lunes, 16 de enero de 2023

Fascinante. GRIMA + PERENNIAL ISOLATION. Oviedo, 11.01.2023. Crónica y fotos.


Por Jorge López Novales.

La oscuridad se apoderó de la Sala Gong en Oviedo el pasado miércoles con la presencia de los rusos Grima. Hubo gente que apostó por convertir la ciudad en un reducto de black metal internacional. 


Fue una apuesta arriesgada, un miércoles preñado de oscuridad que nos brindó Kivents. Es cierto que Diario de un Metalhead, concretamente Larry y Maitane, tuvieron también “culpa” de que la noche no se diera mal.

Esperamos que la Sala Gong sea parada más asidua para bandas de fuera y que no las veamos pasar de largo en sus giras. Esta noche la sala y el público demostraron estar a la altura del reto. En estos tiempos cualquier pequeña victoria se convierte en todo un triunfo.

No recordaba una visita de tal entidad dentro del metal extremo desde 2018 cuando tuvimos a Carach Angren y Rotting Christ.

La cita comenzó puntual.

Hace unos meses me habló Larry de unos tal Ultar y que estaba al caer un concierto gordo en Asturias. Ultar es una encarnación de Grima (considerando a Grima como la principal) de los hermanos Sysoev. Es más, en alguna gira se ha visto a las dos bandas compartir escenario. En este caso no fue así. Tendríamos como acompañante a unas de las bandas punteras del black metal atmosférico estatal, los catalanes Perennial Isolation. Su presencia fue todo un acierto ya que su propuesta casa muy bien con la rusa. Tras una carrera de diez años de trabajo tenemos su cuarto trabajo, “Portraits” (2021).

¿Qué nos trajo Perennial Isolation? Un sonido sin aderezos. Los gritos desgarradores de Albert Battle, empuñando un enorme bajo, acompañaban una música llena de melancolía. Desde “Autum Legacy” nos fueron pintando paisajes de gran belleza.

El azul y el rojo teñía a los músicos. La batería sonaba un poco excesiva para mi gusto, pero pocas más pegas podría ponerles.

Los que no lo conocían salieron bastante convencidos de que habían visto algo que merecía la pena. Por si su música nos transmitía lo suficiente, Albert nos metió a todos en el bolsillo, comentando su ascendencia asturiana y diciendo que nuestra tierra era fuente de inspiración. No necesitó decir más.

Tuvieron una hora y diez temas para demostrar su valía.

Grima venía presentar su quinto trabajo, el magnífico “Frostbitten”. Los hermanos Vilhelm y Morbius formaron Grima en 2014 sin la pretensión de llevar las cosas más allá del estudió. Hoy tienen sobre la mesa una banda consolidada, me atrevería a decir de culto, con una gira europea por delante.

Llegó el momento sagrado, un ritual pagano. Alguien acompañó con la luz de su móvil (Larry) a Grima al escenario. Dos paneles con unos árboles flanqueaban el escenario (no muy diferente del atrezo de los Perennial).

Disfrazados como árboles (con máscaras de madera y ropajes oscuros) el cuarteto se dispuso frente al público. Lejos del contexto de su sonido, su puesta en escena podría parecernos ridícula. Si uno de los dos aspectos cojea, despídete. Era necesaria una luz escasa que diera solemnidad a su concierto y los músicos estuvieron en todo momento muy metidos en su papel. 

Grima, el dios supremo del bosque, castigó a los que no respetan la naturaleza. Algún flash saltó buscando un recuerdo. En un momento dado, un móvil con el flash puesto, grababa un video cuando, de improviso, acudió un técnico para reprender su acción. Grima no quiere que nadie profane algo sagrado. En cuanto una luz surgía del público se volvía a llamar la atención. Nada iba a distraernos de lo que estamos viendo.

¿Cómo describiría lo que tuvo lugar durante hora y cuarto en el escenario? Como mínimo fascinante.

Grima juega con orquestaciones pregrabadas que aportan sonoridad “folk”, incluso sinfónica. Al no estar pendiente exclusivamente de su sonido pasas un poco por alto estas cosas y no parece que en directo dependan tanto de estas orquestaciones. En un extraño alarde, vimos en el escenario a tres guitarristas. Curioso.

Arrancaron. De primeras la voz no se oía y los instrumentos apenas se diferenciaban. Poco a poco se retomó la normalidad. La columna vertebral de su directo fue su último trabajo. No podía faltar “Gloomy Heart of the Coldest Land”, “Giant Eternal Sleep”, “Hunger God”...

Suena un búho durante “Cedar and owls”. Algunos asistentes empezaron a gritar la palabra con la que designamos al ave en Asturias “la curuxa, la curuxa…”. Es un tema clásico que no dejará de sonar en sus conciertos y que condensa todo lo que quiere decir la banda.

El tiempo parece detenerse en los pasajes instrumentales. En ellos Vilhelm permanece inmóvil. La banda inmersa en su papel, o quizás por su fría procedencia siberiana, apenas interaccionan con el público. En la recta final el vocalista se deshace de su guitarra y nos ofrece una faceta más cercana, acercándose al borde del escenario sin depender del pie de micro.

De improviso se acaba el hechizo con “Siberian Sorrow” y volvemos a la realidad. Agradecidos por nuestro aplauso los músicos se inclinan y se van dejándonos la sensación de haber visto algo irrepetible.

Aprovecho para saludar a los que nunca fallan. Ellos saben quiénes son.

© Diario de un Metalhead 2023.

   

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