lunes, 21 de octubre de 2024

Era un imbécil, pero le queríamos igual.


📝 Larry Runner.

Desde tiempos inmemoriales, ciertos momentos en nuestras vidas tienen el poder de marcarnos profundamente. En mi caso particular, fue el descubrimiento de Iron Maiden y la voz de Paul Dianno lo que dejó una huella imborrable. Ese instante representó el inicio de todo, la puerta de entrada a un universo nuevo.


Me cautivó la música de la banda, pero, sobre todo, el carisma del hombre que la lideraba. Incluso hoy, al ver un video de Iron Maiden con Paul al micrófono, no puedo evitar que se me erice la piel. Jamás tuve la oportunidad de ver a esa formación en directo, algo que siempre quedará como una espina clavada; por cuestiones de edad, fue algo fuera de mi alcance.

El primer encuentro con la música de The Irons fue el punto de partida, y con el tiempo se convirtió en un estilo de vida. Los amigos, las relaciones, los viajes, la decoración de mi casa, e incluso la persona con la que comparto mi vida, están ligados de una forma u otra a esa experiencia inicial. Por ello, puedo afirmar sin titubeos que Paul Dianno y el álbum "Killers" marcaron profundamente mi vida.

Afortunadamente, he tenido la dicha de compartir algunos momentos con quien considero el mayor renegado que haya dado el mundo del Heavy Metal. Ídolo absoluto, ejemplo de casi nada, nunca me he atrevido a juzgarlo por la manera en que condujo su vida. Probablemente no lo hizo de la mejor forma, y quizá por ello se ha marchado tan pronto, pero siempre fue alguien especial. Ha fallecido a los 66 años, porque llegar a los 666 no era posible.

La primera vez que hablé con él fue en 2005, en un concierto en la Sala Óxido de Guadalajara. Aquella noche tuve el privilegio de acceder a su camerino con una extensa colección de sus discos, y regresé a Asturias al día siguiente con todos esos tesoros firmados. Se mostró encantador, y me invitó a compartir una cerveza.

Nuestro siguiente encuentro fue en 2009, cuando vino a actuar a Avilés. Tuve la oportunidad de ser su runner, lo que implicaba recogerlo en el aeropuerto, llevarlo al hotel, acompañarlo al concierto y de nuevo llevarlo al hotel al finalizar la noche. A la mañana siguiente, tras llevarlo de regreso al aeropuerto, me obsequió con un enorme abrazo.

El último encuentro íntimo ocurrió en 2014, cuando encabezó nuestro Diario de un Metalhead Fest 2 (gracias Fon, Juli y Óscar). Tras el concierto, pude volver a su camerino y compartimos un Jack Daniels. Fue un momento imborrable, una de las mejores noches de mi vida. La sala Whipoorwill estaba repleta hasta las escaleras, el concierto fue espectacular, y culminamos con un brindis y una foto que guardaré para siempre.

Hoy sé que nunca volveré a verlo, y no puedo evitar sentir un vacío profundo. Stjepan Juras hizo lo impensable para salvarlo de su destino, pero fue en vano. Al final, Paul logró lo que quería, y ese maldito rebelde nos ha dejado para siempre. Resulta difícil contener las lágrimas. Como me dijo mi amigo Óscar por wasap cuando nos enteramos hace unas horas de la fatídica noticia: "era puto un imbécil, pero le queríamos igual".


Nota.- Esta publicación hace la número 11.000 de Diario de un Metalhead.

© Diario de un Metalhead 2024. 

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