By Diego Rodríguez Liébanas.
¿CABEZA DE CABALLO? Imposible no acordarse de la escena de "El
Padrino". ¿Quién está detrás de ese nombre tan cojonudo? Porque os reto a
citarme una sola banda con un nombre de puta madre que luego decepcione con su
música.
La Universidad de Granada funcionó como elemento unificador pero vienen
cada uno de diferentes localidades jienenses y granadinas. Empezaron la
aventura el guitarrista Antonio Ortiz y el vocalista Javyer López allá por 2007
y a ellos se les unieron José M. López como bajista y Antonio Caparrós a la
batería. El último en subirse al barco fue el guitarrista Miguel Ortega (Santo
Rostro, Witchtower), incorporación que supuso la pieza definitiva del puzzle.
¿Estilo? Sludge Metal, Doom y Stoner. Daniel Audí apreció desde el principio el
potencial que tiene la banda y les convenció para sacar adelante su primer LP,
Iron and Wood, a través de su sello, Discos Macarras.
Este segundo disco, Dölmenn, que sale través de la misma
discográfica, está formado por cinco canciones y tiene una duración de poco más
de 35. La primera sorpresa y muy grata es la interpretación vocal llevada a
cabo por Javyer López. Muchísima personalidad en cada uno de los versos y una
voz que engancha por su dramatismo y vigor hasta el punto de que en las
primeras escuchas del disco prácticamente no podía hacer caso a otra cosa.
Mientras que el bajo de José M. López lleva a cabo una labor bien ejecutada
pero más sobria, un elemento protagonista
que no para de echar leña al fuego a modo de tambores de guerra es la
percusión de Antonio Caparrós, siempre con un baquetazo en la manga para
enfatizar la propuesta. Qué decir de la labor de guitarras de Miguel Ortega y
Antonio Ortiz... Fundamentales. Ese sonido rocoso, en constante acometida, sin
dar tregua, es la base del disco pero, además, no descuidan los diferentes
detalles necesarios para arropar a cada tema con una atmósfera atractiva.
Vamos a dar un repaso a los temas. The Last Words Of Walter
Kovacs llama la atención desde el primer momento debido a la agresividad de
las guitarras rítmicas y a la intensidad a la que te somete cada uno de los
riffs. Densas, sin ser viscosas, cada una de las partes va subiendo el diapasón
hasta que llegamos a un final muy Doom en el que la canción cruje y muere poco
a poco. La siguiente, Whateley´s Baby, es un grandísimo tema que te
pasa por encima a toda velocidad dejándote noqueado. Empezamos muy arriba y
seguimos en ese nivel con The Dölmenn, a medio camino de las anteriores,
contiene unos solos de guitarra que aportan cierta dosis de melodía pero lo
habitual sigue siendo una atronadora y consistente correlación de riffs que por
momentos se extreman asomando el hocico en terreno blackmetalero.
El disco termina con las dos partes de Carhabh, muy
distintas entre sí. Con la primera cogemos un poco de aire ya que está
protagonizada por unas acústicas con cierto aire épico y unas guitarras muy
sugerentes que se dejan notar sutilmente a modo de pincelada. En la segunda se
dan cita todas las virtudes de sus tres primeros temas pero, a mí por lo menos,
no me llegan de la misma manera, debido quizá a los dos momentos a lo largo del
tema en los que la música se para hasta desaparecer completamente que me
desconectan. Aun así estamos
hablando de un tema notable, de casi catorce minutos, en el que se pone más
interés en creen los que se ofrecen pasajes cantados, instrumentales, momentos
veloces en contraposición a otros más lentos, y solos de guitarra más largos
que en las anteriores.
Puedo decir bien alto y sin temor a equivocarme que estamos ante
uno de los discos del año a nivel nacional. Seguro que no les faltan ni las
propuestas ni las ganas de presentarlo en directo, donde tengo entendido que
son un verdadero volcán en erupción. Ojalá se den las circunstancias para que
la banda pueda prodigarse más sobre las tablas y presente en sociedad esta obra
como es debido porque merecen muchísimo la pena.
© Diario de un Metalhead 2016.
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