📷 Jorge López Novales.
De un tiempo a esta parte se puso de moda el término "metalpaco". Lo pusieron en circulación hace años algunos elementos de la comunidad metatera más novedosa para referirse a la gente del metal de toda la vida. Cosas que pasan.
Evidentemente el término se usa en tono despectivo, pero con el paso del tiempo y como todo, uno llega a reírse del mismo. Y es que los que lo utilizan, lo hacen como con aires de superioridad, cuando en el fondo no es más que una forma de mostrar un soplapollismo realmente importante y en el fondo una muestra de falta de identidad. Porque no hay peor cosa que renegar de aquello de donde vienes.
Y es que le pese a quien le pese, todo el metal moderno viene de lo clásico. Así que referirse a él en modo despectivo es como renegar de un padre, que es lo que le suele suceder a aquellos que no están seguros de quien es.

Expulsadad la bilis contar ya que el pasado viernes 31 nos juntamos en la Acapulco un buen montón de individuos que bien podríamos ser calificados como eso que dicen los modernillos que son metalpacos. No pasa nada. Ser auténtico puede que esté mal visto por algunos, pero no por los que allí estábamos, los que sin duda alguna conformamos la mejor generación que haya escuchado metal en toda la historia. La que más sabe y la más afortunada, la que vivió lo mejor.
Sí, porque la Acapulco se llenó de gente que a buen seguro cuenta sus discos por miles, que vive el heavy metal con todas las de la ley y que se siente orgulloso de ello. Que no necesita esconder sus pintas buscando ser aceptado por la sociedad porque simplemente se la sopla. Ese es el público de bandas como Tierra Santa, y el que abarrotó la Acapulco.
Un público orgulloso, que se sabía todas y cada una de las canciones de principio a fin, y que arropó a una banda que sonó fantásticamente bien sin necesidad de teloneros ni historias para crear un ambientazo, que la gente se entregara y que todos marcháramos contentos.
Y eso que el pobre de Ángel San Juan tenía la garganta tocada desde hacía ya días, pues los músicos son también personas y el invierno nos puede joder a todos. A nosotros nos hizo cancelar 15 días antes el programa de radio y él apenas una semana antes nos confesaba en la entrevista que también estaba fastidiado. A Gijón no llegó en perfectas condiciones -sabíamos que podía suceder- y en los agudos las pasó canutas, pero defendió los temas con garra, con tesón y con orgullo. El orgullo que te tiene que dar una carrera como la suya, como la de su banda, unos Tierra Santa que suenan mejor que nunca.

El setlist fue el que vienen haciendo en toda esta gira que pisará en nada Latinoamérica para dar a los trues de allí algo que seguro están esperando como agua en el desierto. Una dosis de heavy metal en lengua castellana. Canciones que te enganchan y que convierten la sala en un karaoke, como pasó en Gijón.
Lo gozamos con todas, pero evidentemente más con las más clásicas. La magia de los cinco hombres de negro se mantuvo durante toda la velada. Los teclados de Juanan San Martín sonaron quizás más potentes de lo que a mí me gusta, pero son rollos míos. Y es que prefiero quedar sordo con los solos de Dan Díez, del que soy fan desde aquellos maravillosos Red Wine. También me volví a quedar tonto mirando para el gran Roberto Gonzalo, ese bajista eterno y que como Ángel, parece no envejecer.
Arrancaron con "Un Viaje Épico" -la canción que da título a su último disco- seguida de "Rumbo a las Estrellas", la que menos me gustó del repertorio. "Por el valle de las sombras", "Indomable" y otra de las nuevas "Ícaro", vinieron detrás.
Celebré que "Sangre de Reyes" tuviera tanta presencia. "La sombra de la bestia", "Pegaso", "El laberinto del minotauro" -qué manera de cantar" y "Sangre de Reyes", claro. Es mi favorito, así que encantado de la vida. Mención especial para la cabalgada de "Alas de Fuego", canción inmortal. Un clásico del heavy español.

Nunca sabré explicar la razón por la que me gustan tanto. Sus canciones son casi lineales, no hay excesos en la voz y son sosos de cojones a la hora de dirigirse a los presentes, pero como que todo da igual. Las canciones son las canciones. Tienen algo que te atrapa, que hace que te unas y que cantes, que cantes todo el tiempo. Si a eso le sumas que son capaces de soltarte para acabar tres hits tan sumamente gordos como "Nerón" -con esos teclados tan a lo Jon Lord-, "Legendario" y toda "La Canción del Pirata", pues que quieres que te diga ...
Otra noche para recordar, sin falta de movidas pregrabadas, sin ordenadores, sin pollas en vinagre. Puro heavy metal. Sí, metalpacos en todo nuestro esplendor. Orgullosos de lo que fuimos, somos y seremos. Porque nosotros tenemos pasado y presente. Ya veremos si hay futuro. Otros, ni saben de dónde vienen.
Un viaje épico
Rumbo a las Estrellas
Por el valle de las sombras
Indomable
Ícaro
La sombra de la bestia
Pegaso
Apocalipsis
Tierras de Leyenda
El Canto de las sirenas
Drácula
Sangre de Reyes
El Bastón de diablo
La Leyenda del Holandés Errante
El laberinto del minotauro
Alas de fuego
La momia
Nerón
Legendario
La Canción del Pirata I-II
Gracias al departamento de Prensa de Maldito Records y a la Sala Acapulco.
© Diario de un Metalhead 2025.

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