domingo, 22 de diciembre de 2019

Vuelven los 90 ... ¡Ya era hora!


Por Simón García López

Me ha dado el señor Larry Runner la oportunidad de responder al artículo que escribió sobre los 90 y no voy a desaprovecharla. Gracias por ello jefe.

Quizás debería empezar por destacar algo obvio, pero necesario. En los 90, sin tener medidor a mano, a buen seguro y como en todas las épocas, hubo tantos discos buenos como malos. La diferencia de los 90 respecto a otras épocas es que hubo una inmensa cantidad de discos absolutamente revolucionarios y no sólo en América. En Europa, en la vieja Europa, que en cuestión de marketing tiene mucho que aprender aún, la influencia de estilos como el Grunge o el Nu metal a nivel creativo fue más bien escasa y los que se dejaron influir por ellos, no han pasado a la historia como referencias destacables en ningún caso. Triunfaron esos grupos en Europa a nivel de público, pero no creativo. Aquí estábamos a otras cosas. 

En España, por ejemplo, a finales de los 80 nos empezaba a inundar el punk reivindicativo, rock radical vasco, rock urbano y se intuían los últimos coletazos de una época gloriosa de Rock y Heavy nacional de principios de esa década, época mítica y gloriosa, primera apertura verdadera a lo que se cocía fuera de nuestras fronteras, más allá del flamenco y la movida madrileña tras la dictadura. En esa España cantar en inglés era impensable y quien salía de aquí para producir fuera era criticado en los sectores más reaccionarios, aquellos que curiosamente veían como un hito en la historia de nuestro rock que Barón se hubiesen ido a Inglaterra a grabar “Volumen brutal”, en vez de aplaudir la valentía e iniciativa. Que se le pregunte a Hamlet cuando cruzaron el charco para producir en los Morrisound. Hace mucho ya, pero las cosas se nos olvidan. 

De estilos extremos poco o nada. En los 80, Fuck off, Legion, que también se fueron a los Morrisound (por cierto dice la leyenda que el disco “Legion” de Deicide se llama así porque le encantó a Benton el nombre del grupo español), y muy poco más. Grupos como S.A., Beer mosh, Hamlet, Ktulu, Koma, Canker, Narco, Anarko, Su ta gar, Anestesia, Aspid, Embrace me ocean o todos los de música extrema llegarían en los aburridos 90 donde todo terminó para el metal, como bien se puede ver. 

El heavy murió con los 80 porque claro Saratoga, Avalanch, Tierra santa, Easy rider, Ankhara, Mago de Oz, Dark moor o Azrael entre muchos otros, debían de hacer Hip Hop. Cuando habláis por ejemplo en España de la muerte del Heavy, ¿os olvidáis de todo esto o es que ya estabais a otra cosa?

Permitidme haga un paréntesis y hable de mí y mi entorno brevemente, por un motivo que después entenderéis. Seguro que muchos os sentiréis identificados.  

Nací en 1983 en Puerto de vega. En mi pueblo ya había Heavys de aquella, Festival de rock y grupos de rock. Crecí en una casa donde se escuchaba Deep purple, AC/DC, Accept, Barón rojo o Avenger. Se compraban las cintas en los mercadillos de pueblo hasta que mi padre decidió que ni una más y ahí tuve que empezar a presionarlo yo. Los dos primeros discos que compré fueron el “Keeper I” y el primer “Greatest hits” de Black Sabbath, el de la portada de Brueghel el viejo.

Crecí en un pequeño bloque de pisos donde mis vecinos, los hermanos Suárez, Borja (Legacy of brutality, Replica), Abel (Cathexia, Replica) y Miguel (lo intentó, pero prefirió ser fan y juerguista), casualmente eran metaleros. Cuando apenas sabía leer, me ponían desde la ventana de su casa los nuevos discos de Kreator, Metallica, Sepultura, Obituary o Morbid Angel, y me tiraban por esa misma ventana pósters de Guns and roses o Accept por los que me peleaba con Dani (Unexpectance, Teksuo), otro vecino, por cogerlos. Ese era mi barrio. Se pintaban en las aceras los logos de Maiden, Metallica o Death, y grabábamos en cinta lo que caía en nuestras manos. Todos mis amigos de infancia y juventud escuchaban metal.

Jugué al fútbol en un equipo donde con 11 años intercambiaba música con un chico que tenía las mismas inquietudes que yo. Este chico tenía casi todo lo que salía de novedad. Amigo “Redru”, cuánto me diste. 

Con 14 años tuve mi primer trabajo: monaguillo en Semana Santa. Gané 3000 pesetas y me compré el “Inside the torn apart” de Napalm Death. 

Ya en el instituto conocí a otros metaleros, pocos, y a gente de la escena Punk y Hardcore naviega, muy intensa y prolífica por aquellos años. Mis padres, muy preocupados por mis devenires generales fueron a hablar con el orientador porque decían que tenía un problema con la música, que estaba enfermo, algo tenía. Todo el día encerrado en la habitación oyendo música, todo el dinero que ahorraba para discos o revistas, todo el día rodeado de imágenes macabras. Me entrevisté con el orientador una bonita mañana soleada temiéndome lo peor y tras una charla que se tornaba cada vez más animada, me confirmó algo que ya sabía: era un joven normal con inquietudes normales. Mis padres se enfadaron mucho cuando les dije que estaba bien, porque esperaban que fuese un demente con tendencias homicidas. Me fui a mi habitación a escuchar música mientras mi madre gritaba que, como todo buen psicópata, había convencido al orientador mostrando el lado amable de mi oscura personalidad. 

Os preguntaréis el porqué de este breve repaso a mi biografía de juventud. El primer motivo es que algunos veteranos del metal, aún se me acercan para darme lecciones de lo que es ser metalero. No saben nada de mí, nada de mi hagiografía brevemente resumida arriba, pero para ellos ser más joven y metalero sirve para el menosprecio. Sinceramente, me niego a pedirles perdón por no haber nacido a principios o mediados de los 70 y poder hablar de primera mano de lo que fue aquello. Insisto, aún a día de hoy me encuentro con gente que me pone a examen o me pregunta dónde estaba yo cuando ellos escuchaban a tal o cual banda clásica. Cómo puede ser que de mi boca salgan tan siquiera los nombres de esas bandas. Qué sabré yo. Pues señores, (siempre sois señores) quizás estaba en los cojones de mi padre, pero por una cuestión biológica y astral que cualquiera puede entender, no estaba en igualdad de condiciones con ustedes. Me imagino que toda esta gente no hablará por decencia de Black Sabbath, Zeppellin, de los Rolling stones, los Beatles o Elvis, por poner un ejemplo, porque igualmente ellos estaban en los cojones de su padre. Y se disculparán cuando se les pida opinión sobre la Guerra Civil, la Revolución Francesa o el Descubrimiento de América. No lo vivieron, por lo tanto imagino se corten a la hora de darla. Estos que aún hoy tienen la mala costumbre de ponernos a examen son los que dictan las leyes de la termodinámica en el metal. Llevamos años sufriéndolos y como decía en un artículo pasado, son el cáncer de nuestro mundo. Inquisidores. Y ojo, la experiencia es un grado, su experiencia lo es, pero no usada para humillar a nadie. 

El segundo es que no, no considerábamos mierda lo anterior, no fuimos nosotros los que generamos odio, ni exaltamos el fascismo musical. Insisto, no conozco todos los casos pero en el mío personal y en el de mi grupo de amigos y conocidos, el odio venía de la otra parte en discordia, su discordia, no la nuestra, porque nosotros no estábamos en guerra con nadie. El fascismo musical más reaccionario no era el nuestro. Por definición el fascismo suele ser reaccionario no progresista. Era el de ellos hacia nosotros y sí, lo sufrimos, porque siempre hay alguno que mea fuera del tiesto y te hacer sentir mal cuando tienes 14, 18 o 36 años. 

En los 80 el fan convivía con Poison y Holy Moses como decía Larry, pero dios nos librase de convivir en los 90 con esos y en la suma metieses a Pearl jam o Korn. Había quien en su casa escuchaba y compraba discos de ellos y de Slayer, Dissection o Human Remains pero eso no podía ser. O eras de una cosa o de la otra. Siempre he alucinado con eso, porque a ojos de ellos eras peor persona literalmente y un farsante si escuchabas todo eso a la vez. Conozco casos de personas que dejaron de hablar a otras por esos motivos. No exagero. 

En un estupendo artículo (https://www.diariodeunmetalhead.com/2017/09/el-grunge-mato-al-heavy-metal.html) publicado por Diego Rodríguez Liébanas en esta misma casa, reflexionaba sobre la mentira de que el Grunge mató al Heavy. Destaco este pasaje, aunque por supuesto aconsejo su lectura completa, que confirma muchas de las intuiciones personales con las que construyo mi artículo: 

“El Grunge mató al Heavy Metal. (…) Las primeras veces que lo escuché, hace ya mucho tiempo, lo di por bueno aunque me llamó la atención la tirria y el asco con los que se hacía referencia al Grunge como si se estuviera hablando de La Peste. Supongo que ese resentimiento, enfocado sobre todo en Nirvana, y concretamente en Kurt Cobain, pero también en Pearl Jam (Soundgarden y Alice In Chains se salvan de la quema) viene heredado de nuestros mayores, quienes vivieron el momento y vieron como en poco tiempo toda una dinastía a la que rendían pleitesía caía a causa de la llegada al mercado de consumo de una nueva generación interesada en otras cosas pero sobre todo, y como suele suceder, muy implicada en romper con todo lo que tuviera que ver con lo anterior”.

Diego habla de resentimiento, tirria y asco de la generación pasada hacia los nuevos movimientos, rupturistas, claro que sí, como todos, pero no por ello generadores de odios. Y si alguien lo hizo, si alguien despreció la época pasada, es igualmente criticable y lo hace por ignorancia, pero lo cierto, es que más que odio, estos nuevos movimientos pasaban olímpicamente de lo anterior, sin desprecio, pero sin aprecio, sobre todo en América. 

Los 90 fueron una época necesaria, enriquecedora y lógica. Después de una década de reinado del Heavy y el Thrash, el filón, la calidad y frescura creativa se estaban agotando. Se necesitaba algo nuevo y una nueva generación sin límites ni normas empujaba para hacerse un hueco. 

Al parecer los amantes de los sonidos más clásicos no tuvieron a qué agarrarse en los 90. Mentira. El metal no desapareció, ni mucho menos. Se recolocó en todo caso y sin duda, se expandió. Lo que ocurrió fue que los grupos clásicos se agotaron ellos mismos y su falta se sintió como la desaparición de un movimiento. Haré un breve repaso, obviando al Grunge y al Nu metal, de todo lo que un amante del metal pudo disfrutar en los 90:

• Aunque venían de muy finales de los 80, el Death Metal explotó como una bomba entrando incluso algunas bandas en multinacionales en los 90. En América y Suecia en mayor medida, aunque no podemos olvidar escenas como la Holandesa o la Finlandesa. 

• El Death melódico explotó en Suecia en los 90 de la mano de At the gates, Dark tranquility o In Flames. 

• El Black metal noruego explotó con la vuelta de tuerca que Dark Throne le dieron al sonido en su segundo disco “A blaze in the northern sky” que ni Peaceville, su sello, entendió de primeras.

• De la misma forma, una variante tuvo un intenso desarrollo, el Black/Death de Dissection, Marduk y Necrophobic.

• El Doom explotó en el Reino Unido de la mano de bandas como Cathedral, Paradise Lost, My Dying Bride o Anathema. 

• En América nació el Sludge, mezcla de la pesadez de Doom y la agresividad del Hardcore. Eyehategod, Crowbar o los más clásicos musicalmente Down, todos ellos de New Orleans son exponentes de este estilo. 

• A principios de los 90 explotó la escena Hardcore de Brooklyn, Nueva York, heredera del Crossover y el punk de los 80. Grupos como Biohazard, Sick of it All, Madball fueron algunas de las puntas de lanza del movimiento. 

• Mezclando el Hardcore con el Death metal, y dando un paso más allá en la evolución sonora en pos de la brutalidad, también en Nueva York se creó a principios de los 90 el Brutal Death encabezado por grupos como Suffocation, Internal Bleeding o Pyrexia. 

• El Groove tomó forma definitiva en los 90 con el primer disco de Exhorder y el bombazo que supuso que Pantera abandonasen definitivamente su pasado Glam en “Cowboys from hell”. Ellos fueron probablemente el mayor fenómeno dentro del metal en los 90.

• El año 94 fue el de la aparición de Machine Head, nueva banda del ex Vio-lence Robb Flynn, mezclando metal de toda la vida, con Hardcore, Groove y algo de Rap incluso. Aquello se le llamó Power Thrash en su nacimiento, aunque esa etiqueta durase poco y se metiese dentro del Groove o Thrash. El “Burn my eyes” creo un estilo propio que siguieron bandas como Skinlab, Grope o Face down.

• El metal industrial de los 80 de Godflesh o Ministry, explotó absolutamente en manos de Nine inch nails, White Zombie o Marilyn Manson. Así mismo, destacable en este sentido es la aparición del “Demanufacture” de Fear Factory y la ola alemana de industrial encabezada por Rammstein o Die Krupps. 

• En Alemania, herederos de Running wild y Helloween como Blind guardian o Gamma ray (Hansen a los mandos), lanzaban la marea de bandas que conformarían una de las escenas más grandes y poderosas de los 90, el Power metal, escena de influencia mundial con grandes bandas repartidas por todo el globo, incluida España, país donde su influencia como hemos visto al principio fue mayúscula.

• A mediados de los 90 el Gothic cobró forma de la mano de bandas como Tiamat, Paradise lost, Moonspell o Katatonia, tras evolucionar su estilo y propuesta. 

• También en Suecia, en el año 98 salía al mercado el primer disco de The Haunted, disco que supuso el nacimiento de lo que se conoció como Thrash sueco continuado por bandas como Darkane, Terror 2000 o Carnal forge. Sí, hubo Thrash en los 90. 

Seguramente me esté olvidando de otros estilos metálicos lejos del Grunge o el Nu metal de los 90. De todas formas, no son pocos estilos metálicos en los 90 y no tengo en cuenta desarrollos de estos estilos a lo largo de toda la década o escenas de mismos estilos como ocurrió en el Noruega con el Black sinfónico de Dimmu Borgir o The Covenant o el Death Metal polaco con Vader o Decapitated. Aunque para mí no, para algunos serían sólo matices dentro del mismo estilo. 

Todo esto demuestra que el metalero que se aburrió en los 90 fue porque quiso, porque se cerró en banda y se anquilosó en el pasado llorando por el fracaso de bandas clásicas que le habían marcado. Nada más que eso. Por suerte, las plataformas permiten regresar al pasado y darle una segunda oportunidad a cualquier época si es que nos la perdimos por el motivo que sea. Y permiten seguir aprendiendo y escuchar aquello que por cuestiones biológicas o astrales, no se nos otorgó de mano como yo mismo hago.

Sin más. Los 90 fueron todo esto y mucho más. El que no lo quiera o sepa ver que no le eche la culpa a los demás. 

Feliz Navidad a tod@s.

© Diario de un Metalhead 2019. 

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