miércoles, 3 de octubre de 2018

El Heavy Metal se muere.


Por Jorge López Novales.

El apoyo puntual de los medios no especializados no irá más allá de darnos un subidón por dar visibilidad a lo que nos gusta. ¿Qué más da que los datos de un artículo estén mal?, total, sólo va a importar a los que lo leen, es decir, a nosotros, a las bandas y a sus familiares más cercanos. Lo hemos visto muchas veces: un periodista no sabe lo que significan las cosas o lo poco y mal que escriben se convierte en una verdad absoluta, por muy alejado que esté de la realidad. Sería como el fotógrafo que se va contento de un concierto después de hacer fotos durante los primeros cinco minutos del acto.

Se habla de metal fuera de su ámbito, sí, pero tratándolo como si fuera algo fuera de lo habitual y lo hacen evidenciando todos los tópicos habidos y por haber. No hay término medio: marginalidad de fin de semana o fenómeno universal festivalero. Cualquier otra cosa es una ilusión, no hay un Wacken, un Resurrection, un Leyendas, un Unirock, un Morgana, conciertos de la semana de la juventud de Turón… todas las semanas, pero sí promotores locales con un dolor de cabeza perenne.

¿Las cosas podrían cambiar? ¿Convertir al metal en un fenómeno universal? Tal vez se podría. Pasó algo parecido antes de que la MTV domesticara bandas y el grunge se comiera todo. El que quería el heavy más auténtico tenía su ración semanal de Headbanger's Ball.

Aparecer en una película te podría elevar al Olimpo musical. Se aproxima una película de Queen. Ya de por sí la banda es conocida. Se hablará de ella, de Freddie Mercury, y no de la música, de sus músicos, y como banda sonora las cuatro canciones de siempre.

Llevado a otro ámbito veamos un ejemplo, tal vez más claro. Las películas Marvel. Son un puñado de películas que se han apropiado de los mejores conceptos de sesenta años de cómic,  adaptados y resumidos en unas pocas horas. Tienen éxito, genial: Tus padres ya no se ríen de ti como hace años; todo el mundo se sube al carro; todo el mundo sabe de superhéroes y el “yo antes leía cómics” se convierte en frase habitual. Aparecen camisetas de tus personajes favoritos en las habituales tiendas de moda (esto también lo vemos con los grupos musicales, veremos en qué termina lo de usar camisetas de Strikeback en París).

Un lector de cómic, también hay que decirlo, se enfada como si le fuera la vida en ello cuando osados guionistas tocan a sus personajes y los llevan más allá de planteamientos repetidos miles de veces.
En Disneyland Paris, donde explotan el fenómeno Marvel en todas sus variantes no encontraréis cómics, origen real de todos estos superhéroes y que son el medio más damnificado por la popularidad de sus personajes. Pude perdonar esta ausencia, cuando entré en un Fnac de Paris y pude ver a decenas de personas de todas las edades leyendo cómics de pie o en el suelo, es impresionante. La producción de cómic franco-belga no necesita ni manga ni superhéroes, es una potencia a nivel mundial por sí misma. El amor a la cultura se extiende a todos los ámbitos.

Sumergirse en la música o en la lectura se convierte en un esfuerzo cada vez mayor (el tiempo, las distracciones… ¿por dónde empezar a hacerlo?) Leer se ha convertido en una gimnasia absurda y los lectores de cómics envejecen. Parece que también envejecemos quienes escuchamos metal; la gente se conforma con escuchar sempiternas radio fórmulas una y otra vez. Los jóvenes no van más allá de la “moda” del momento.

Pero… ¿Qué queda hoy sin dar “facilidades”? El metal necesita público nuevo. Eso parece claro. Pero… ¿a costa de qué? ¿Visibilidad en los medios generalistas, aunque sea aceptando errores y tópicos, pero que se hable? ¿Adaptando el género a modas y a los “nuevos jóvenes”?
Recuerdo que antes no había cómics para niños (sigo hablando de Marvel) o los que había eran muy contados. El Born Again de Miller se mezclaba con la serie abierta de Spiderman (donde la ex novia de Daredevil, actriz porno y drogadicta, vende su identidad secreta al jefe del crimen de Nueva York por una papelina). Hoy el público general, que pasa por alto la violencia de otros medios, se echaría las manos a la cabeza y, en el mejor de los casos, pasarían de ello. Han creado los cómics para niños (Teen Titans, Super Hero Girls…) que en realidad sólo buscan rentabilizar series de televisión de dibujos animados. Esto, tal vez con cierta influencia, podría ser un modo de introducir a nuestros hijos en el mundo cómic.

¿Y Heavy metal para niños? En Argentina y en Finlandia tienen a los Heavysaurios / Heavysaurus respectivamente, una franquicia de heavy metal para niños. Personalmente, no veo (o veía, la experiencia es un grado) mucho sentido a eso.

Algunas bandas grandes comienzan a convertirse en grupos de versiones. ¿Sabrán echar el cierre o seguirán con el negocio cueste lo que cueste? Podría acabar como la música clásica, reinterpretando a los “Clásicos” y con conciertos al precios de operas. Para meterme con Julia (mi mujer) le digo que el conservatorio sólo sirve para crear intérpretes que hagan versiones una y otra vez repertorio de gente muerta. Pero claro, mis ejemplos de compositores contemporáneos son Danny Elfman, John Williams… Ella, lo reconoce, bastante a regañadientes, para acabar soltándote un “lo peor, es que la mayoría son meros tocadores de grandes obras, que no van más allá de dar una nota tras otra sin ver ni sentir lo que hay detrás de esas melodías, ritmos y acordes”. 

Me da la impresión que “los de antes” nos aventurábamos en terrenos nuevos. Veníamos de escuchar de todo y sabíamos lo que no queríamos, buscábamos lo que nos identificase. Hoy parece que los chicos (de forma mayoritaria) se conforman con seguir la corriente. 

Dicen que Mago de Oz te edulcora la experiencia pero sin grupos puente y, claro está, encontrar amistades que sepan transmitirte la pasión (afortunados lo que se encontraron el heavy de frente), tal vez no hubiéramos llegado. Por lo general nuestro entorno familiar no nos lo ponía fácil. Yo no tenía más remedio que tragarme horas de música clásica (en este sentido, gracias) y Julio Iglesias y todos los clásicos de los setenta en los largos viajes estivales. Era la dictadura del padre de familia conductor (reconozco que sin darme cuenta aplico esto con mi música, aunque ya cada vez menos).
¿Censurar lo que suena (o lo que se lee)? No hay una fórmula mágica para lavar el cerebro a tus hijos para que tengan tus mismos gustos. Pero parece que antes había un abismo infinito entre padres e hijos. Ahora, con estas adaptaciones, es más “fácil” darles a conocer y que compartan gustos o vean las mismas películas y series sin que sea un esfuerzo. Se empieza a homogeneizar la cultura. ¿Es una solución? Tal vez, aunque esta debería ser que te diesen la oportunidad de saber si te gusta o no, con pleno conocimiento y sin prejuicios.

© Diario de un Metalhead 2018.