Fotos: Maitane Fernández.
Siempre me las he querido dar de ser el fan número 1 de Iron Maiden, pero las pruebas de vida demuestran que estoy lejos de merecer tal honor.
Y es que si bien de Maiden hay en casa casi un par de millares de referencias, algo que puede parecer enfermizo, detrás van las huestes de Hetfield/Ulrich.
Ya sé que hoy en día lo que se estila es echar mierda contra ellos, pero a mí, a estas alturas de la vida, me resbala todo. Más aún después de lo vivido en San Mamés el pasado domingo. Comenzaba mis vacaciones en el estadio de mi adorado Athletic para ver a los de San Francisco por sexta vez en mi vida. No podía ser mejor. Pero aún quedaba mucho por vivir.
Había pensado pedir acreditación de prensa para el BILBAO BIZKAIA ROCK DAY, pero hacer tal cosa me iba a obligar a plantarme en el festival desde primera hora, y, sinceramente, el resto del cartel me daba bastante igual por no decir que no me gustaba. Iba ser más un castigo que otra cosa, así que mejor pagaba la entrada y ya vería si luego lo contaba o no. No había obligación ninguna. Pero aquí estamos.
Cogí entrada de pista para mí y para Maitane el mismo día de salir los tickets a la venta. Todo preparado. Iríamos a Bilbao, veríamos a Metallica y vuelta. Sin más historias.
Partimos por la tarde, después de comer. Una parada por el camino para coger algo para la cena y listo. Dejamos el coche bien aparcado en Barakaldo para no meternos en el centro de Bilbao. 45.000 personas son muchas para andar buscando aparcamiento. Acertamos de pleno. Aparcamos al lado del BEC! y con la ayuda de un chaval de seguridad que nos sacó los billetes del metro, en 10’ estábamos viendo el León brillando en la pantalla del coliseo bilbaíno, ese en el que hemos cantado los goles de Aritz Aduriz. Por vez primera íbamos a ir a un concierto en tan precioso escenario.
Entramos cuando aún faltaban más de dos horas para el comienzo del show de Metallica. Nos enteramos que WEEZER se habían caído y por eso las actuaciones iban con algo de desfase de tiempo. Suerte, porque así vi a THE HELLACOPTERS en vivo por fin. Los suecos pudieron alargar algo su set, lo cual seguro agradecieron los fans que estaban allí por ellos, que alguno había. No es una banda que me haya enganchado nunca. A diferencia de otros grupos compatriotas suyos -no sé la razón- pero nunca me han transmitido nada. Nunca les he pillado el punto. Tenía la esperanza de que al verles en directo mi historia con ellos podría cambiar. Pero la verdad que no. Su concierto se me llegó hacer incluso aburrido. Pero bueno, estar pensando en Metallica es lo que tiene. De todas formas he ido a ver a otras bandas grandes otras veces y flipar mucho con el telonero de turno. Así que no fue por eso.
Y por fin llegó el momento METALLICA. La banda más odiada por mucha gente es sin duda la más amada de la tierra junto a AC/DC. Eso es así joda a quien joda. El odio irracional que muestran algunos es directamente proporcional al amor incondicional que mostramos otros, que cada día les amamos más y más. Vale que hay discos que no son tan buenos como otros, pero eso pasa con todas las bandas. Pero si te haces una lista del Top-100 de la historia del metal igual flipas con los discos suyos que se colarían en esa lista. Así que ... es lo que hay. Y uno malo suyo sería una obra de arte para otros.
Nos colamos en la parte izquierda del escenario, lo más cerca posible de la zona noble del Gorden Circle. Desde allí se veía bien, se oía de maravilla, y aún podíamos pillar algún primer plano de Kirk, James y Robert cuando se acercaran por la pasarela. La sensación era alucinante. Estábamos un metro más atrás que alguna gente del Golden habiendo pagado mucho menos dinero. Entre los dos 80€ menos, que nos dieron bien para los gastos del día.
Arrancar con “Whiplash” y “Creeping Death” nos llevó a la adolescencia. En ese momento y después con la tercera, “Enter Sandman” les veíamos casi de culo, como toda la gente de alante. La banda se situó en la parte delantera de la pasarela central. Allí, en una plataforma 4x4 se lucieron para que los fotógrafos pudieran lanzar sus instantáneas desde la zona FOH. Pudimos saludar a Malvido y a Endemaño en su camino hacia el trabajo. Vi de lejos a Juan Sanz también, pero no pude ni siquiera cruzar un abrazo. Todos iban con grandes objetivos y con caras de circunstancias. No se lo habían puesto fácil.
“Harvester of Sorrow” fue el cuarto tema, ya con la banda en el escenario y habiendo desmontado el kit de Lars de la parte frontal. “Wherever I May Roam” fue la primera en emocionarme de verdad. Tuvimos a Kirk al lado. Me temía que nos soltaran el truño de “No Leaf Clover” del “S&M” y acabó cayendo. Nos vino de perlas para escapar hasta el baño. No tardamos ni cinco minutos en ir y volver. Había colas pero la gente no perdía el tiempo.
Volvimos al lío con “Sad But True”. Estábamos fuera de la zona noble, pero como digo lo suficientemente cerca para sentir al grupo. Tanto fue así que a pesar de la distancia y de no estar en el Golden, pillamos una púa durante esa canción. Y entonces todo cambió.
Hetfield dice que se van a tocar una del “St. Anger”, lo cual, personalmente no desaprobaba, pues el disco me gusta. “Dirty Window” fue la restallada. Entonces sale un señor de negro del backstage -con su nombre en los auriculares- y nos pone una pulsera que luce la leyenda “SnakePit”. El personal de seguridad nos indica amablemente que con eso podemos pasar a primera fila, a la zona VIP, que estamos invitados por la banda. Así, sin más. Tanto nosotros como los que por allí estaban y corrieron la misma suerte, no nos lo podíamos creer. De repente nos vimos en el foso. Estábamos en el lugar adecuado, en el momento preciso.
“Nothing Else Matters” nos dejó ver a un James Hetfield emocionado, aunque más aún lo estaba una chica a mi lado que lloraba fruto por verse allí dentro sin su pareja que no había corrido la misma suerte. Nosotros entramos los dos.
Suena “For Whom the Bell Tolls” y ya no sabemos hacia donde mirar. Tenías a uno enfrente, otro te pasaba por encima, Lars te sacaba la lengua. El subidón de adrenalina era bestial. Estaban por todas partes. No sabías si llorar, si sacar una foto desde tan cerca o si tirarte la birra por encima de la felicidad que sentías. Del “Hardwired ...” sólo sonó “Moth into flame”, aunque la que yo deseaba era “Now That We're Dead”, mi favorita de los últimos 30 años, ese tema adictivo que cuando pincho no puedo dejar de escuchar una y otra vez. Se despidieron son “Seek & Destroy” y pillé otra púa más. Al vuelo.
Y llegó el bis. Hetfield se despachó un “Metal Militia” de manual, voz chillona incluida. Quizá una de las canciones más reverenciadas de la banda en sus comienzos. ¿Cuántos fanzines se llamaron así? Luego llegó la larga intro de guerra y el “One”. No me había dado cuenta de que había pantallas. Creo que nunca miré tan poco para ellas. Os juro que no tengo ni idea de qué visuales proyectaron. No os puedo hablar de ellos. Teniendo a Trujillo sonriéndote a dos metros para qué vas a mirar a las pantallas.
Cerraron con problemas en la PA para “Master of Puppets”, con San Mamés entregado al cuarteto más grande de la historia. El único pero en un evento al más alto nivel que contó con una organización por parte de Live Nation realmente admirable.
Al término lluvia de choques de manos, púas y baquetas. James poniendo su muñequera a un niño que estaba a hombros de su padre... Cercanos, emocionados y agradecidos a la gente que les amamos y teniendo esos detalles que tan felices nos hacen a los que vivimos la música de forma tan intensa, que hemos hecho de esto una forma de vida.
© Metallica https://www.instagram.com/metallica/ |
Fue inolvidable, será irrepetible y sé que es difícil de creer, pero para el que esto escribe, el mejor concierto de su vida, eso con casi 40 años de bolos a la espalda.
Metallica Rules the World.
© Diario de un Metalhead 2022.
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