viernes, 10 de noviembre de 2017

SOULLESS FAITH: No Life Till Death (2017, Terminus Irae) Uruguay.


Por Diego Rodríguez Liébanas.

Medio punto fue la escuálida diferencia con la que SOULLESS FAITH aventajaron a sus paisanos de Apneuma en la votación final de la Wacken Metal Battle celebrada el pasado mayo en su Uruguay natal. Es decir, que la escueta ventaja de medio punto supuso que Claudio Risso, Julio Ávila, Federico Figueroa, Sabra, Rodrigo Polanco y no otros se plantaran ante mí el miércoles 2 de agosto en el escenario de la derecha de la carpa de Wacken, más conocido como Headbangers Stage. Por supuesto, ese medio punto supone que yo esté ahora mismo escribiendo estas líneas ya que sin esa ventaja nunca me hubiera acercado en la zona de backstage a Claudio y compañía para felicitarles por una actuación que, para mí, mereció mejor suerte. Pero esto es así, una votación te planta en Alemania y otra te deja sabor agridulce. Esa es la magia de la Batalla de Bandas ya que no sólo da buena cuenta del nivel que tienen los grupos que optan al premio gordo sino que consigue dinamizar y fortalecer la escena de casi tres decenas de países cada año así como conectar personas que difícilmente se hubieran encontrado de otra manera. Una vez más, gracias Wacken por existir.

Desde el primer momento, las sensaciones que me provoca este “No Life Till Death” no son muy diferentes a lo que me encontré en vivo aquella tarde en tierras alemanas: Una banda consistente, con una propuesta musical muy definida y el talento necesario para llevarla a cabo. Pero vamos a ir por partes. En primer lugar me gustaría abordar el tema de las etiquetas y parecidos razonables que se pueden usar para establecer unas coordenadas musicales fiables. El disco rezuma ese Death Metal melódico que despuntó con fuerza a finales de los 90 gracias a In Flames o At The Gates, bandas cuya influencia se nota en mayor o menor medida a lo largo de los once temas. Tampoco se puede negar que hay cierto espacio para el Metalcore pero sobre todo beben de Amon Amarth como se puede comprobar en “Dying God”, de Dark Tranquillity con ese temazo que es “Death Town” y, afinando un poco más, me gustaría añadir a los menos conocidos pero muy reivindicables  Gardenian, cuya estela se te puede venir a la cabeza cuando escuchas temas como “Emptiness, Justified”.


En las primeras escuchas llaman más la atención los temas que integran la parte inicial como “Inner Violence” o “They Know”, otra de mis preferidas, ya que quizá sean los que tengan más gancho, pero todas las composiciones tienen la suficiente miga como para que el disco no se te haga pesado en ningún momento ya que, además de mostrar el buen gusto de los músicos, están estructuradas con sentido y de forma muy cuidada y pensada. Cuando profundizas en “Sacrifice”, “This New Hell” o la emotiva “Death Town” te descubres moviendo el cuello apasionadamente con la sensibilidad a flor de piel. A pesar de que quizá sea un trabajo poco variado y un poco escueto en el sentido de que han dejado respirar poco a los temas yendo decididamente al grano, es un disco que emociona y esto sucede gracias al impresionante trabajo vocal de Claudio Risso, quien maneja un registro y tonalidad potente y agresivo que no puedo dejar de comparar con el de un crack como Randy Blythe de Lamb Of God. También merece ser destacada la labor de los guitarristas Julio Ávila y Sabra. Quizá no sean los protagonistas de la producción de sonido, quedando este papel para la voz y la batería, pero son sin duda uno de los puntos fuertes del trabajo ya que nos ofrecen de todo: Riffs demoledores a través de unas rítmicas inspiradísimas, un gran cuidado con los detalles y los matices, solos  breves, limpios y luminosos que funcionan muy bien como contrapunto e incluso twin guitars que me sirven para destacar su mayor virtud: El tremendo entendimiento y compenetración que existe entre ambos con el añadido de que han sabido plasmarlo en el plástico. ¡Bravo!


La producción de sonido corre a cargo de la banda y, en general, hacen un buen trabajo. Apuestan por caballo ganador al dar prioridad a las voces pero no lo hacen de forma exagerada. Sin embargo, esa virtud no se puede aplicar al sonido de la batería, también protagonista pero quizá algo artificial y subido de volumen por momentos, aspecto que queda compensado por la tremenda pegada ofrecida por Federico Figueroa. Por supuesto, en una banda de Death Metal melódico al bajo de Rodrigo Polanco se le intuye más que se le escucha pero cuando asoma no suena nada mal. Otro aspecto del que se encargan al más puro estilo “Do It Yourself” es el diseño gráfico del artbook que les queda logradísimo. Está claro que lo importante es la música pero que te la presenten de esta manera da gusto.


No quisiera acabar la reseña sin antes dejar alguna pincelada sobre las letras que vienen de la mano de Claudio Risso y su pasión por los relatos de terror y por los temas trascendentales y filosóficos. Lovecraft, Edgar Allan Poe, Clive Barker, Nietzsche… Me llama la atención lo bien que ha sabido adaptar unas letras quizá pensadas de primera mano en castellano pero llevadas al inglés con pericia de forma sencilla, directa y fácilmente entendible. En definitiva, un disco equilibrado, consistente, no especialmente melódico, agresivo y directo que si hacemos un compendio de todas sus virtudes nos muestra un nivel instrumental, sónico, lírico y estético que se mueve casi siempre en notas altas lo cual resulta muy alentador tratándose de una primera obra y de una banda que hace tres años ni siquiera existía. Si han sido capaces de esto a la primera… ¿Qué nos ofrecerán a la segunda? Estaremos al tanto.







© Diario de un Metalhead 2017.

Más reseñas y artículos de Diego aquí.