. A cojones que es verdad. 

Querían que la portada del álbum fuese una buena representación de la música que éste contiene y para ello, la banda contrató al diseñador Pol Abran Cantador de Branca Studios, famoso por sus gráficos inspirados en la música, películas, arte y cultura de los años 70.

Casi perfecto. Top. En vinilo debe ser la polla. Y verles hoy en la presentación de Barcelona habría sido un sueño. A buen seguro que los que van a estar lo van a gozar.

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