domingo, 14 de junio de 2020

¿Serían nuestros mitos musicales tan grandes si no se hubiesen muerto?


Por Simón García López.

Después de ver el documental sobre Nirvana “All apologies”, o más bien sobre Cobain, porque los demás parecen no existir ni en la historia ni en la banda, me asaltaban una serie de preguntas que me gustaría compartir. 


Kurt Cobain, como a estas alturas todos sabéis, compone un triste club, (sin ningún romanticismo, para qué engañarnos), que se llama “El club de los 27”. Músicos o artistas que murieron a esa edad, gente con un presente de éxito y futuro prometedor que, en general por las drogas, vieron su carrera y la de sus bandas truncada de manera temprana. Este club está compuesto por músicos como Robert Johnson, Brian Jones, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, el propio Kurt Cobain o Amy Winehouse, la última en entrar. Este club no deja de ser algo anecdótico, porque jóvenes han muerto músicos a patadas. Dentro de la historia de Rock que ahora recuerde han muerto Marc Bolan de T-Rex (29 años), Tommy Bolin de Deep purple (25 años), Cliff Burton de Metallica (24 años), Randy Rhoads de Ozzy (24 años) o Buddy Holly (22 años). Hay muchos más pero sirva esto como una pequeña muestra. Por supuesto, no hay ninguna confabulación o teoría que demuestre que los grandes roqueros están destinados a morir a los 27. Lo matizo porque si se ha extendido que la tierra es plana y que el clorito de sodio cura todas las enfermedades del mundo, esto es más sencillo que se extienda. Se han hecho estudios incluso sobre el tema y por supuesto han concluido que no existe ninguna conjetura metafísica que lo explique. Es casualidad. Pero no es este el tema. 

El tema es si la figura de todos estos músicos se ha sobredimensionado con el tiempo o si de verdad merecen en general el trato mítico que se les da. No se trata de divagar sobre lo grandes que podrían llegar a ser o no, porque eso no lo sabrá nunca nadie, sino si de verdad merecen el tratamiento que se les da y que supera en muchos casos al que reciben músicos o bandas coetáneas, que tuvieron (parece) la desgracia de no haber fallecido, y que sólo por no hacerlo se les trata me manera mucho menos mítica. Gente con una carrera entera dedicada eclipsados por los chicos del club.

Cuando alguien fallece a esas edades, algunos seguramente, o todos, no habían alcanzado ni la madurez personal ni musical. A esas edades, en general, el trabajo que se ha hecho en el mundo de la música es más bien escaso. Incluso la carrera musical de muchos estaba aún por hacer por mucho que hayan dejado 2, 3 o 4 discos para la historia. La muerte marca el mito, sobre todo de aquellos que en ese momento estaban en lo más alto. El mito se construye con juventud, belleza (circunstancia nada desdeñable en este caso), vida de excesos y muerte traumática. Los entrevistados en reportajes o documentales cuentan historias sobre los mitos, detalles curiosos, pruebas de la genialidad del que se fue. Lo metafísico de sus letras, la manera en que cogía la guitarra o se movía en el escenario, como a los pocos meses, a pesar de no caminar aún, ya apuntaba maneras, cómo miraba al infinito, cómo cogía un vaso… Todo sirve para deificar. Eran dioses, genios indiscutibles a los que la vida trató mal, para los que la muerte fue casi la única salida. 

No voy a analizar detalles personales de cada uno de ellos. Hablo tan solo del aspecto musical, porque en el fondo todos esos entrevistados, cercanos o conocidos de una manera u otra al protagonista van a contar maravillas del muerto o la muerta. Si nos atenemos a este plano musical, ¿de verdad habían hecho estos músicos algo tan grande? Si en vez de morir jóvenes hubiesen continuado con sus carreras y tenido que reinventarse día a día, ¿Se les recordaría de la misma manera? 

En ese documental sobre Nirvana Jack Endino, el productor de “Bleach”, ponía el dedo en la llaga. Se quejaba de aquellos que comparaban las discografía de Nirvana con la de bandas como The Beatles, The Rolling stones o The Who, bandas con una trayectoria larga, con evoluciones y demostrada calidad que perviven a día de hoy. Dave Grohl mismo, que se reinventó después de Nirvana con lo duro que eso era y sirva de ejemplo Novoselik, quien fracasó estrepitosamente con Sweet 75, resurgió de sus cenizas creando una banda enorme como Foo fighters, que llena estadios y que guste o no ha superado en todo a Nirvana, demostrando un talento en su trayectoria musical que persiste tras 25 años de andadura, aún sigue en las entrevistas siendo preguntado por Cobain, como si él fuese una comparsa en esto de la música o el músico que estuvo allí mientras el verdadero Dios se derrumbaba. 

Por todo ello no puedo dejar de hacerme la pregunta, sin negar el talento de todos ellos, de todos los que aparecen en este artículo, de si guitarras con Randy Rhoads, bajistas como Burton, o cantantes como Joplin de verdad han hecho lo suficiente para que se les considere simplemente por su trabajo mitos universales de la música. Algunos han participado o creado obras cumbre pero, ¿es suficiente eso al lado de otros que han sobrevivido a los excesos, trabajado y creado durante años, demostrando en el tiempo su valía?

Pensad por ejemplo en que Axl hubiese fallecido, (que tranquilamente podría haber pasado) después de los “Use your illusion”. O Vedder después del “Ten”. O Ozzy mismo después de salir de Sabbath en esa época en donde estuvo más para allá que para acá. Todos se hubiesen convertido en mitos a la altura de Cobain. No habríamos visto el deterioro de Axl, o cómo Ozzy o Vedder se convertían en mitos reales de la historia de la música, porque hasta cierto punto cada uno construye su vida y su mito. Muchos son los que se quedan por el camino. Los que viven de las rentas de la juventud. Muy pocos los que sobreviven al éxito esporádico y viven de su presente. ¿Podrían todos estos de la lista haber sobrevivido artísticamente al éxito de su juventud, reinventarse y llegar a ser mitos de la música por su trabajo única y exclusivamente? Nadie tiene la respuesta a eso una vez más y nos gusta recordarlos como los conocimos, idealizarlos, algo de lo que nuestra mente ya se ocupa por sí sola. Nostalgia. 

Muchas preguntas sin respuesta y una única a la que debemos responder con la cabeza y no con el corazón: ¿serían nuestros mitos musicales tan grandes si no se hubiesen muerto?

© Diario de un Metalhead 2020.

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