jueves, 19 de abril de 2018

Steel for an age.


Por Larry Runner.

Corrían finales de los 80 y en mi instituto estábamos los que escuchábamos heavy metal y los que no. Seguí estudiando en Oviedo, y más de lo mismo, mucho metalero y gente distinta. Los había que pasaban de todo, los "normales", pero por aquella época también había mucho fan de peña que a mi no me molaba una puta mierda, pero estaba claro que a otros, y eran bastantes, sí.

Quizás es que a mi me gustaban más los pantalones estrechos que los guardapolvos y si el tema iba de laca, prefería la de Cinderella que la de The Cure. Aquella peña escuchaba eso, The Cure, los plomizos Depeche Mode (como los odiaba, estaban por todas partes), y los cansinos Dead Can Dance entre otros. Aquellos mamarrachos casi no hablaban de otra cosa y de sus sucedáneos estatales, que eran peores, porque al fin y al cabo, a mí aquello no me gustaba, pero reconozo que los guiris citados eran peña con talento. No como aquello que llamaron Movida Madrileña, eso era mucho peor. Es algo que siempre he visto como un apestoso montón de mierda copiada en la que al igual que en el punk británico original, la imagen pintaba más que la música. Gente que iba de luchadora contra el sistema pero que enseguida se vendió en cuanto hubo oportunidad, que firmaron por multinacionales como todo hijo de vecino que puede y que se subieron al carro hasta de los programas más fachorras del dial para incluso hacer de tertulianos moralizantes cuando en su pasado había más droga que en los suburbios de Medellín.

Pues bien, yo pasé de eso, de la peña de los guardapolvos, el día que fueron a dar la charla con aquello me debí perder la clase. Los que entonces llamaban post-modernos a mí, sinceramente, no me caían simpáticos, y supongo que fuese mutuo. Podrás pensar que era un rollo de adolescente y quizás tengas razón. Pero a día de hoy veo a todos aquellos grupos en la tele, pues nos siguen bonbardeando con esta gente que entonces eran progres y ahora tertulianos de la Cope o de Esradio y me siguen pareciendo el mismo montón de basura que por entonces.

Está claro que hay otra gente a la que le sigue gustando ese rollo y están en su derecho. Lo que no es normal es que algunos que mamaron de todo aquel mundo de maquillajes paliduchos con labios de carmín, voces mediocres e instrumentistas de medio pelo, vengan ahora con que hacen metal. Una mierda.

Si en los 80 en Birmingham sales con esa traza a la calle, te revientan la cabeza. Ahora nos hemos hecho más tolerantes, más políticamente correctos, o simplemente más hipócritas y todas esas gilipolleces que nos llaman los que ven en la música una moda pasajera y no una forma de vida. No tío, el metal no es parecerse, con todos los respetos, a Robert Smith, ni de coña. Y no por su sexualidad, que al fin y al cabo es la misma que la de Rob Halford, no, no pretendas buscar mierda por ahí. Simplemente el metal y el heavy metal son otra cosa. Lo demás son inventos raros post-hostias o como lo quieras llamar, pero metal, lo que se dice metal, NO. 

La misma teoría para las bandas de este palo se puede aplicar a la peña que toca covers con violoncellos, gaitas, bandas corales y demás historias donde no se cuela una sola guitarra ni por accidente. Respeto a todos, pero para mí eso no es metal y que encabecen festivales a veces, me parece un error y un insulto a las bandas de metal.

Si calzas una espada de plástico, puedes pensar que eres un guerrero, pero en cuanto te llegue alguien con auténtico acero, se te va a notar.

Ya sigo vomitando otro día y que Crom me perdone la afrenta a los postmodernos.

© Diario de un Metalhead 2018.

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