Por Simón García López.
Decimotercer disco de CANNIBAL CORPSE y yo me pregunto después de escucharlo: Después de trece discos, ¿puede aún existir una evolución posible?
Esta pregunta en Cannibal tiene sentido, porque hasta “Kill” su música evolucionó de manera consciente. Siempre se perseguía algo, siempre un objetivo, una meta. Bien es cierto que en los 90 todos los discos tenían una evolución clara, siempre experimentando y abriendo fronteras a su música. Ninguno era igual que el anterior, las diferencias para alguien que controle su discografía eran claras. Con Barnes cada disco era absolutamente diferente. Con la entrada de Corpsegrinder ese proceso se comenzó a ralentizar. “Vile” supuso un nuevo paso hacia horizontes inexplorados. Fue un disco crucial y definitorio que marcó varias de las señas de identidad definitivas que han llegado hasta nuestros días, sobre de sonido.
Desde “Vile” hasta “The wretched spawn”, Cannibal centró su evolución en la técnica, en la complejidad y la velocidad sin dejar nunca de lado la brutalidad. En este punto, “Kill” fue el disco que marcó un estancamiento casi definitivo. Tanto “Evisceration plague” como “Torture” eran el mismo disco con matices. Esta trilogía insconsciente se caracteriza por su homogeneidad. Si pones uno u otro al azar y no los tienes muy controlados no sabrías decir a qué disco pertenece tal o cual canción. No es algo negativo para nada esto. Tienen momentos y canciones memorables. Sin ir más lejos, “Scourge of iron” se ha convertido en un himno de la banda, triunfo logrado sin duda por su pesadez y simplicidad, cosa que a la gente le resulta fácil de digerir y en directo funciona a las mil maravillas.
El anterior “Skeletal domain” sí era diferente, más variado, más fresco, pero más que como evolución, lo era por la necesidad de renovarse, de refrescar al grupo musicalmente como ellos mismos reconocieron, lo que hizo que tanto Webster como Mazurkiewicz dejasen en gran medida en manos del resto la composición de los temas, y se notó.
“Red before black” es un regreso al pasado. Una involución que los coloca más cerca del “Vile” que de los últimos discos. Un disco que ha jugado a caballo ganador, que sabe qué funciona, que conoce la fórmula del éxito y que no se preocupa de nuevas fronteras. Creo que Cannibal lo han dado todo en estos casi 30 años de trabajo, lo saben, se han exprimido al máximo y ya no se vuelven locos buscando el más allá. Creo que son conscientes que ahora están en el momento de seguir haciendo buenos discos, de no bajar el nivel y eso ya es mucho.
Si analizamos la discografía de Cannibal Corpse, el grupo para mí más grande de la historia del Death metal, y me refiero a su dimensión y repercusión histórica, siendo consciente de la alargada sombra de Death y su inconmensurable legado musical, nos damos cuenta a bote pronto de que tras casi 30 años y 13 discos, nunca han hecho un disco malo. Objetivamente todos son buenos y la mayoría muy buenos. Te pueden gustar más o menos, todos tenemos nuestros preferidos, pero todos mantienen un gran nivel de calidad por increíble que parezca. En su discografía nos encontramos de todo, desde pilares de la historia del Death metal como el “Butchered at birth” o del Brutal Death incluso como el “Tomb of mutilated”, a discos de enorme calidad como “Gallery of suicide” o “Bloodthirst”, pasando por ejercicios excelsos de técnica y velocidad como “The wretched spaw”, que con aquel vídeo instrumental de “Frantic disembowelment” asombró al mundo. 13 discos, colección increíble de clásicos indiscutibles. Algo difícilmente igualable en la historia de la música. Tiene un valor difícil de explicar.
Por último, no quiero dejar pasar este momento sin reflexionar sobre las claves de su música, y su éxito.
Está claro que el hecho de haber salido en “Ace Ventura” los distanció del resto de grupos de Death metal en aquella época, les dio una publicidad y trascendencia mundial más allá del círculo extremo, pero es que Cannibal antes ya eran algo especial. Su imagen, sus portadas, su música era diferente. Una imagen potente mezclada con Death metal a toda velocidad y una concepción de la música y las letras malsana y depravada. Cada vez que escucho el riff inicial de “Meet hook sodomy” siempre se me viene a la cabeza la imagen de un montón de moscas zumbando sobre un cadáver y esa era la sensación de Cannibal en sus primeros discos. Sus primeros discos huelen a podrido. Son descarnados, fríos, absolutamente brutales. Esto es algo que con el tiempo se pulió sin perder un solo gramo de brutalidad.
Cannibal Corpse representan el refinamiento de la brutalidad. Creo que no hay mejor manera de definirlos. No existe en 13 discos, en cientos de canciones, ni un solo riff que desprenda algún tipo de melodía que relaje la tensión. Todos los riffs son duros, cortantes, brutales y sin embargo, sin este punto de enganche emocional convencional, han trascendido hasta convertirse en uno de los grupos más importantes de la música extrema mundial. Esto que puede parecer propio del estilo, nada excepcional, en ellos marca la diferencia con el resto. ¿Por qué? Porque la brutalidad sin más, puede llegar a aburrir, a empachar, a caer en lo burdo, a ser simple y aburrida. Esta sutileza hace que muchos grupos de Death metal o Brutal Death no consigan transmitir en ningún momento esa sensación. Cannibal, con su enorme calidad, sí lo han conseguido. Han refinado la brutalidad, la sutileza de todos sus riffs, sutileza que se transforma en calidad y termina por marcar la diferencia con la mayoría.
Volviendo al disco en cuestión, “Red before black” no representa nada nuevo en Cannibal y como con Obituary, se podría añadir que ya no hace falta. Es un disco más potente y más simple que su antecesor, más al grano, que tira de todos los tópicos de Cannibal. Incluso su adelanto “Code of slashers” huele a un nuevo “Scourge of iron”, temas lentos y machancoces como “Firestorm vengeance”. En el disco encontramos temas rápidos que suelen estar colocados en la mitad del disco y después de un tema lento. Así ocurre con “Heads shoveled off”, o el más “Butchered at birth” por el ritmo de batería machacón “Hideous icor”, con el que se cierra el disco. Es un disco en general más homogéneo, con canciones muy parecidas entre sí. No hay nada destacable, excepto un ritmo de batería de Mazurkievic en “Remaimed” y “Destroyed without a trace” que es su típico Hammer blast, pero sin doble bombo rápido. Ningún desmelene. Por lo demás es Cannibal Corpse. El refinamiento de la brutalidad. Qué más queréis que os cuente.