Por Jorge López Novales.
Fue una noche en la que se recreaban sensaciones que habían nacido un año antes en la Semifinal Norte de la W:O:A Metal Battle de 2019. Algo muy positivo y a la vez extraño, ya que parece ser que la tónica de los concursos es levantar ampollas cuando tus infinitas expectativas no están a la altura de la realidad de los demás. La “deportividad” brilla por su ausencia y se toma como una pérdida de tiempo. De aquella experiencia, surgió “Forged In Fire” y nos sirvió para ver una gira con cuatro semifinalistas de la Metal Battle (Opposer, Perpetual, Grave Noise y Unexpectance).
La última vez que vi a la banda asturiana Unexpectance sobre un escenario, fue en la parada de esta gira en Oviedo a finales de Enero de 2020. En 2019 ya había tenido la oportunidad de verlos varias veces más en directo.
La banda define su sonido como melodeath / modern groove metal. En 2018 publicaron su primer larga duración “La metástasis de la desesperanza”, aunque podemos encontrar una demo de 2014. En 2019 publicaron un adelanto “El altar del olvido” de lo que va a ser su segundo trabajo “Vortex”. Casi ya era inminente que saliera a la calle “Vortex” pero ya sabéis lo que pasó el año pasado.
Hoy vamos a entrevistar a Aitor Gómez "Stamper”, uno de los músicos más inquietos de la escena asturiana que conozco. Milita en Kirlo y en Unexpectance como bajista; ha editado varios trabajos en solitario. Sus videos de youtube, en los que sale interpretando temas instrumentales y probando distinto equipamiento son de lo más interesante.
- ¡Hola, Jorge! Pues no es difícil para nada con la de tiempo que estamos pasando en nuestras casas este último año. Sí, me pillas en bata.
- Vamos a empezar por un repaso biográfico. ¿Cómo nació tu interés por la música? ¿Es cosa de tu entorno o fue un descubrimiento?
- En buena parte quizás provenga de mi familia, pues el interés musical vivió mucho siempre en mis padres, sin haber llegado ellos a tocar ningún instrumento. Mi padre es un devoto de la música de los ochenta, especialmente todo lo que lleve sintetizadores, desde electrónica hasta hard rock, pasando por todo lo intermedio. Le flipaban mucho los teclados, los solos de guitarra y las voces, con lo que podías pillarle escuchando tanto Modern Talking como Europe o Bon Jovi. También el techno progresivo y dance de los noventa, pero nada que ver con el chunda-chunda, sino vertientes mucho más melódicas. Mi madre, por su parte, escuchaba lo que pillase y sabía sacarle jugo a músicas muy diferentes sin discriminación alguna. Le daba igual Julio Iglesias que Rammstein que Dimmu Borgir (vale, aquí quizás me he pasado). Y yo me crié con todo ese maravilloso telón de fondo, influyéndome de alguna manera inconsciente y generándome muchísimo interés. Me pasé por ello desde los ocho hasta los once años escuchando la radio con un radiocasete gigante que permitía grabar, con el que me grababa trozos de canciones que iba pillando (rock en su mayoría, pero había de todo). Luego me quedaba escuchando esos trozos en bucle, embobado y sorprendido a la par, y no siempre conociendo a sus autores, pero tampoco lo necesitaba por aquel entonces. No fue hasta mi adolescencia que no empecé a enfocarme en alguna dirección musical más fija, aunque no empezase a tocar aún, lo cual tuvo lugar a mis 20 años.
- El punto de inflexión vino, como dije, en mi adolescencia, con un tema de Metallica en el año 2000: “I Disappear”, esa grandísima rareza del grupo que acabó formando parte de la banda sonora de "Mission Impossible 2". En aquel momento descubrí que ese era, de alguna manera, mi camino. Pronto hallé que muchos temas que había escuchado y grabado de forma aleatoria en la radio también eran suyos, con lo que fueron un grandísimo punto de partida que me sumergió en un mundo que me sobrepasaba.
En esa banda sonora también figuraba Limp Bizkit con “Take a Look Around”, su particular versión del tema clásico de "Mission Impossible", que también me voló el cerebelo por esa extraña unión entre guitarreos agresivos y líneas vocales semi rapeadas; esa fue mi conexión directa también con toda la escena metal alternativo y del nu metal, que empezó a tener su máximo auge en aquel momento.
Con todo ello, se me abrieron dos ramas diferentes para explorar el metal, que no dudé en explotar en profundidad poco tiempo después, nada más tuve conexión a internet. Conocí una infinidad de bandas, y terminé incluso elaborando compilaciones metal muy variadas para mis colegas, algo que hacía cada poco con mis descubrimientos más recientes.
Al explorar ambas ramas en paralelo de alguna manera supe entender que, aún siendo visiones distintas de un mismo género, estaban ahí para enriquecerlo y aportar estilos diferentes, con lo que nunca entendí esa especie de desprecio de lo moderno a lo clásico y viceversa. Jamás llegué a comprender ese afán “true” tan característico del género de intentar desmerecer según qué etiqueta, o incluso la basura que se arroja sobre otros estilos ajenos, e intenté siempre abrirme a todos los sonidos que pude. No tardaron en llegar el power metal, el thrash, el industrial, el goth, el death… y posteriormente el metalcore, el progresivo y otros estilos a mi vida.
A pesar de dicha profundización, no me centré exclusivamente en escuchar metal en la totalidad de mi tiempo. He mamado mucho post-punk y goth rock, que siempre me pareció una escena super atractiva, aunque llegué a ella descolgándome desde el goth metal. Escuchaba también bastante rock alternativo (ese cajón de sastre del rock en el que caben infinidad de bandas muy diferentes entre sí), grunge y post-grunge. Paralelamente también era un fanático de las bandas sonoras de películas, y coleccionaba varias de Hans Zimmer, John Williams (por la saga Star Wars) y John Barry (por la saga Bond). Con ello puedo confirmar que el cine, por su lado, fue una buenísima fuente de descubrimientos gracias a sus bandas sonoras y a los recopilatorios “music inspired by the film”, cuyos compiladores fueron muy, muy eficientes en su labor.
De hecho, del mismo cine vino la inspiración para mi nombre artístico. Fui desde bien joven un gran fanático del cine de acción, especialmente de la saga James Bond. Stamper era el nombre de uno de los esbirros del antagonista principal de la película "El Mañana Nunca Muere". Como en toda película de James Bond que se precie, resultaba ser más malo el esbirro/guardaespaldas que el malo mismo. Su nombre me moló, y pronto surgió Mike Stamper como nombre para un personaje protagonista de unos cómics de acción que dibujé a finales de mi infancia, así como también de una falsa serie radiofónica que grababa en cintas junto a uno de mis primos. En homenaje a aquellos tiempos y a lo que significaron, decidí llevar ese nombre como nick y posteriormente como nombre artístico. Con lo que Mike Stamper ha sido un personaje que lleva conmigo casi toda mi vida.
Y respecto a lo que me preguntas de grupos nuevos que escucho actualmente, tengo el foco puesto en varios artistas de corte instrumental, que son gran fuente de inspiración para lo que desarrollo en mi proyecto solitario Mike Stamper. Entre ellos podría incluir a Keith Merrow, Nick Johnston, Angel Vivaldi, Andy James, Shades Of Black, Shokran, Sithu Aye, Polyphia, Mendel, Plini, I Built The Sky, Widek… entre otros muchos. La gran mayoría giran en torno al metal desde diversos enfoques, pero algunos coquetean con otras formas de hacer y, actualmente, busco mucho explotar esos terrenos intermedios.
- Curiosamente, mi camino musical como tal comenzó como vocalista en una banda de punk rock. Menudo giro inesperado, ¿verdad? Aquel invento se llamó No Sense Within (NSW). Era octubre de 2006 y mi incorporación fue fruto de un curioso impulso. Se trataba de la banda de unos amigos, que llevaban algunos años tocando juntos versiones de punk rock americano (tipo The Offspring, Green Day y similares). Llevaban tiempo en búsqueda de vocalista, hasta que una noche de karaoke y cervezas me envalentoné y me comprometí a probar. A pesar de que no había cantado jamás y de que no era especialmente entendido del punk rock (sino un joven powermetalero metiendo el pie en el melodeath), me vine arriba. Se vio que les convencí.
Poco después de mi entrada, motivado tras descubrir que podía entonar -aunque fuera sin la más mínima técnica- y de ojear a mis compañeros con sus instrumentos, desperté un profundo interés por aprender a tocar la guitarra eléctrica. Pasé dos años y medio en la banda, en los que, además de debutar en directo en 2007, adquirí mi primera guitarra paralelamente y esta pasó a ser una parte indispensable en mi día a día. Aprendiendo lo más que pude del instrumento llegué a componer al completo nuestro único EP antes de disolvernos en 2009. Fueron mis primeros coqueteos con la composición. En ese mismo periodo compaginé mi aprendizaje guitarrero con el bajo, y poco después, junto a un buen amigo, se decidió fundar Gajes del Oficio, banda de rock urbano con tintes metálicos en la que ejercí de bajista y segundo vocalista.
Con ellos estuve hasta 2014, publicando dos maquetas y un EP, largo periodo en el cual también participé en otras dos bandas: una de ellas fue Preventive Suicide, banda de punk rock con tintes de metalcore (una mezcla que se estilaba bastante por entonces), en la que seguí mi legado a la voz, culminando en dos EPs en los que participé activamente en la composición; la otra fue Black Devil, banda de heavy/power metal en la que, como bajista, llegué a publicar con ellos su primer larga duración y participar en parte de la composición del segundo y último. Fueron unos años de directos y muchísimo aprendizaje. También nació en este periodo mi proyecto en solitario Mike Stamper, en el que empecé a desarrollar conceptos que no encajaban con mis bandas, y con el cual pude permitirme experimentar musicalmente y profundizar en aspectos de grabación y producción. Esto me posibilitó realizar labores de producción durante esos años posteriores para algunas bandas locales amigas (Between The Lines por ejemplo, a quienes produje su EP debut).
Fue en 2014 cuando tras mi salida de Gajes del Oficio conocí a Nacho Peña (gracias a su primo Phil González, de Soldier), con quien tuve una gran empatía musical que pronto desembocó en la fundación de Unexpectance. Durante ese mismo año también fui bajista en una banda post-rock/ambient/kraut-rock a la cual produje su álbum debut, Archaeopteryx Ultraavantgarda, que hicieron una pequeña gira de presentación de ese trabajo.
Desde ese momento hasta el día de hoy, se cocinaron dos álbumes de Unexpectance (que el segundo, “Vortex”, verá la luz tan pronto como nos permita la pandemia), dos álbumes instrumentales como Mike Stamper (que supusieron el arranque definitivo del proyecto) y el álbum debut de Kirlo (actualmente en fase de mezcla, en el que aporté una buena parte de la composición). Puede también que algún coqueteo con el goth rock en otro proyecto llamado In Sanctity del que sólo hay un single publicado, pero que tendrá más desarrollo en un futuro. Y este podría ser un buen resumen.
- Sobre tu canal de YouTube… en serio, ¿una versión de “The coffin dance”? ¿”What is love”?. La verdad, se me habían escapado. También te he visto con la indumentaria de un soldado imperial interpretando la marcha imperial. Añado que tienes unos cuantos videos con varios cientos miles de reproducciones con asuntos muy técnicos de guitarra. Me da miedo preguntar, pero… ¿qué tienes entre manos ahora mismo?
- Si… mi canal de YouTube es un buen popurrí de diferentes tipos de vídeos que abordé a lo largo de varios años. Hay diversas versiones “pasadas de rosca” como bien indicas, versiones que no son literalmente versiones al uso, sino reinterpretaciones de los temas originales con la particular mezcolanza de metal que tengo rondándome la cabeza. Todas ellas son una genial excusa para entretenerme, homenajear temas legendarios que han marcado mi vida (o que me parecen potencialmente “cabeceables”) y encontrar inspiración para mis composiciones al mismo tiempo. Cumplen esas funciones a la perfección, por lo que la aleatoriedad del rango de versiones puede ser muy grande, abarcando por ello desde temas pop/rock/metal de diversos artistas hasta bandas sonoras y cabeceras de programas (hay por ahí una versión de la cabecera de “Informe Semanal”, por poner un ejemplo tremendamente bizarro). Todo aquello que me inspire es susceptible de ser stamperizado, independientemente de su origen.
En lo reciente, tengo el foco del canal puesto en satisfacer una necesidad de pruebas de equipo para guitarristas, entre las que se incluyen demostraciones de instrumento, accesorios y comparativas de pastillas electrónicas (los imanes que generan el sonido en una guitarra/bajo eléctrico), siendo este un área ciertamente técnica pero muy demandada entre la comunidad de guitarristas. Este tipo de vídeos funciona muy bien, y varios han sido compartidos incluso por algunos fabricantes en sus medios y webs oficiales. Además, se ha formado una comunidad que participa de forma habitual aportando sus opiniones y generando debate.
Y es que los guitarristas, además de guitarristas, somos consumidores (algunos más consumidores que guitarristas, incluso), y toda esta fabulosa cacharrería nos introduce de lleno en el enorme mundo del tono, del sonido que uno intenta perseguir para sus propios objetivos musicales; un mundo que no está exento de sugestión y subjetividad, dado que, objetivamente, no hay un tipo de sonido mejor que otro, sino que cada persona busca el suyo según su propósito y estilo. Como seguro comprenderás, este fenómeno puede inducirte a invertir el dinero de la universidad de tus hijos en sonar como Dimebag Darrell o John Petrucci, lo cual nos conduce a lo que conocemos como G.A.S. (Guitar Adquisition Syndrome) o la adquisición compulsiva de equipo guitarrero; es también la posibilidad de quedarse atrapado en un bucle infinito de compraventa e intercambios de equipo, muchas veces quedando el propósito musical relegado inconscientemente a un segundo plano. Y cuando te ves en esa situación acabas echando de menos aquellos tiempos en los que tenías un equipo bastante más humilde, al cual sacabas mayor rendimiento por las ganas tan grandes que tenías de hacer cosas. Por ello, hay que intentar mantener un equilibrio sano en este aspecto.
Y es en medio de toda esa compleja búsqueda y de todo ese infinito dolor existencial donde se encuentra mi canal de YouTube, en el que intento facilitar un poco las cosas, aunque soy plenamente consciente de que contribuiré a aliviar el G.A.S. de la misma forma que a crearlo. Mismamente, con el propósito de alimentar el canal, yo mismo he sido brutalmente “autoGASeado” con todas las maravillas que han pasado por mis manos en este tiempo (algunas se han quedado conmigo, de hecho).
- Te seré totalmente sincero: mi metodología para el estudio de la guitarra es, cuanto menos, caótica. No soy especialmente amigo de los ejercicios de escalas, o de intentar clonar riffs, licks o temas concretos de otros hasta hacerlos perfectos. Mi metodología es y ha sido extraña en todos los años que llevo peleándome con el instrumento, dado que me considero especialmente caprichoso para el aprendizaje. No me gusta sentir que tengo un camino marcado que no sienta que deba seguir; lo cual se traduce en que no pueda seguir una metodología fija que quizá funcione para otros (métodos de guitarra, clases, tutorización…), o incluso que se me pueda hacer incómodo versionar un tema de forma estricta al verme atado a la idea original, sin poder aportar mi visión o improvisar (de ahí las versiones reinterpretadas de las que hablé antes, o el hecho de que en directos prefiera ser bajista por la libertad improvisativa que ello otorga); si bien, esto no quita que puntualmente pueda romper mis propias normas, pero… lo dicho: un caprichoso de manual.
Hasta la fecha, mi inspiración y punto de mejora técnica con el instrumento ha partido de mis intentos compositivos en base a las influencias musicales de cada momento. Siempre enfoqué mi aprendizaje estrictamente para la composición (más incluso que para el directo), y la técnica que he desarrollado tiene relación directa con la idea de aquello que intentaba componer. Digamos que he intentado imitar las ideas mentales que se me ocurrían utilizando mi oído y, poco a poco, logré desarrollar la técnica que dichas ideas me requerían. De forma resumida, podría decir que son mis propios riffs junto con mis influencias de cada momento los responsables de hacerme conseguir objetivos con la guitarra, y lo cierto es que estoy satisfecho con esta forma de trabajo, a la que sigo dedicándole parte de mis tardes/noches. Más de una vez he intentado incorporar nuevas metodologías de aprendizaje, pero me cuesta mucho salir de esta “zona de confort”, aunque me acaben llevando igualmente a nuevos progresos.
Durante el confinamiento y todo el periodo pandémico en general estoy centrando mi esfuerzo en componer mi tercer disco como Mike Stamper y, como te comento, es lo que me mantiene activo con el instrumento. Ha sido un periodo de pasar mucho tiempo en casa, aunque estaba acostumbrado a ello desde hace algún tiempo. Si que es cierto que el contexto pandémico hace que tardes en encontrar el estado mental propicio para ser productivo, que con todo lo que está sucediendo en el mundo cuesta abstraerse. Aun así, el trabajo de este periodo me ha trastocado los planes para bien, porque estoy teniendo más material del que esperaba. Veremos cómo organizarlo después.
Y respecto al equipo que utilizo e instrumentos que uso, debo decir que debido al anteriormente mencionado G.A.S. y a la evolución propia de lo que uno busca esto cambia radicalmente con el curso de los años. Mi forma de guitarra preferida actual es la stratocaster/superstrato, y encuentro en ella la mayor comodidad para lo que yo desarrollo ahora mismo; tuve varias de diversos fabricantes (Ibanez, Chapman, Schecter, Fender…) y de muy diferentes configuraciones (seis, siete y ocho cuerdas, barítonas… etc). Antaño adoraba la forma Les Paul, que además es tremendamente cómoda dada su escala más corta, y de este tipo aún conservo una inseparable Washburn Idol que lleva conmigo desde que empecé en esto hace cerca de 15 años. No obstante, con los años han surgido marcas muy interesantes que por calidad/precio merece la pena ojear, entre las que incluyo las nuevas Harley Benton, Chapman, Solar… por poner algunas.
Para bajo, me encanta Schecter. Suelo usar dos de estos bajos en mis bandas y dan la respuesta que necesito para un bajo funcional de metal tanto en estudio como en directo. Fuera del contexto del metal también responden fabulosamente bien.
Como amplificador utilizo un Kemper Profiler, que es una especie de clonador digital que realiza “fotografías” de tonos concretos de otros amplificadores reales; algo que no hace mucha gracia a sus fabricantes, desde luego, pero es una ventaja muy grande llevarte allá adonde vayas una infinidad de sonidos en un único aparato válido tanto para guitarra como para bajo. Es, además, una herramienta fabulosa para cualquier home studio que se precie (y no tan home studio).
- Tengo varias formas de afrontar la composición. La principal, y la que mejores resultados me ha dado, ha sido la de aprovechar melodías que me venían a la cabeza e intentar imitarlas a oído. Esto hace que acabes con una carpeta de ideas gigante almacenada en tu móvil, en la que, a veces, hay muchas contribuciones tarareadas con la boca, porque la inspiración no siempre te pilla en casa ni con el instrumento al lado. Si a esa forma de componer le añades los riffs que surgen de forma casual en las sesiones guitarriles de algunas tardes, la fuente de ideas tiende a crecer exponencialmente. Aunque sigo convencido de que los mejores temas acaban siendo aquellos que logras estructurar casi al completo en tu imaginación antes de intentar abordarlos. Y si además esas melodías te evocan algún recuerdo o logras asociarlas a algún momento concreto de tu vida, la inspiración se multiplica.
Hay otra forma de componer bastante útil y clásica que es la de ir enlazando riffs similares o evolucionando una idea inicialmente simple según te lo vaya pidiendo el cuerpo, método en el cual me apoyo puntualmente y con el que también salen resultados muy interesantes. Al final, componer es un proceso mágico y muy libre en el que puede intervenir todo: desde tus recuerdos, tu energía, tu estado de ánimo e incluso tus ganas de complicarte la existencia (por poner algunos factores sobre la mesa, pero son muchísimos más), y el método debería ser indiferente mientras te llene el resultado.
Hay que matizar también que cambia cuando compongo algo para mí respecto a cuando compongo para una banda. Cuando compones para una banda tienes que hacerlo ciñéndote a un marco muy concreto en el que se deben tener en cuenta más aspectos. Es un proceso más empático en el que tienes que controlar cuánto de cómodos van a estar tus compañeros con esa idea, cómo va a aceptarse, si pueden ejecutarla de la misma forma en que se concibió e incluso si puede descuadrar con el resto de ideas. Tienes que intentar meterte en sus cabezas, con lo que siempre tiene esa complicación de encaje añadida; si bien también se puede componer de forma conjunta en el propio local, aunque tiene que existir un feeling con tus compañeros muy fuerte para que el resultado tenga cierta coherencia. Componer para ti mismo es diferente porque, aunque tienes tus normas, puedes romperlas con mucha más libertad y el resultado depende únicamente de uno mismo y su capacidad resolutiva.
- Pues podría decirse que la pandemia estalló muy poco antes de la fecha en la que teníamos pensado publicar el primer single de “Vortex”, con lo que pudimos congelar nuestra planificación y salvar los muebles a tiempo. Entendemos que debe de ser realmente duro publicar tu disco, que se sobrevenga esta situación y que no sólo no puedas presentarlo en directo, sino que la realidad sanitaria se imponga, teniendo que que parar la maquinaria durante tiempo indefinido y que pueda “pasársete el arroz” (ese intervalo psicológico en el que sigue siendo coherente presentar un trabajo). No hablemos ya de si existen inversiones económicas que puedan no llegar a recuperarse.
Tuvimos la gran suerte de que eso nada de esto nos afectó y, aun así, esperaremos a que la situación estabilice. Creemos que es lo más prudente, antes que comprometernos a fechas que quizá toque aplazar. Nos encantaría pensar que 2021 será el año, pero con las cifras actuales de la pandemia es mejor mantener la cautela e intentar anticiparse a la evolución de todo.
- Ese es siempre uno de los mayores líos de una banda. Cuando eres joven, sueles disponer de todo el tiempo del mundo, con lo que aportas disponibilidad plena e incluso llegas a sobreocuparte, en ocasiones. Mismamente, por mi lado, llegué a estar en tres bandas activas a la vez en su momento, y no es para nada recomendable si quieres hacer algo más con tu vida o si no esperas dedicarte profesionalmente a esto. Según van pasando los años, las responsabilidades laborales y familiares empiezan a abrumarte progresivamente, y el tiempo de que dispones para ensayos se ve notablemente reducido, como es obvio. Ahí empieza el lío verdadero.
En nuestro caso, prácticamente todos trabajamos o tenemos otras ocupaciones, con lo que no íbamos a quedar exentos de esta maravillosa problemática. Sin embargo, debo decir que lo llevamos francamente bien, aunque esto se debe a que ha habido mucho trabajo previo. Tenemos la gran suerte de que interiorizamos muy rápido los temas que componemos y cada uno tiene bastante controlado su papel en ellos, así como su impacto y sincronía con el resto de miembros, por lo que todo casa sin problemas cuando nos juntamos para ensayar. Esto hace que quizá no necesitemos ensayar con tanta frecuencia como otras bandas, pues reconectamos de seguida entre nosotros. Con un par de veces al mes, a lo sumo, nos es suficiente. En ellas, solemos darle una o dos vueltas a nuestro repertorio completo.
Respecto a los orígenes de la banda, formé parte del proyecto desde el mismo principio. Prácticamente, junto a Nacho, dibujamos un poco el comienzo, establecimos las bases de lo que esperábamos musicalmente y lo plasmamos en un single autoproducido (“Sinestesía”) que utilizamos a modo de presentación para la búsqueda del resto de miembros. En ese single colaboró Nefta de Sound Of Silence a las voces, a quien mando un abrazo desde aquí, y el resto nos lo cocinamos Nacho y yo desde nuestras casas con nuestros respectivos conocimientos de grabación y producción, al estar ambos bastante metidos en esto del home studio. Gracias a ese single establecimos la primera formación de la banda, que echó a rodar nuestras primeras composiciones conjuntas. En esa formación estábamos los mismos que ahora, a diferencia de Salvador Ibias (“El Poyo”, a quien va un abrazo enorme) a las baterías, quien estuvo con nosotros hasta finales de 2018 para ser sustituido por Luis Barrientos, nuestro batería actual. Dani tuvo que dejar temporalmente el proyecto al poco tiempo de incorporarse, lo que nos hizo debutar con otro vocalista (Rubén García, a quien también mandamos un saludo; y el mismo Nefta en otra ocasión), pero se reincorporó poco tiempo después ya para quedarse. El “departamento de cuerdas” siempre se mantuvo intacto (Fran, Nacho y yo), lo cual ayudó muchísimo a mantener bastante homogeneidad en la composición.
En nuestro primer LP quisimos hacer una declaración de intenciones de lo que pretendíamos que fuera el proyecto. Presentamos un melodeath con tintes puntuales de metalcore (en su vertiente inicial más melódica) que era lo que nos pedían cuerpo y mente por aquel entonces e ideal para empezar a rodar. Una vez publicado, tenía mucho más sentido que el siguiente paso fuera darle el enfoque actual, que supone una evolución natural de lo que hicimos en el debut. Hemos coqueteado mucho con el groove desde entonces, con el metal progresivo e incluso con el deathcore; hemos jugado mucho con sonoridades mediante diferentes afinaciones, incorporando guitarras de 7 y 8 cuerdas; todo ese influjo ha tenido mucho peso en lo nuevo. Asimismo, en varios temas se mantiene gran parte del alma de su predecesor, que es algo que no queríamos que se perdiera. A fin de cuentas, no pretendíamos desligarnos del todo de lo que hacíamos, sino enriquecer el concepto, perfeccionarlo y evolucionarlo.
El álbum fue grabado en Ovni Estudio de la mano de Dani Sevillano en diciembre de 2019. El trabajo de Dani es sobradamente conocido en este país y no pudimos estar más satisfechos con el resultado. Se trabaja muy cómodamente con él siempre porque el entendimiento es total, y yo esto puedo decirlo por doble vía al compartir “faena” con él en Kirlo también (juro que no me ha pagado para decir esto). Asimismo, la experiencia en Ovni fue fabulosa, ya no solo por el magnífico trato de Dani y Pablo, sino porque, en nuestra humilde opinión, dispone de la mejor sala para grabar baterías en Asturias. La posterior masterización del álbum corrió a cargo de Jacob Hansen de Hansen Studios, quien es conocido por trabajar con artistas de la talla de Amaranthe, Volbeat, Epica o The Black Dahlia Murder, y que supo aportar la guinda final a la ya potente mezcla de la que partíamos con tan solo apretar su “botón mágico”.
El resultado ha sido un álbum muy contundente, con mayor dureza y oscuridad que su predecesor, abriendo más el abanico de sonoridades y en el que aún se deja entrever el gran peso de ese origen Gothenburg sound homenajeado desde visiones más modernas y actuales. Conserva un lado melódico muy centrado esta vez en el ámbito instrumental, y que deja hueco a una voz gutural mucho más agresiva y desgarradora que en el anterior disco. Estamos realmente contentos con el producto final, ahora tan solo nos queda encontrar el momento idóneo para mostrárselo al mundo.
La forma de componer que mejor ha funcionado con nosotros ha sido la de llevar ideas completas o bien definidas al local tras estructurarlas en casa, ponerlas en común y, tras analizar su coherencia con el resto, incorporarlas y aprenderlas. Esto es algo que generalmente hacemos Fran, Nacho y yo. En la siguiente fase, Luis aporta sus propias baterías y adapta los temas a su forma de tocar. Él tiene gran capacidad de adaptarse a los temas, de hacerlos suyos, cuidando los detalles y mejorando lo que esperamos de su rol para cada canción, algo totalmente deseable en un batería. Una vez definida la estructura instrumental, Dani diseña sus encajes de voz y sus letras. En este periodo y a medida que ensayamos e interiorizamos la idea, incorporamos arreglos que vayan surgiendo con el tiempo. No obstante, un tema nunca termina de asentarse hasta que llegue el momento de grabarlo, con lo que siempre están sujetos a cambios. Aunque… se ha dado el caso de que se nos hayan ocurrido arreglos a posteriori de grabar un tema, incluso, y aplicarlos en los directos siguientes, que lo cierto es que también mola que los temas puedan evolucionar contigo.
- ¿Cómo ves la escena local? Si pudieras aconsejar a tu yo de hace diez años… ¿qué te aconsejarías? ¿Harías las cosas de otra manera?
- Veo la escena local en caída libre desde hace ya varios años. No por las bandas ni por su música, que en ese aspecto siempre hubo mucho talento y variedad de oferta en nuestra región. Sin embargo, lejos quedaron los tiempos en los que podías meter a más de 100 personas en una sala un viernes a las siete de la tarde con tan solo pegar unos pocos carteles por la ciudad, algo de lo que ya hace más de una década. Desde entonces, fue decayendo gradualmente el interés por la música en directo, desapareciendo salas (algunas sufriendo grandes restricciones y encontrándose a la ley de frente). Está faltando también relevo generacional, en mi humilde opinión, dado que los que siguen estando son parte de los que ya estaban, y no parece que se hayan incorporado muchas caras nuevas a nuestro panorama en los últimos años, tanto desde el lado de las bandas como del público asistente. No se respiran ya esas ganas que antes había, quizá porque los intereses hayan cambiado, las responsabilidades familiares hayan crecido o quizá las nuevas lógicas digitales (las redes sociales, las plataformas de streaming y el estilo de vida que promueven, por ejemplo) se hayan impuesto, deformando nuestra visión del conjunto.
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