viernes, 3 de febrero de 2017

EL TRIUNFO DE LA NOSTALGIA. 31.01.2017. BLACK SABBATH + RIVAL SONS. Crónica y fotos.


Texto: Simón García López.
Fotos: Jorge Carbajales Cuevas.

¿Sabéis esa de sales a tomar algo y te acabas liando? Pues eso fue más o menos lo que pasó, con la peculiaridad de que en este caso la fiesta comenzó en Puerto de vega y terminó en Londres viendo a Black Sabbath en su gira de despedida. 

Todo comenzó el viernes 20 de enero. Skuld tocaban en Puerto de vega. Después de una espicha a la que el propio grupo nos invitó, fuimos al "Pub la Havana" donde tocaban. Entre tema y tema, cerveza y cerveza, tocaron “Iron Man” y empezamos a hablar de Black Sabbath. Que si no vienen a España, que si última gira, que si es una pena… Y en ese momento, con unas cuantas cervezas alguien dice: ¿Y si vamos a Londres a verlos? 
Cuando yo nací en Black Sabbath ya no cantaba Ozzy. Ni tan siquiera estaba Dio. En 1983 Black Sabbath llevaban tocando 15 años, habían dado lo mejor de sí y ya eran leyenda. 


En mi vida aparecieron siendo un niño en el mercadillo de Navia. Era mi tienda de discos en aquella época. Mi padre al que siempre le gustó el Rock y el Heavy, me dejó comprar un par de cintas y sin dudar cogí el “Greatest Hits” con la portada de Brueghel el viejo, cosa que lógicamente yo desconocía en aquella época, y el “Keeper I” de Helloween. Antes de eso sólo había escuchado “Paranoid” de Black Sabbath en un recopilatorio Heavy Metal de esos que tanto se destilaban en aquella época. Debía de ser el año 90 más o menos. Aquella cinta dejó en mí un recuerdo imborrable. No puedo hacerme una idea de las veces que la pude escuchar. En ella estaban todos los clásicos hasta “Sabbath bloody sabbath” y el tiempo se encargó de transformar todo aquello en nostalgia. La nostalgia con la que compré en Candem el mismo “Greatest Hits” en vinilo la primera vez que fui a Londres. Había sido mi primera cinta del grupo, y era mi primer vinilo de ellos. Cosas del destino, volvería a Londres a escuchar aquel disco casi entero pero en directo, cerrando un círculo personal emotivo y cargado de simbología. Cumpliendo algo más que un sueño.

La mañana del sábado amaneció soleada y punzante. Alguien había venido en medio de la noche y había trepanado nuestras cabezas, ya que el sentir era general. 

-    Oye, ayer sacamos las entradas para Black Sabbath te acuerdas, ¿no?- me dijo mi novia. 
-    Claro- le respondí.- ¡Subidón!

El lunes, ya con la trepanación arreglada, pedí en día en el trabajo. Alguno de los que se habían lanzado el sábado tuvieron algún problema más para sacar adelante el plan, pero en general, todos pudimos adaptar el arrebato a nuestra vida cotidiana para estar al domingo siguiente en Londres viendo un concierto más que especial. 

Tras los preparativos de la semana, el sábado arrancamos para Reino Unido. El concierto sería al día siguiente, pero queríamos aprovechar el fin de semana. Atravesando Londres en taxi bajo la lluvia de camino al hotel, en el medio de la ciudad “Paranoid” sonaba a todo volumen. 


El sábado resultó un día tranquilo. Cenamos en el centro unas pizzas que sabían a fuego, tomamos unas pintas, y retiramos temprano. 

El domingo por la mañana paseamos y comimos en Candem. Entramos en el típico pub inglés sobre las dos de la tarde. Tenía una parada de taxis justo enfrente, así que no había problema para llegar al O2. Salir por la puerta y a correr. Habíamos puesto las 4 de la tarde como hora límite para arrancar. El concierto empezaba a las 7, y por si acaso había mucha cola para acceder al recinto queríamos llegar temprano para pillar un buen sitio en pista. Pinta va, pinta viene, el rock más clásico de fondo, calor dentro, lluvia torrencial fuera. Salimos cerca de las 17:30 medio eufóricos y cantando “Livin´ on a prayer” de Bon Jovi (We are spanish, we don´t keep calm), cuando se presentó el primer contratiempo. 

- Oye, que en el taxi no hay nadie.
- ¡No me jodas! ¿y ahora?
- Pues al metro.


Caminamos a toda velocidad bajo la intensa lluvia dirección al metro de Candem. La euforia se había esfumado y cierto canguelo hizo acto de presencia. No era nada comparado al que generó el siguiente contratiempo.

- Ostia, está cerrado el metro.
- ¡No me jodas! ¿Y ahora?
- Pues a esperar que pase un taxi por la calle y tirarnos encima como locos.
- Ya no llegamos.
- No, no llegamos. 
- No me lo puedo creer.
- ¿Y si pasamos de Black Sabbath y vamos a la taberna otra vez a pillar una moña oyendo Bon Jovi?
- Voy a pedir el teléfono de los taxis a ese otro pub.
Justo cuando entraba parte de la expedición en dicho pub, vimos aparecer un taxi en la calle contraria con la luz encendida. 
- ¡Avisa a los de dentro que hay un taxi allí!
- ¡A correr!
Abordamos el taxi que se había parado en un semáforo sin preguntar. Llegábamos. Pero al poco de subirnos sentimos que otro problema se generaba lentamente. 
- Oye tío, me meo. 
- Yo también. 
- Al parecer estamos todos igual. Pues hay que aguantar, no queda otra.
Se mascaba la tragedia. La hora más larga de nuestras vidas. El taxista después de preguntarnos a dónde íbamos, nos preguntó en un alarde de inconsciente amabilidad qué queríamos escuchar. 
- ¡Black Sabbath!
- Sorry, I don´t have Black Sabbath. 
- Rock music. 
- Ok!
Cada minuto un sufrimiento. Cada bache un infierno. Era irremediable. Nos íbamos a mear. 
- Yo tengo un botellín de agua de medio litro- dije.
- No me jodas. Ni se te ocurra- respondió desafiante mi novia que también se meaba. Aborté operación. 


Una hora más tarde y después de un estoicismo que nos llevó al límite del “colapso vegigal”, con el “Back in black” de AC/DC de fondo, y entre horribles sufrimientos, llegamos al O2. Nos bajamos rápidamente, vaciamos el mal donde pillamos, a pesar de la multa que nos podía caer y después hicimos barrera humana para la micción de mi novia. Recobramos la alegría al momento. Libres de peso y con el deber cumplido. Llegábamos y de sobra. 

Entramos a la pista y nos sorprendió la rapidez y facilidad con la que lo hicimos. Sin colas ni aglomeraciones. El sitio era impresionante por fuera y por dentro. Gradas rodeando la pista, amplitud, comodidad. No se podía pedir más. Pillamos unas Becks portátiles a la entrada, como en Wacken y nos situamos unos metros delante de la mesa, donde queríamos. 

Cinco minutos pasada la hora prevista y con un O2 a medio llenar salieron los californianos Rival Sons para calentar el ambiente. He de reconocer que no tenía referencias de ellos y la verdad que toda la expedición quedó más que gratamente sorprendida por la calidad y buen hacer del grupo americano. Quien lea esto y los conozca o haya visto en algún momento de estos 8 años de trayectoria sabrá de sobra de lo que son capaces. Para mí fue una sorpresa total. Para que quien no los conozca y quiera hacerse una idea, Rival Sons es del estilo de nuestros Eldorado. Un descubrimiento y un grupo al que seguir sin duda después de verlos. Impresionantes en general, estupendo el sonido y la intensidad de su directo. Jay Buchanan nos desbordó con su voz. Parecía que el mejor Robert Plant se había subido a las tablas del 02. Tiene un premio en la voz. Durante los 40 minutos que estuvieron en escena, le dieron un buen repaso a los clásicos de su discografía (me he informado concienciadamente para la reseña) comenzando con temas directos como “Electric man” y “Secret” alternando con temas más tranquilos como “Tied up” o “Fade out” de su último disco “Hollow bones”. La aportación del Hammond es fundamental consiguiendo que te transportes al Hard rock de los 70 que es en esencia la base de su estilo. Cerraron con “Keep on swinging” otro de sus temas estrella, el O2 ya a reventar y a buen seguro conquistando el corazón de quien como yo no los conocía y afianzando su lugar en el de aquellos que sabían perfectamente de lo que eran capaces. Estarán en España descargando el día 9 de febrero en Gijón y el 10 en Madrid. Si lo tuyo es el Hard rock setentero traído con calidad y buen hacer a nuestros días no me lo pensaría. 


Tras apenas 10 minutos de cambio, las luces del O2 se apagaron. Había llegado el momento por el que estábamos allí. 

En la pantalla se proyectaba el nacimiento de un espectacular demonio que sumió al mundo en llamas, las mismas que encendieron el logo gigante de Black Sabbath en la proyección. Campanadas y allí estaban ellos rodeados de fuego en el escenario comenzando con el tritono de la primera canción que vió la luz del grupo. “Black Sabbath”. Difícilmente se puede ser más oscuro y siniestro. El sonido era perfecto, potente y limpio. Resultaba impresionante en general ver cómo la gente se mantuvo en silencio hasta el cambio de ritmo. A partir de ahí el público se desató. Engancharon con “Fairies with boots” y tras ella “Under the sun” donde definitivamente el público se volvió loco. Incluso se produjo algún que otro altercado en la zona donde nosotros estábamos que se subsano con el “accidentado” limpiando la sangre que manaba abundante de su nariz en el jersey de su agresor. Un abrazo y andando.

En ese momento ya éramos más que conscientes de dónde estábamos. Ozzy no paraba de pedir a la gente que gritase moviéndose de un lado a otro del escenario. Sin duda los años ya le pesan pero siempre dio el tono, siempre se mantuvo activo, en todo momento interactuó con el público. Si de verdad este es el final de Black Sabbath será un final no digno sino encomiable. 

Imágenes preparadas para cada tema se proyectaban en pantalla intercalando la retransmisión del propio concierto. Continuó la dosis de energía con “After forever”, “Into the void” y la pesadez de “Snowblind”. Tras esta, era momento de descansar un poco.


Ozzy presentó uno a uno a los miembros de la banda y sin duda Iommi se llevó la mayor ovación. Los aplausos aún se escuchaban cuando las sirenas empezaron a sonar. Había llegado uno de los momentos de la noche. Ozzy mandaba aplaudir (constatamos una vez más que la marabunta siempre se cruza cuando aplaude) y se coreó, esto sí que a tiempo y bien, la letra de “War pigs”. Tommy Clufetos machacaba su instrumento como Bill Ward en sus mejores años. Respetaba su estilo, incluso su look hacía recordar el de Bill. A estas alturas no tiene nada que demostrar, pero dio un recital de poderío. Es un batería bestial. Espectacular y efectivo. El típico batería de banda grande. Un fuera de serie. Fue emocionante escuchar a todo el O2 tararear el riff final de “War pigs”.

El concierto continuó con “Behind the wall of sleep” y tras él, otro de esos temas absolutamente emblemáticos antecedidos por un solo de bajo de Geezer quien estuvo impecable en su trabajo aunque excesivamente estático a lo largo de la noche. Sonaba “N.I.B.”, quizás el tema más emotivo de la noche. Una mezcla perfecta de la energía de un riff bestial y la belleza de un punteo imperecedero. 

Había que salir del sueño evocador en el que te sumerge “N.I.B” y qué mejor que con un buen medley intrumental para que Ozzy tuviese su merecido descanso. Se compuso de la entrada de “Supernaut” unida al riff inicial de “Sabbath bloody sabbath”, que sonó absolutamente épico. Por desgracia, no la tocaron entera y lo sentí especialmente ya que es una de mis canciones preferidas de siempre. Me quedaré con la espina clavada. Tras ellas, “Rat salad” sirvió de entrada para otro momento especial y espectacular como fue el solo de batería de Tommy Clufetos. Poco más que añadir de él a lo ya comentado. Pura energía. Qué manera de pegarle.


Estaba claro que estábamos llegando al final. Ozzy volvió a salir a escena 10 minutos después sobre los golpes de bombo que preludian “Iron man”. Tras ella “Dirty woman” y “Children of the grave”. Resultó bestial la entrada de esta canción proyectándose en la pantalla una especie de cementerio de calaveras mientras comenzaba de menos a más el riff inicial que se convirtió en una auténtica apisonadora. Quizás el momento más impresionante para mí de todo el concierto. Salí de allí tarareando el riff y me levanté por la mañana evocándolo y comentando ese momento. Brutal. 

Se despidieron al finalizar esta canción pero aún faltaba la traca final. Decenas de globos cayeron del cielo del O2 sobre nuestras cabezas mientras Ozzy calentaba al público para el final. Una pequeña entrada de guitarra antecedió a uno de esos riffs de todos los riffs. El riff de Black Sabbath que todo el mundo conoce, seas de donde seas y vengas de donde vengas. “Paranoid”. Hubo una explosión y una lluvia de papeles cayó sobre nosotros mientras tocaban la canción que pasó como una exhalación y cerró un concierto memorable para todos los allí presentes que despidieron al grupo de pie entre gritos y aplausos. 

Es difícil describir la sensación cuando cumples un sueño. Cuando participas de algo único como fue aquello. Como decíamos en tono de pitorreo pero con cierta carga de verdad por lo menos para nosotros, estábamos en el lugar del mundo en el que había que estar en ese momento. Fuimos unos privilegiados por vivir aquello. La nostalgia triunfó esa noche. Se cerró un círculo personal. Quizás nunca vuelva a ver a esos tres monstruos del metal, de la música con mayúsculas sobre un escenario. Pero sí podré contar que un lluvioso domingo de enero en Londres tuve el enorme privilegio de verlos, de ver a Black Sabbath. Así se lo contaré a mis nietos.

Set-list:
Black Sabbath
Fairies Wear Boots
Under the Sun
After Forever
Into the Void
Snowblind
War Pigs
Behind the Wall of Sleep
Bass solo + N.I.B.
Medley (Supernaut + Sabbath bloddy Sabbath + Rat Salad) + Drum solo
Iron Man
Dirty Women
Children of the Grave
Bis Final: Paranoid



© Diario de un Metalhead 2017.

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