Tras dos años de cancelación, un intento fallido de sacar adelante en septiembre del pasado año una versión más light llamada Bullhead City, y dejar en una idea el Winter Nights por culpa de la climatología, Wacken 2022 se presentaba como una cita imprescindible para la vida del festival y de la empresa que lo sustenta. Dos años sin poder trabajar son sin duda la ruina para cualquier empresa y Wacken Open Air no es algo ajeno al mundo real. El monstruo alemán no llegó a caerse del todo, pero podemos decir sin duda a equivocarnos que sí que llegó a tambalearse.
Han tenido que buscar ayuda externa y el tiempo dirá si el festival pierde su idiosincrasia y se convierte en algo más feria tipo Graspop o Sweden Rock. El caso es que para seguir vivos no quedaba otra, y la edición número 31 salió adelante con luces y sombras.
Nada que objetar a un cartel en el que han logrado aguantar a la mayoría de las bandas anunciadas ya en 2020, al menos las más importantes estuvieron presentes. Slipknot encabezaban el billing desde entonces y Judas Priest ofrecieron su Concierto 50 Aniversario en su año 52, pero ahí estuvieron.
Llegamos ya de martes, para poder pasear de forma tranquila y acreditarnos sin colas. Allí nos encontramos a Jose de Noche de Rock. Con la pulsera en el brazo y tras cargar dinero en el chip de la misma, nos fuimos hasta el recinto, para dar una vuelta y observar los cambios. Nos pudimos mover por todas partes sin problema alguno y aprovechamos para meter la nariz en algunos lugares prohibidos.
Todas las áreas han crecido para esta edición. El Infield, con los dos escenarios principales, ha aumentado su espacio al alejar al Louder del lugar. Un Louder que con el cambio ha ganado en todo. Es mayor, cuenta con mejor sonido y está casi a la altura de los dos escenarios principales. A pesar de ser el tercer escenario ahora mismo supera a cualquier principal de los festivales españoles. El Beergarden Stage pasa a ser historia. Ha sido el gran sacrificado con el desplazamiento del Louder.
Wackinger y Wasteland ya no comparten espacio. El Wasteland está más alejado, ya pegado al camping; mientras que el Wackinger se mantiene, con unos accesos muchísimo más amplios para evitar atascos a la hora de desplazarse al lugar y un escenario mucho mayor, más digno. El antiguo se había quedado pequeño hacía años. Bien por el cambio.
Pero sin duda alguna la principal novedad estaba en el Bullhead, que ha dejado de ser una carpa techada. La ubicación no ha cambiado, pero es más amplia y en la parte de atrás cuenta con un beergarden de lujo desde el que se puede observar a las bandas sin falta de estar de pie si vas justo de fuerzas. El sonido de los dos escenarios fue muy bueno a lo largo de los cuatro días, llamando poderosamente la atención lo bien que sonó el Headbangers Stage, que en la carpa nunca lograba sonar tan bien como el W:E:T Stage.
Acabamos en el Wasteland, única área ya con vida donde en la primera noche hubo actuaciones. Compras varias para no detenerse en los siguientes días, cena, partida de futbolín en un stand del ejército alemán donde buscaban reclutar gente, y breve paso por el bolo de MAMBO KURT.
Ya de vuelta hicimos una parada para conocer el LGH, un espacio habilitado por el festival en pleno pueblo donde hay una sala de conciertos -actuaban WALKWAYS, banda israelita de Nuclear Blast-; beergarden; sala de exposiciones; espacios para reuniones, etc. El LGH es donde una tarde, a las 7, Thoman Jensen y Holger Hübner decidieron poner en marcha el mejor festival del mundo allá por el año 1990. Hoy en día es un perfecto lugar de encuentro de libre acceso. Volveríamos a visitarlo el sábado por la mañana para ver la exposición de Pep Bonet y acudir a la reunión de la Metal Battle. Pero eso ya os lo contaremos más adelante.
Cuando nos acostamos llevábamos 21 horas en pie. Tocaba descansar que el jueves se presentaba duro y caluroso. La amenaza de lluvia del miércoles fueron apenas unas gotas que no volvieron a aparecer en la edición de Wacken más calurosa de la historia
continuará...
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© Diario de un Metalhead 2022.
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