Texto: Larry Runner.
Fotos: Sergio Blanco.
LETZ-ZEP, la considerada mejor banda tributo a Led Zeppelin del mundo, visitó Asturias por vez primera. La Sala Acapulco acogió a la banda británica de una forma a la que no estamos acostumbrados, con mucha gente. A pesar de que el concierto se celebraba un domingo bien avanzada la noche, los amantes del Rock, por una vez, dieron la talla.
Pocos jóvenes, la media de edad podría pasar alegremente de los cuarenta, y es normal, suele ser complicado ver entre el público de los conciertos a las generaciones nacidas posteriormente a la época dorada de un artista, y los tiempos de Led Zeppelin quedan muy atrás incluso para los de más de cuarenta años. Y no es de extrañar, que con la cera que se escucha hoy en día, a muchos chavales la música de Page, Plant, Jones y Bonham les parezca un auténtico coñazo.
Sea como fuere, la sala presentó un precioso estado. Acudieron unos por haber tenido a Led Zeppelin como ídolos en su momento, otros por curiosidad y otros por querer hacerse una idea de cómo habían sido aquellos conciertos en la época de los posters con letras distorsionadas. Una pena que la mayoría de los rockeros asturianos más veteranos dejen pasar la oportunidad de ver casi cada semana bandas que rememoran la música que les gusta. Más de uno no sabía ni por dónde se entraba a la Acapulco.
Considero a Led Zeppelin uno de los padres de la música que gobierna mi modo de vida. Ellos, junto con Black Sabbath y Deep Purple son los padres de eso que hoy en día llamamos Heavy Metal los que ya vamos para mayores o Metal los más jóvenes, que sólo emplean el apellido del género. De ahí que me viese casi obligado a acudir al concierto a pesar de no ser el grupo originla. Sólo con tener la oportunidad de escuchar los éxitos del cuarteto tocados por una banda digna creo que ya merecía la pena ir hasta Gijón.
Que además estuviese Benjy Reid a la batería - de Praying Mantis - también lo hacía especial. Así que acudí con ilusión a la cita y aproveché la oportunidad de fotografiarme con el altísimo rubio que además me firmó el CD de Sanctuary, el último de su grupo. La memorabilia sigue creciendo imparable.
Tengo que reconocer que Led Zeppelin siempre me vinieron un poco grandes. Cuando yo comencé a escuchar mis propios discos, el cuarteto ya formaba parte del pasado, y al contrario que me pasó con Black Sabbath y sobre todo con Deep Purple, nunca me llegaron a enganchar del todo. Siempre pensé que eran capaces de escribir las canciones más maravillosas y los truños más soporíferos, y acudí a la Acapulco expectante por ver qué temas iban a incluir en su repertorio, para comprobar si rompía a sudar o bostezaba. Sí, soy de la generación de Iron Maiden y de Scorpions, no me avergüenza reconocerlo y no conozco en profundidad la discografía de la banda, pero aún así intentaré narrar un poco lo acontecido.
Abrieron con Good Times Bad Times. La noche transcurría de forma tranquila. La gente apenas reaccionaba ante el cuarteto. Al final de cada canción llegaban tímidos aplausos, lejanos a la ovación a pesar del estupendo aspecto que presentaba la Sala. La estupenda Living Loving Maid (She's Just a Woman) del Led Zeppelin II parecía espabilar a la parroquia, pero fue un pequeño espejismo.
El tiempo se consumía entre canciones pausada, y aunque temas como Babe I'm Gonna Leave You serán siempre una auténtica maravilla, no son para desmelenarse. Tras media hora de concierto observé algún bostezo y el que Andy Gray, se tirara diez minutos de solo tocando su guitarra con un arco de violín no ayudó demasiado a entrar en calor. Lo dicho, la gente aplaudía, pero la cosa no iba más allá.
Llegaron luego veinte minutos de show acústico, con Shaun Herd tirando de contrabajo, eso sí, eléctrico y un solo de mi ídolo Benjy Reid al que Billy Kulke se encargó de bautizar como “el vikingo”. Con Whole Lotta Love parecía empezar de verdad lo bueno, y así fue. Pero ya había transcurrido mucho tiempo. De hecho fue la última antes de regresar para los bises.
Regresaron a las tablas con Black Dog y tras ella Andy Grey cambió su guitarra por una de doble mástil réplica de la que Jimmy Page usaba en los días de gloria. El mástil de arriba con 12 doce cuerdas sirvió para la parte lenta de uno de los temas más bellos de la historia del rock: Starway To Heaven. El de 6 fue para la parte de cañera del himno. Sólo por escuchar tan preciosa canción en vivo ya merecía la pena estar presente. Billy Kulke no lo hizo nada mal pero de verdad creo que Roonie Romero la cantó mejor en el Luarca Metal Fest del pasado verano.
Se volvieron a ir para regresar con dos auténticos bombazos: Rock N’ Roll e Inmigrant Song. Con la segunda cerraron el show definitivamente. Un estupendo colofón.
Aunque fue un buen concierto, lo excelente se hizo demasiado corto y eché muy en falta Communication Breakdown y sobre todo Kashmir, mi preferida de mi disco favorito, el Physical Graffiti. El sonido no fue malo, aunque yo eché en falta algo más de volumen. A pesar de no ser un gran fan de Led Zeppelin, me lo pasé bien. Mereció la pena. Sin duda. Aunque a mí, personalmente, me supo a poco. Quizás sea demasiado heavy, porque los auténticos fans de Led Zeppelin salieron felices.
Si eres o has sido seguidor del grupo y no fuiste, la próxima vez no te los pierdas. Aunque vete a saber, los trenes a veces no pasan dos veces.
© Diario de un Metalhead 2014.