Cuando agosto da los últimos coletazos, la transición a septiembre y la consiguiente llegada del fin del verano, se hace más fácil con la cita anual del Rockvera.
La Asociación Monorock sigue dinamizando culturalmente esta zona avilesina con el Teatro del Llar como epicentro. Este año ya habíamos podido contar con otra cita previa con la asociación, ofreciendo una oferta que fue más allá de lo musical.
En esta ocasión, decidí tomarme las cosas un poco más tranquilamente después de un intenso Unirock. Cabe decir que me lo pase tan bien tanto dentro como fuera del Llar.
Después de años viendo fotos de Felipe de la sesión vermut, siempre me había picado el gusanillo de ver qué se cocía por las mañanas. Con el aliciente de la presencia de unos The Black Panthys Party que se suman a la cita anual, y de una banda que siempre juega en casa, el Tribute Against de Machine.
Además, la existencia de una sesión vermú, hace posible que quienes ya peinamos canas y tenemos peques en casa, podamos irles introduciendo en esto.
Así, nos dirigimos en familia a disfrutar de unas horas de música matinales, sin que el persistente orbayu nos frenase. Digo esto porque los del Monorock habían hecho los deberes y, atentos a las previsiones meteorológicas, hicieron una reestructuración de los espacios, pasando a celebrar todos los conciertos dentro del propio teatro, algo que les aseguraba que no iba a haber imprevistos, todo pese a contar con varias carpas en el exterior donde también podíamos guarecernos del agua.
Esta edición quería implantar algunos cambios, pero el cielo tuvo sus ideas propias al respecto. La idea de ir rotando dos escenarios era interesante. A efectos logísticos habría supuesto un mayor esfuerzo para la organización, y nos habría ofrecido una nueva cara, al menos para mí, de conciertos en el exterior. Se tuvieron que reajustar los horarios, con avisos muy claros al respecto desde un primer momento. Muchos habrían agradecido huir del calor del Llar (a pesar del esfuerzo de la organización de ventilar todo entre grupo y grupo).
Con tiempo ya se decidió por su cuenta que todo se haría en el interior del Llar.
Lo primero que vimos cuando entramos en el Llar fueron los carteles de todas las ediciones de un festival con solera. Es un detalle que permite ver la trayectoria y, a nosotros, hablarle a la peque de aquellos que pasaron por el escenario. El final pasillo de carteles se ve coronado por los carteles que dan vida a un photocall que fue muy visitado por los asistentes.
El escenario interior dispuso de un “saliente” en su parte central, con el que se ganaba algún metro y permitía que los músicos pudieran interaccionar de una forma más directa con el público.
Recordamos que es un festival gratuito realizado en Corvera. ¿Cómo apoyarlo? Consumiendo en la barra del festival, señalizada como tal, y comprando merch del festival. No piden más.
¿Algo que reprochar al festival? Nada. No tienen por qué gustarme las nueve bandas del cartel. Los números son los que juzgarán, y sólo atañen a la organización. A juzgar por la presencia de público, las cosas pintaban bien, y eso es lo único que me importa, a fin de cuentas.
Comencemos con las bandas matinales:
No son pocas las veces que hemos podido presenciar los shows de The Black Panthys Party y, pese a conocer cómo son, no dejan de sorprendernos. Una sesión vermú, se encargaron de recordarnos que la segunda de su historia, en la que no faltaron los guiños a los más jóvenes del público “intentando” redimir su vocabulario…pero no son ellos ni no descargan sus irónicos temas que van nombrando a las figuras más notorias de la Casa Real, la política o la farándula. Arrancando con “Los Restos”, no podían faltar “Sexo Marianal”, “Noche Con Marichalar”, “Salir como Falete”, “Pakirrín”, “ Colegio de Educación Especial Infanta Elena II (Froilán)”, “El Rey no es gay”- “El Rey sí es gay”. Tampoco faltaron sus clásicos “Bic naranja escribe fino”, “Ginecología” o la parodia de La Oreja de Van Gogh, “La canción más horrible del mundo”.
El momento tierno y divertido llegó cuando Charlie intentó que una niña saliese a acompañarles en “CEEIE”, un tema que ya sabéis que repiten en varias ocasiones y deriva en la segunda parte que citábamos, dedicada a Froilán. No dudaron en llamar a la pequeña Lola, que dijo que ella cantar no, pero que a la batería sí se subía. “10 en punkitud”, nos conduciría al final. Con “Gora ET” el quinteto se despedía al fino de la una de medio día.
Un cambio de disposición y de rumbo musical llegaría con Tribute Against the Machine, una banda que ya juega en casa. Se lanzaron a por todas con “Sleep Now In The Fire” y nos fueron ofreciendo tema tras tema, un clásico detrás de otro sin descanso. “Bulls On Parade”, “Know Your Enemy”, “Bombtrack” o “Guerrilla Radio” sonaron atronadores. Con “Bullet In The Head” disfrutamos de un muy buen solo de Markos, que completaría en “Wake up”, un tema que daba paso a la traca final. Concluirían la jornada matinal con “Tire Me” y, como no, “Killing In The Name”, donde el público no se dejó amilanar.
Esa mezcolanza de gustos a la hora de programar el festival permitía que el público entrara y saliera. Siempre lo he dicho en mis crónicas de Rockvera: el festival tiene la habilidad de alternar estilos y atraer a público diverso.
Puede que me “recree” algo más hablando de las bandas de metal. Ya lo dijo, aquí mismo, en el I Monorock Fest, Pablo García, que uno tiene ciertos prejuicios musicales a la hora de escribir las crónicas.
La edición de este año era algo menos “heavy” que la anterior. No hubo metal extremo, y la cosa se quedó en el thash local y en el power, con una visión internacional que aspira a todo. Curiosamente fue para abrir y cerrar, con unos Brutalfly y Vhaldemar, y, entre medias, lo más granado del punk rock estatal actual, sumado a cinco guiños locales.
No tuvimos problemas con el sonido. Hubo unas puntuales peleas con algún micro, guitarra, y cosas que seguramente pasaron desapercibidas para un servidor que no llegaron a mayores. La puntualidad de las bandas, los horarios, fueron cumplidos escrupulosamente, y eso dice mucho de las bandas, de Pablo Viña y de todos los implicados en la organización. Podría llegar a jurar que el sonido mejoró mucho respecto a la mañana (que no fue malo, ni mucho menos), ofreciendo la mejor versión de las bandas.
Después del vermut y dejar a la familia en casa. Volví para llegar antes de las 18:00 y, ya de paso, hacer una recogida de pasajeros.
Vayamos con la tarde, que se avecinaba larga.
Para despertar al personal empezó Brutalfly con un buen concierto. Tienen una particular visión, sin complejos, del thrash. Los tres miembros de la banda (Didi y los hermanos Veloz) encajan sus interpretaciones como una maquinaría de precisión, y parece que ya llevan toda una vida haciéndolo.
Lo que más me encandiló del concierto fueron sus pasajes instrumentales, todo el caos que traen consigo que va tomando forma. Llega un momento, incluso, en que uno no sabe si usar el palabro “progresivo”. Es bueno no encasillarlos de primeras, ya hay demasiadas bandas predecibles.
Como me decía Pedro Pravia: “en un mismo tema en un momento dado te suenan a System of a Down” para pasar a sonar a Annihilator. También es meritorio lo de Didi: cantar y tocar a la vez.
Cedieron desinteresadamente su tiempo de actuación para dejar que la organización entregara un premio a Rheme Pelaez por su incombustible apoyo a la escena musical asturiana. Si alguien necesita ayuda o consejo, ella es la primera en ofrecértela.
Fueron a por todas con un set que partía, prácticamente, con material inédito, y que pronto verá la luz. Por lo que pudimos ver, este supondrá un nuevo salto para Brutalfly.
Los siguientes en entrar en acción fueron La Morgue. Son tan poco conformistas con su sonido, como lo pueden ser Brutalfly. Tienen un estilo que autodenominan Swingcore ¿Swingcore? ¿Alguna vez lo habéis oído? Es lo que ofrecen al público: una propuesta muy animada basada en los estilos Horror Punk, Psychobilly y Swing, que se conjugan sin ningún tipo de estridencia.
Han pasado ya cinco años desde que los vi por primera vez (semifinal de Premios Amas de Piedras Blancas). En directo, el peso escénico lo lleva la carismática Reichel Machinee. Su registro vocal da mucho juego.
Algunos conocerán a Flashback por la faceta más “comercial” de “Me Fritos and the Gimme Cheetos” de algunos de sus miembros (concretamente Tiby, su vocalista).
Llegaban desde Oviedo para traer un punk melódico sencillo de digerir (que no me disgusta), y convirtieron el Rockvera en una fiesta. No había lugar para la pausa pues fueron enlazando temas sin apenas respiro.
Irrumpen los madrileños Sinaia… Para mí fue toda una sorpresa. En directo una apisonadora con su mezcla de punk, metal, rock. Me parecieron muy entretenidos en directo. Temas como “Muros” sonaron muy gordos en el escenario.
Esta es la tercera vez que veo a los vallisoletanos Free City. La primera vez fue en un Raposu Rock, y hace dos años por estos lares. Ahora vienen con su sexto larga duración, “Ingravidez”, bajo el brazo, camino de convertirse en uno de los máximos exponentes del punk rock estatal. Quizá han tardado en hacerlo, pero ya han dado pasos firmes en esa dirección.
Cualquier escenario se les queda pequeño. Peib vuela y se muestra como un frontman muy efectivo. Tienen algo contagioso que arrastra al público.
En un momento álgido presentan a Pepo (Onza) en el escenario y arrancan con “Experimento esclavo” ante el delirio del público. Fue un setlist que ofreció poca tregua, con la obligada parada de revoluciones “En este lado del fuego” (en el que participó en su grabación gente de esta casa).
Empieza la intro que nos explica lo qué es una onza (un simpático felino). Tenemos en el escenario a un montón de caras conocidas. Pepo se ha alejado de la sombra de Desakato, con este proyecto con su propia identidad impregnado de hardore punk; tiene la materia prima para hacerlo. Ya en 2018 dieron sus primeros pasos, pero ha llegado el momento de centrarse en esto. Esto ya no es un proyecto paralelo.
Sobre las tablas también encontramos a Sete, al guitarrista Markos Espo, que ya había participado por la mañana, Faisán al bajo y Javi González a la batería. Músicos que nos conocemos de bandas como Black Horde, Helltrip, Sound of Silence, Desakato, Shogun, One for Apocalypse, … una más que buena carta de presentación.
Pepo no se muestra cómodo desde el principio por un problema técnico, pero no tarda en conseguir arrancar. Como siempre, derrocha presencia escénica y se nota que juega en casa. Quizá les faltó un pelín de pegada, pero veníamos de ver a Free City, y este era para los asturianos uno de sus primeros conciertos en muchos meses.
En el Rockvera fuimos testigos de algunas novedades y la llegada de una nueva etapa en la formación.
Empieza a sonar “Long live rock´n´Roll” en el Llar. Se arremolinan las nubes y el cielo cae sobre nosotros con la forma de un puño cerrado. Llega Vhaldemar.
Arrancan con un temón de su anterior trabajo, “Death to the Wizard!”, para su segundo toman su single “Devil´s Child” con el que arrancan su “Sanctuary of Death”. Juegan con un setlist con el que nos íbamos a cagar (palabra de Escudero).
Vhaldemar sin ser una sorpresa siguen sorprendiendo. Son toda una apuesta segura para cualquier festival. Llevan mucho tiempo sacando discos a gran nivel con una puesta escena a juego. Son tan avasalladores en directo que, incluso repitiendo tics escénicos, parece que te ofrecen siempre un concierto completamente distinto.
En Japón los aman y allí irán en breve. Como curiosidad, ¿sabéis lo que le regaló el jefe de la Metal Battle de Japón, el promotor de renombre, Shiro Matsunaga, a Larry en Wacken? Aparte de un chubasquero, una edición japonesa del último trabajo de la banda. Un regalo muy apreciado.
He visto a Vhaldemar cuatro veces. Las dos anteriores casualmente sin teclista. Jonkol siempre es un extra, el contrapunto virtuosístico de Pedro Monge (claro exponente su "Old King´s Visions VII"), y, sin moverse, acapara atención. Pero es complicado arrebatar la atención sobre el impredecible escudero.
Los nuevos temas funcionan muy bien, encajan con los antiguos, y el público los ha asimilado. Sólo había que ver la pasión que despertaban en el público.
Tuve la suerte de estar presenciando en primera fila alguno de los solos de Pedro Monge. Y me eché atrás bastante satisfecho.
© Diario de un Metalhead 2024.
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