lunes, 3 de septiembre de 2018

LUCIFER: Lucifer II (Century Media Records, 2018) Alemania/Suecia.


Por Diego Rodríguez Liébanas.

No es exacto decir que Lucifer es una banda alemana aunque su lideresa, Johanna Sadonis, haya nacido y viva en Berlín ya que siempre se ha rodeado de músicos procedentes de otros países. De hecho, podemos denominar como “etapa inglesa” al período de tiempo en que se concibió su primer álbum ya que no sólo contaba con Andy Prestridge a la batería y Gaz Jennings, guitarrista de Cathedral y co-autor de las canciones, sino que se publicó a través de la discográfica Rise Above Records.

Si la primera época de la banda tuvo mucho que ver con la antigua Meca del Rock, la segunda, que comienza tras la renuncia amistosa de Jennings y Prestridge, se desplaza un poco más al norte a uno de los centros neurálgicos actuales más importantes de nuestra música: Suecia. La “etapa sueca” viene de la mano de la incorporación de toda una institución como Nicke Andersson, batería en los Entombed de los noventa, cantante y guitarrista de los Hellacopters y de Imperial State Electric siendo acompañado además por el guitarrista Robin Tidebrink. 


Al igual que sucediera con Jennings, es el tándem formado por Sadonis y Andersson el que compone y decide el rumbo musical del grupo para este segundo trabajo, que no supone una ruptura con los principios establecidos en su debut ya que el Hard Rock de los setentas así como el sonido procedente de aquella época sigue siendo preponderante. No es un disco Stoner o Doom ya que las canciones, salvo alguna excepción, no giran en torno a los riffs sino que las melodías vocales llevan la batuta, pero sí que podemos encontrarnos diversos matices a lo largo de las canciones procedentes de esos estilos. No es un disco de High Energy Rock and Roll ya que no es especialmente visceral, básico o sucio pero posee su energía y su frescura. Tampoco es un disco de Heavy Metal pero por momentos se deja entrever el poder y la épica. Con estas coordenadas es imposible no referirse a Black Sabbath, Deep Purple o Blue Oyster Cult como grandes referencias del sonido de Lucifer.


A lo largo del disco se nos ofrecen riffs con gancho y solos de guitarra gestionados con mesura por parte de Robin Tidebrink tanto en número como en duración y una base rítmica no especialmente gruesa aunque muy presente. Todo está organizado para que sea Johanna Sadonis la que se lleve la mayor parte del protagonismo. Su voz, bonita y poderosa a la vez, desprende carácter y personalidad siendo capaz de quedarse varios días en tu cabeza gracias a cualquiera de esos estribillos pegadizos que pululan por el disco. Por si componer y tocar el bajo y la batería fuera poco, Andersson se encarga además de la producción en su estudio The Honk Palace situado en Estocolmo con toda la intención de realizar un proceso analógico a la antigua usanza que dotara a las canciones de frescura, viveza y energía pero con naturalidad, dándole su espacio a cada instrumento sin sobrecargas obteniendo como resultado ese efecto retro o vintage sin exagerarlo.


A pesar del nombre de la banda y de las influencias sabbathicas antes mencionadas, no se trata de una obra muy dada a oscuridades, atmósferas o satanismos. El punto fuerte de los temas viene de la mano de la melodía aunque no adolecen de intensidad. Me gustaría destacar cuatro cortes. “California Sun” es un tema veloz, enérgico e inspirado que supone un inicio brillante. El siguiente, “Dreamer”, mucho más pausado y cadencioso, demuestra su facilidad para combinar una base rítmica potente con una interpretación vocal que engancha. Cambiando la tonalidad y ciertos detalles, hacen suya “Dancing with Mr. D” de los Rolling Stones convirtiéndola en uno de los momentos del disco. También merece ser destacada “Faux Pharaoh”, la más riffera, dura e intensa, con un trabajo de guitarras muy conseguido. 

A pesar de las dificultades y los cambios de formación, Lucifer siguen avanzando por buen camino con este segundo álbum que gustará, y mucho, a los amantes de los sonidos procedentes de los setenta. Me gustaría mucho ver su despliegue en directo ya que acaban de reclutar a Alexander Mayr como bajista y Martin Nordin, de Dead Lord, como guitarrista, para embarcarse en octubre en una gira europea que, de momento, no pasa por aquí.

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