martes, 5 de marzo de 2019

STAINED BLOOD: Nyctosphere (2019, Autoeditado)


Por Larry Runner.

Hacía tiempo que no los teníamos por aquí. Cuatro años desde su anterior “Hadal”, el tiempo vuela. Ahora vienen con seis cortes, y dirás, vaya putos zánganos. Cuatro años para seis canciones, pero cuidado.

Y es que aquí los amiguitos se han despachado a gusto. Casi cincuenta minutos de hostias instrumentales para noquear tus oídos. El empezar de “Avfall” te hace temer lo peor. Demasiado suave, a ver cuando entra el grito y me revientan los tímpanos. 

Pues no, entran como los más grandes noruegos. Su música es puto black metal infectado con el death que hoy en día se cuela en todas partes y que hace que empecemos a estar hasta los cojones cuando todo lo que llega suena a lo mismo, que no es el caso, porque ellos tiran más por la negrura y el sonido del mal.

Vengo escuchando a este grupo desde sus inicios y es ahora cuando más me han gustado, pero con diferencia. Y es que mantienen la esencia de los de allá arriba pero llevándolo a un sonido muy cuidado, con riffs duros, sonando muy profundos, graves y si se pusiesen corpse paint, más de uno que a buen seguro pasa de su culo, se haría pajas con ellos.


Las partes veloces a ritmo de blast beat se combinan con otras de atmósfera más lenta. Todas ellas están impregnadas de melodía. Ese sonido limpio va por encima y está presente en todo momento. Marca la diferencia y hace que sin que te des cuenta te vayas merendando el álbum poco a poco.

Tras el deslumbrante comienzo de la citada “Avfall” viene la demoledora “Century To Suffer”. No cambia, no lo harán en todo el álbum. La línea sónica es la misma en todo el disco, jugando con las velocidades, lo que hace que nunca te aburras y los surcos transcurran sin que te des cuenta.

Es hora de ir diciendo lo bien que se lo hace Narcis Boter al micro con sus guturales, una de las nuevas incorporaciones del quinteto junto a David Rodríguez a la guitarra. Completa el quinteto Miguel Pedragosa a la otra guitarra, Raúl Urios al bajo y Salvador d’Horta a la batería. Como digo los de Sant Boi suenan que atruenan, pero limpios, nada de garruladas punkarras. Para ello han trabajado con gente de experiencia, de esos que tienen lista de espera. Grabaron en Moontower Studios, por donde han pasado algunos de los grupos extremos más admiramos por aquí. Bandas como los impresionantes Barbarian Swords o los magníficos Foscor estuvieron allí. También Graveyard, pero ese palo es muy distinto. Del master se encargó Jaime Gómez Arellano en los Orgone Studios de Londres, un tipo que ha trabajado con grupazos como Turisas o Paradise Lost y que también le ha dado brillo a productos mainstream de moda como Ghost.


Me gusta que no haya pausas, que los temas sean continuos, que cuando menos te lo esperas aparezcan detalles que le dan un plus.   Los rasgos en el viejo piano de “Winterflesh” infundiendo el miedo ... las teclas en el comienzo de “The Lightless Walk”, las desquilibrantes repeticiones de “Drowned” ...

Un buen manual de maldad sónica. Uno de los discos del año. Sale el 22 de marzo. Espero tenerlo quemado para entonces. Tomad nota “Nyctosphere”. Aniquilador. Vandálico. En blanco y negro. Discos así, por aquí, muy pocos. Lejos quedan aquellos inicios modernetes.










En abril se van a Alemania. Aquellos van a flipar.

Fechas:
4 de abril, Köln @ Halle Am Rhein
5 de abril, Giessen @ AK44
6 de abril, Aalen @ Rock It


© Diario de un Metalhead 2019.