viernes, 31 de diciembre de 2010

Diario de un metalhead. Capítulo VIII: Mi primera vez (con Maiden)



Año 1990. La banda de Heavy Metal más importante de todos los tiempos, Iron Maiden, editaba su octavo álbum de estudio y anunciaba el calendario de su nuevo tour “No Prayer On The Road”. Entre las fechas se anunciaban solo dos en España, Madrid y San Sebastián eran las citas. Se esperaba el lleno en ambas y había que ir como fuese.


Además del aliciente de ver por primera vez en mi vida a Iron Maiden, estaba el tema de los teloneros. Ni más ni menos que otros de los más grandes de la época: Anthrax. Más que teloneros eran estrella invitada, pues contarían con ambientación de escenario propia. ¡Menuda noche se avecinaba!

Hubo suerte, un chaval de Oviedo al que conocía por tener amigos en común, anunciaba un viaje organizado con viaje más entrada. Un carbayón, Pier, de aquella era “el más listo de la clase” y se lo montaba de aquella manera.

El caso es que toda la pandilla llamamos para concretar viaje con Pier. Teníamos que ir a pillar el bus a Oviedo, el sitio de salida era la estación del Norte. Así que ya ves a medio Mieres y medio Turón de paseo desde la parada de la Empresa Fernández hasta la Estación, pasando por la calle Uría. Así que recuerde iban Saez, Jorge, Fredo, El Pirata, Chema, Canuto, Iván Sevillano.... y por supuesto yo. Es imposible que me acuerde de todos.


Solís de aquella se lo montó de puta madre. Ante la falta de recursos económicos fue a una imprenta, encargó unas pegatinas de Anthrax y se puso a vender como un descosido a cinco duros. Ni que decir tiene que sacó de sobra para el viaje, hasta tal punto que cuando ya tenía pasta bastante empezó a regalar las puta pegatinas. Debía haber pegatinas para cubrir el autobús entero si hubiese hecho falta.

El autocar lleno hasta arriba. Aquellos viajes eran brutales, la autovía del Cantábrico de aquella no era ni siquiera un proyecto, la “Cantabria Eterna” del eslogan publicitario, en aquella época parecía eterna de verdad. Cruzar esa provincia era querer morirse, no se terminaba nunca, parecía que cruzabas Castilla entera. El caso es que como íbamos viendo videos sin parar tampoco te aburrías demasiado. De aquella no se veían vídeos todos los días. Solo los más afortunados, que tenían parabólica en casa, podían grabarlos. El resto rezábamos para ver alguno en una de las dos cadenas de televisión estatales.


Tras ocho horas de viaje, llegamos a Donosti, unas copas y un ojo al puesto de camisetas. Vimos a Anthrax en las primeras filas y disfrutamos como piojos viendo como los relojes que cubrían todo el escenario, no paraban de girar sin control con los acordes de los neoyorquinos. ¡Que grandes! Es imposible que me acuerde del set-list, pero recuerdo con cariño el I’m The Man. Canuto, Sevillano y yo nos perdimos entre la multitud y no volvimos a ver al resto de los colegas más, que yo recuerde. Así que continuamos a nuestro aire.

Tras la apabullante descarga de los Anthrax dirigidos por aquel magistral Joe Belladona, llegaba la hora de los más grandes: Iron Maiden.


Los dioses estrenaban guitarrista. De aquella al señor Adrian Smith le dio un aire y pensó que era mejor para su carrera y para su vida dejar la banda y emprender carrera en solitario haciendo hard rock. Gran equivocación que le costó siete años de mediocridad arrastrándose por clubes de medio pelo a los que acudían fans de Maiden para verlo con sus proyectos Asap y Psycho Motel hasta que un día se encontró con Dickinson y poco a poco todo volvió a ser lo que es hoy.

Así que Harris metió al guitarrista de la Ian Gillan Band en el grupo, un tal Janick Gers y asunto arreglado. Luego a la vuelta de Adrian, Janick conservó su puesto. Aquí a las duras y a las maduras, es de justicia.


Tras una introducción con música de película del oeste que usaban en aquella época, Maiden salieron al escenario entre la algarabía de un lleno Velódromo de Anoeta. “Tailgunner” sonó a música celestial y en las primeras filas los más locos disfrutábamos de continuas avalanchas. Ibas de un lado hacia otros y estabas tan apretado que si te dejabas caer no te ibas al suelo, pues te sujetaban los demás. En esa movida me encontré a Fredi, de Oviedo, que andaba también por allí y me enseñó la púa de Scott Ian que había pillado, y perdí a Jorge y a Sevillano ya definitivamente. Así que a disfrutar del bolo y ya los vería al salir.

“Public Enema Number One” fue el segundo tema y luego llegó Wrathchild. La emoción y el griterío iba creciendo. Ahí llegó el primer parón, el primer speech de Bruce, que empezó con un “good evening San Sebastián” y acabó con aquello de “If you gonna die, die with your boots on”. “Die with your boots on”, creía morir.


Nicko atrás, tocando a la perfección, Harris corriendo de un lado a otro, Dave a la izquierda, casi estático, el novato Gers que no paraba y Bruce Dickinson inmenso, con su larguísima melena, su chupa de cuero y sus botas de boxeo blancas, marcando estética. Todos queríamos ser como aquel cabronazo al que adorábamos, aunque yo hubiera dado una mano por haberlos visto en el 81 con Dianno.

“Hallowed Be Thy Name” y “22 Acacia Avenue”, aquello era la felicidad absoluta. Así fueron sonando canciones del nuevo “No Prayer for the Dying” y temas ya clásicos. Con la canción que daba título al nuevo disco, “No prayer for the Dying” se me pusieron los pelos de punta. Por supuesto vimos también a Eddie. Terminaron con “Sanctuary” y salí más contento que unas castañuelas. Aquel día no lloré cuando terminó el concierto. Marché sobrado, pensando “bueno, ya los vi por primera vez, a partir de ahora habrá muchas”. No como hoy en día, que cada vez que los veo y se termina un bolo siempre me queda cara de angustia pensando en que pueda ser la última vez que los disfrute en vivo.

Ya en la calle encontré a Jorge y a Sevillano y como no sabíamos dónde estaba el Ayuntamiento de Donosti para ir a pillar el bus de regreso, nos acoplamos a unos chavales bastante mayores que nosotros, que eran de Mieres y que amablemente nos aceptaron e incluso nos pagaron una caña, pues yo al menos, ya no tenía un puto duro para el viaje de vuelta.


Hace unos años conseguí un DVD de aquel concierto. Está grabado desde la audiencia y en muy baja calidad. No sé quién tendría el valor de grabarlo, pero si leyera estas líneas algún día, que sepa que siempre le estaré agradecido por haber inmortalizado aquellas dos horas de concierto en tiempos en los que las cámaras de vídeo eran un lujo al alcance de muy pocos, y unos trastos de la leche para cargar por ellas.


Otra noche más, otra noche inolvidable.

Up The Irons!

© Larry Runner 2010.

Blog publicado originalmente en myspace en Junio de 2009

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