martes, 3 de julio de 2018

No será la última. Z! LIVE ROCK. 15 y 16.06.2018. Crónica y fotos.


Por Larry Runner.

Por tercer año nos fuimos a Zamora para asistir al Z! Live, un festival por el que apostamos desde el primer día y cuya ascensión casi sentimos como propia.

Y es que en pocos lugares te vas a encontrar la humanidad y el buen rollo que desprende la gente del staff del festival zamorano. Solo por ellos ya merece ir y apoyar en todo lo que se pueda. Lo hicimos el primer año, el pasado y este, al que se presentaron un poco acojonados, poniéndole el subtítulo de “The Last Chance” al nombre del Z!


Un subtítulo con un significado especial y que bien se podría traducir en vez de hacerlo de forma literal, como “gloria o muerte”. En el momento de redactar estas líneas no sé cual sería el resultado económico de la arriesgada apuesta, pero deseo de corazón que los números hayan salido y que podamos volver. Sí, la última oportunidad. O la gloria, o al carajo. Así se lo tomaron y decidieron apostar fuerte e intentar dar un importante salto para triunfar. De este modo huyeron hacia adelante añadiendo un día más al cartel, haciéndolo más internacional, con el doble de bandas y configurando mejores lugares de acampada, restauración, descanso y mercadillo. Por temas de trabajo, no pudimos viajar el viernes y sí el sábado, aunque tras una semana dura como pocas, reconozco que llegamos muy justitos a Zamora de fuerzas.


Media hora antes de que comenzase la segunda de las jornadas ya estábamos en los alrededores. Pusimos la pulsera y echamos un vistazo a la zona de mercadillo y comidas, mucho más extensa y variada que en años anteriores, agradecimos la ampliación e hicimos uso de ella. La presencia de mesas y sillas sirvió para que a la hora de reponer fuerzas lo hiciésemos de forma cómoda. Es algo que cuesta poco o nada y que desgraciadamente no siempre se encuentra. Muy de agradecer el detalle y también que los precios fuesen normales y no sangrantes, como suele ocurrir en este tipo de eventos. Allí asistimos por la mañana a la sesión vermut con los euskaldunes La Kontra amenizando el momento y a la noche cenamos con las versiones de Innervoice de fondo. Grandísima idea la del escenario de “La Cueva del Jazz” en el exterior del recinto, como también lo es desde la primera edición lo de pagar con la pulsera y no estar todo el día pendiente de monedas e historias.

Los conciertos comenzaban a las tres de la tarde y ya a esa hora nos dimos cuenta de que teníamos un problema. Tras una primavera asturiana lluviosa y fría, al llegar a Zamora nos encontramos con que había 25 grados más que cuando salimos de casa. El golpe de calor fue bestial. Veíamos a la gente, a los pocos valientes, buscar sombra por las esquinas. A nosotros nos daba igual. Era realmente insoportable. Aguantamos como pudimos la actuación de Soldier, más que nada porque son amigos. Hacía tiempo que no les veíamos en vivo e iban a presentar nuevas canciones, o como Phil dijo “mierda fresca”. Unas risas y a correr. Y es que no sé cómo estarían ellos cuatro sobre las tablas, pero desde luego yo no me encontraba nada bien. Bastante hicieron con cumplir.


Sobre la marcha decidimos cambiar de planes y escapar para intentar abordar lo máximo de la jornada en buen estado. En apenas una hora estábamos medio muertos a pesar de no parar de beber agua fría. Entendí enseguida lo del golpe de calor y posterior hospitalización del Orphaned Land Kobi Farhi. Si le pilló como a nosotros, no es de extrañar. Dos asmáticos con aquellas condiciones, creímos morir. Nos faltaba el aire y no era broma. Escapamos. Sí, lo hicimos. Salimos rumbo al hotel. Allí estuvimos un par de horas con la esperanza de que la temperatura bajara un poco y nos diera cuartelillo. Aprovechamos para darnos una buena ducha y prepararnos para que al regreso no sufriéramos y pudiésemos disfrutar del festival en vez de padecerlo. La trampa funcionó aunque fuese a costa de perderse a Lépoka -perdóname Tomás- y Opera Magna. Lo siento, otra vez será. En deuda estamos con ellos.  


Volvimos para Killus, mucho más cómodos y preparados. Para entonces el sol no castigaba ya con la misma justicia y la gente ya se arrimaba a la valla. Bolazo de los de Villareal, como siempre, que de haberse producido por la noche habría sido apoteósico, sobre todo con el final con “Satanachia” y “Ultrazombies”, que puso al Z! a botar. Acabaron agradeciendo el “aguantar el jodido infierno” a la parroquia. Yo en ese momento ya no lo sentía como tal. La trampa del escape había funcionado. Ellos con el maquillaje las debieron pasar canutas. Aún así, de lo mejor del día.


Dagoba salieron con 20’ de retraso, un tiempo que con el paso de las horas no se llegó a recuperar, e incluso aumentó algo más, lo cual restó minutaje al final a la actuación de Obús. Una desgracia poco entendible pero debida a las ordenanzas municipales. Estando el Auditorio, a las afueras de la ciudad, allí no se molesta absolutamente a nadie. A un lado un estadio de fútbol que evidentemente a las 3 de la mañana no tiene ningún tipo de actividad. Al otro un cementerio. Menuda estupidez tener que cortar. ¿Habrá en algún ayuntamiento alguien que no sea un mamarracho? Seguro que sí, pero a veces con según que actitudes parece difícil creerlo.

Dagoba dieron un conciertazo. Entregados como si estuviesen en el más grande de los festivales, su actitud fue de agradecer. Desde antes de salir a escena ya impactan, gracias a esa intro con la banda sonora del Drácula de Bram Stoker. Gran concierto desde el ataque inicial con “I, Reptile”, dejando una muy buena imagen. Cumplen siempre.


Rhapsody of Fire fueron los siguientes. Reconozco que me lío con las dos versiones de los italianos y acudía a Zamora sin saber muy bien a cual de las dos iba a ver, pensando en lo mucho que me gustaron los de Turilli y Lione el año pasado en Vagos y que no eran los que íbamos a ver en Zamora. Y es que esta vez tocaba ver a los otros a los de Alex Staropoli. 

Empezaron sonando a chatarra, o al menos eso me parecía en el foso, pues me tocó tirar de cámara esta vez (lo odio). Incluso se lo comenté al compañero Felipe SM en uno de esos cruces que se producen en esa jungla de cámaras. Pero pronto la maquinaria empezó a funcionar y los italianos a sonar. Y es que si la versión de Turilli y compañía es buena, la capitaneada por el teclista tiene poco o nada que envidiar. Enorme actuación que fue de menos a más y que rozó lo sublime al llegar los clásicos de la segunda parte del show. “Holy Thunderforce”, “When Demons Awake” y sobre todo la final “Emerald Sword” sonaron a gloria.


Fueron muchos los factores para que pudiéramos disfrutar de su actuación. Lo primero, la ejecución de los temas. Que Staropoli a los teclados es un crack es algo que ya sabíamos. Más sorprendente fue lo de Roby de Micheli. Increíble a las seis cuerdas, tocando todo y más y respetando bastante fielmente las partes emblemáticas de los solos en los hits. Manu Lotter a la batería un fenómeno y Alessandro Sala cumpliendo al bajo. Pero sin duda alguna la figura fundamental es Giacomo Voli, la voz. Impresionante y de largo lo mejor del día. Enorme vocalista al que nunca había visto en vivo y que me ganó como fan para siempre.

Son muy buenos y si a ello sumas la cantidad de ayudas grabadas en forma de coros y orquestaciones, pues te queda un concierto perfecto. Además el sol iba desapareciendo y las luces cobrando vida. Probablemente el mejor bolo del día, aunque eso irá en los gustos. Estoy seguro de que no todos opinamos igual, sobre todo teniendo en cuenta lo que vino después.

Foto Cortesía de Txen Yang Fotografía. https://www.facebook.com/Txenyangfotografia/

Y es que Saurom fueron los siguientes y la verdad es que estuvieron sensacionales. Nunca he sido fan suyo y a estas alturas dudo que llegue a serlo, lo reconozco, pero también sé apreciar cuando un grupo lo da todo en un escenario y cuando es grande de verdad. Ellos lo son. Sí, lo son porque fueron capaces de poner el foro patas arriba como ninguna otra banda. Casi apostaría que muchos de los asistentes habían acudido por verles a ellos. Tras el año pasado tocar a las mil de la mañana, en un horario con el público castigado, se merecían volver. El Z! volvió a apostar por ellos y fue todo un acierto. Sin duda alguna fueron los triunfadores de la noche. Los bailoteos fueron constantes, la gente entregada y hasta se montó una conga. Enorme puesta en escena, fantástico repertorio y concierto casi perfecto. Muy grandes. Me quito el sombrero ante ellos.


Sucedió después todo lo contrario. Llegaba una banda de las que sin duda alguna se llevó uno de los cachés más altos. Por el nombre, y la trayectoria es de entender. Turno para Sonata Arctica, el bodrio del día, del festival y del verano. Sentí lástima por la organización. A buen seguro que la apuesta por los fineses fue un duro esfuerzo para que luego ofreciesen un show tristón, penoso, aburrido y que nos hizo hasta bostezar. Su cantante, si se le puede llamar así, se presentó con desgana, limitándose a cubrir el expediente y a pasar. Verle sentarse producía nauseas. ¿Es que está mal de la rodilla como Dianno? ¿Dónde ha visto algo así? Falta de actitud y de respeto con un repertorio que aburrió a las piedras. Cuando quiso llegar “Fullmoon” estábamos tan hartos que ni la disfrutamos. No quiero volver a verlos nunca más, más que nada por Tony Kakko que canta menos que un grillo y no se molesta ni lo más mínimo.


Cerraban Obús, con el recorte antes comentado. Una pena, porque a los supervivientes nos hicieron disfrutar de lo lindo. Y es que a esas horas éramos ya muy pocos. Entendible. La gente se entregó con Saurom y tanto bote a buen seguro le pasó factura a muchos tras un día agotador de sol justiciero. Yo aguanté por la trampa de la tarde, si no seguro que tampoco. Por otra parte, Sonata Arctica y su aburrido show mandaron a muchos para la cama. La gente durante su concierto fue desfilando poco a poco. Así que con Obús estábamos menos de la mitad de los 2500 aproximadamente asistentes del día. Aún así fue un no parar con la emblemática banda que con un repertorio inigualable consiguieron que nos fuésemos del Auditorio Ruta de la Plata sonrientes y diciendo “volveremos”.

Un enorme fin de fiesta para un festival que estoy seguro que volverá en 2019, sin “Last Chance” y sin miedos. La organización se lo merece y todos los que allí acuden también. Personalmente comenzaría la jornada un par de horas más tarde, con ese calor para los que no estamos acostumbrados es imposible. 

Aún así, una vez más, Zamora fue genial. No será la última. Gracias Z! Live.

© Diario de un Metalhead 2018.