sábado, 25 de diciembre de 2010

Diario de un metalhead. Capítulo VII: Marca mi número, es el 666.




Por Larry Runner.

Año 1988. Era un pipiolo de 19 años. Un muy mal estudiante que como castigo en casa no recibía ni un duro. Tiempos duros, claro. Es jodido tener esa edad y no tener pasta en el bolso.

Encima estaba rodeado de gente que sí manejaba guita. Los colegas de vacile iban todos a FP a Mieres o a Ujo y sin apenas esfuerzo sacaban unas notas más o menos decentes. Yo iba al Instituto de Turón, y no tenía tiempo para estudiar, había cosas mucho más importantes. No fue hasta un año más tarde cuando me puse las pilas y empecé a encontrar utilidad a los libros de texto, que los otros siempre me gustaron y nunca me tuvieron que obligar a leer ninguno.

Como consecuencia de mi aplicada vida, llegué a casa con unas notas de vértigo. Tenía que repetir tercero de BUP. El premio fue sonado, no ver un duro en todo el verano. Solución: buscarse un curro. Y por medio de un vecino lo encontré. Fácil, sencillo. Cobrar los recibos de la comunidad de vecinos. Estaba tirado, solo había que patearse los tres barrios: Cabojal, Santamarina y la Llana’l Monte. En un par de tardes, y dependiendo del mes, podías sacarte entre diez y veinticinco mil pesetas. Con aquello era yo tan rico entre mis colegas como el Cristiano Ronaldo hoy en día.

Vinieron por entonces a Asturies los que eran para mí en aquella época el grupo número uno del heavy metal nacional: Angeles del Infierno. Su actuación, anunciada a bombo y platillo por el programa del Derrame Rock, iba a tener lugar en una discoteca de Llovio, Ribadesella. Con dinero en el bolsillo nada me iba a impedir que de una manera u otra yo fuera a hacerme aquellos algo más de cien kilómetros que separaban mi casa del pequeño pueblo riosellano.

Llegada la fecha todo fue mucho menos complicado de lo esperado. No me hizo falta coger ningún Alsa. Andrés, el cuñado de Julio iba a ir y tenían una plaza libre en el R5. Así que a media tarde salimos para Ribadesella. Cenamos en un burguer y mucho antes de la hora ya estábamos aparcados delante del garito.

La sala Anfiteatro de Llovio no era otra cosa que el sótano de un restaurante que estaba al comienzo de la recta del pueblo. Un gran edificio para bodas y banquetes y la discoteca la tenían más que nada para dar el servicio a dichos eventos. Pero a algún avispado se le ocurrió que podía ser negocio llevar a tocar a allí a los donostiarras.

El promotor acertó de pleno. Una hora antes allí ya no se entraba de gente. Había hasta autocares. Acercarse a la barra del bar era casi imposible. Así que tan pronto como pudimos, compramos las entradas y bajamos al sótano. Lo de comprar la entrada fue realmente extraño Las vendía un camarero en la barra del bar. 

En medio del “auditorio” había una enorme columna rodeada por la barra, que te impedía la visión si te quedabas en la parte trasera. Así que nosotros, nos fuimos metiendo hacia adelante y así llegamos hasta la primera fila. Tan delante nos colocamos que Julio le pasaba los “flys” a Manolo (Manu García), el rítmica de la banda.

Angeles del Infierno presentaban en aquella gira el disco “666”, sin duda mi disco favorito aquel año y probablemente uno de los discos que más escuché en mi vida.

No recuerdo si sonaba bien o mal, simplemente que estuve todo el concierto flotando, como en una nube, y no era por fumar como Julio, que yo de eso siempre pasé. Era de la emoción. De tener a aquellos tíos tan cerca de mí. Bueno, las birras también influirían algo, no digo que no.

“Dando por detrás” “Hoy por tí, mañana por mí”, “666”... y por supuesto “Si tú no estás aquí”. En aquella época de escasos conciertos, aquello fue un evento enorme, y yo había estado allí.

Una muesca más al rifle. Otra noche para recordar, otra noche mágica que espero que Herr Alzheimer nunca me borre.
© Larry Runner 2010

Blog publicado originalmente en myspace en Junio de 2009

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