Fue una de esas noches que nacen sin preparar, las que más molan. Estábamos a mediodía haciendo la compra tranquilamente cuando Maitane me sorprende con la idea de acercarnos hasta Portugalete. No había nada mejor que hacer, así que, carretera y ...
La manta la acabamos encontrando en Sarturtzi, pero lo suficientemente cerca de la Sala Groove como para olvidarnos del coche y relajarnos. Tras más de un mes sin poder disfrutar de la música en vivo, la noche nos iba a saber a gloria. Sobre el escenario, nuestros Drunken Buddha, acompañados de Ruta 8, banda local.
Abrieron los de casa RUTA 8, que compensaron su aún falta de destreza tirando de ganas y buena voluntad. Empujados por la parroquia local, que no falló, y de la que ya pudieran aprender en otros muchos lugares, el quinteto se sintió feliz sobre las tablas de la coqueta Sala Groove. Ayudados de sus cercanos, el grupo se vació, y si bien aún se les notaron algo más de lo normal algunas costuras, nos acabaron divirtiendo.
Su show se basó casi por entero en temas propios que la parroquia local agradeció y que vimos que se sabía. El público disfrutó entre temas como “Gentuza”, “La noche de los muertos vivientes” -con performance incluida- , la simpática “Demacrada” o la aclamada “Gatita”, que llegó ya en el bis. Por el camino se quedó una voluntariosa adaptación de “Johnny B. Goode”. Se lo hacen en castellano y estoy seguro de que mejorarán con el paso del tiempo. Hacen esto por amor a la música y con pasión, que es lo más importante cuando uno está empezando. Estoy seguro de que a ganas nadie les va a ganar.
Drunken Buddha no se hicieron esperar demasiado en el cambio. Envueltos en humo los asturianos visitaban por vez primera Euskadi, plaza exigente, lo normal viniendo de un público que ha visto siempre pasar a los más grandes por su casa.
El quinteto ofreció un largo repertorio con un sonido en el que salió perdiendo su teclista Mario Herrero. Desde la mesa tardaron en acordarse de él, sonando poco o nada en los primeros temas. Luego ya, sonando todos, la historia fue a mejor.
El show arrancó como lo hace su último “Drunken Buddha II”, a lo bestia. Desde la intro de “March to Dementia” hasta “Purple Skin” fueron sonando una tras otra. Cuando ya pensaba que igual se sacaban el disco de tirón, lo cual tampoco me iba a desagradar, soltaron “Can’t hold your gaze” y rompieron la racha.
Bolazo, como siempre, de una de las mejores banda en vivo del momento. Seis temas de cada disco y algunas sorpresas en formas de versiones. Y más. La banda se veía a gusto sobre el escenario apoyada en la contundencia de una sección rítmica con muchas tablas. Observamos a Fran Fidalgo feliz como hacía años que no le veíamos. Lo siento por aquel que le dio puerta de forma injusta y poco elegante en su momento. Él se lo pierde, nosotros ganamos. Junto a Kay Fernández, forman un dúo difícil de igualar por tierras norteñas. Kay Fernández, otro que tal baila. Algún día se darán cuenta algunos de que “los Buddhas” han fichado a uno de los mejores músicos de la región. Luciendo camiseta de Unirock, estuvo impecable, dando la confianza necesaria para que en la parte delantera Diego Riesgo y Mario Herrero lucieran virtuosismo.
Al frente un Michael Arthur Long que no dejó de soltar todo su repertorio escénico, mostrándose como el monstruoso frontman que es. Vibramos con sus mejores canciones además del “Mr. Big” de Free, el “Walking in the Shadow of the Blues” de Whitesnake (que pocos se saben) y sobre todo la brutalísima versión del “Highway Star”. Además, la sorpresa “Dance of the Serpent Queen”, que a buen seguro irá en el “Drunken Buddha III” si es que siguen bautizando los discos a lo Zeppelin. Teníamos que haberla grabado, ya lo sé. El concierto entero para marcarnos un bootleg como los de antes. Nota mental para la próxima noche ante ellos. Desempolvemos el minidisc.
Para concluir, citar los dos momentos que más me llegaron. Sin duda alguna “Back Where I Belong” sigue siendo mi favorita, y me temo que así será para siempre. Pero no hay duda de que “Monster” en vivo, es de otra galaxia. Con ella la banda se convierte en una auténtica apisonadora.
Otra noche de esas que recordaremos por siempre. Nuestra primera visita a la Sala Groove, que a buen seguro no será la última, fue mejor de lo pensado.
Gracias al amable personal de la sala y a las bandas. Ambas dieron lo mejor de sí, no podemos estar más agradecidos. Gracias por el buen trozo de felicidad. ¡Qué bien nos vino!
© Diario de un Metalhead 2022.
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