viernes, 18 de diciembre de 2020

DRUNKEN BUDDHA: Drunken Buddha II (Festiamas, 2020)

Por Larry Runner.

Casi una vida para componer las canciones de su disco debut, apenas unos meses para dar forma a este “Drunken Buddha II”. Una diferencia enorme a la hora de elaborar uno y otro disco. Normalmente estas cosas pasan factura. A ellos, a Drunken Buddha, no.

¿Es “Drunken Buddha II” mejor que su predecesor? No me atrevería a decir tanto. Bien es verdad que lo tengo mucho menos escuchado que el anterior, que me maravilló y al que habría reventado de haber venido en cassette, pero creo que hay canciones de este segundo disco que superan a las del primero.

Siento que este segundo disco es más duro, más heavy, y aunque el feeling Purple/Whitesnake sigue ahí, sinceramente creo que en esta ocasión todo es un poco más Rainbow. Sí, no inventan nada, aunque a veces los solos de Diego Diego Riesgo son tan buenos, tan bien trabajados, tan cañeros, que lo parece.

Nueve son los cortes que componen este “Drunken Buddha II”, una intro y ocho nuevas canciones, todas buenas y entre ellas algunas realmente grandiosas. En ese aspecto los ya citados solos de Diego Riesgo y las exhibiciones a las teclas de Mario Herrero son las que marcan la diferencia. Cuando ellos se ponen en modo grandioso la banda deslumbra. Siempre apoyados por una sección rítmica que podría ser la envidia de cualquier banda - Kay Fernández a la batería y el histórico bajista de Avalanch Fran Fidalgo al bajo- teclados y guitarra conforman una muralla de sonido trabajada siempre con un exquisito gusto. Michael Arthur Long quizás no sea el mejor de los cantantes, pero cumple de sobra al micro. Es en el directo cuando el vocalista destapa el tarro de las esencias y marca la enorme diferencia de este grupo sobre un escenario. Ese plus que les llevó a Wacken y a ganar premios en todos aquellos concursos por los que se han presentado. Dos discos y los dos han salido gratis gracias a su brutal espectáculo en vivo.

No seré yo el que vaya contando canción por canción lo que aporte “Drunken Buddha II”; eso tendrás que hacerlo tú cuando te compres el CD, uno de los mejores del año en este país. Pero sí me gustaría destacar algunos de los temas que más me han gustado.

La intro “March to Dementia” es la apropiada para una obra tan buena sobre todo para los que entendemos esto más que como un modo de vida, como una religión. Sirve para arrancar con un rompedor “Sea of Madness” de contundente riff, buen estribillo, enorme musicalidad y un logo digno del mismísimo Slash. Detrás “Devil’s Breath” me vuelve loco. Pegadiza, rompedora, contundente, directa, para despeinarse, ideal como single. “Purple Skin” me recuerda al “Crying in the Rain” de Whitesnake y casi me la pone tan dura como aquella, aunque sin duda la que me pone palote del todo es “Hang’em High”. Pensaba que iba a entrar Joe Lynn Turner. Brutal. Justo detrás llega el orgasmo con “Back Where I Belong”. El tema. Si yo escribo una canción así, lo dejo. Lo tiene todo, con el mejor de los estribillos para gritarlo en los conciertos y volverse loco ojos cerrados dejándote invadir por el espíritu Blackmore sintiendo que has nacido para vivir la música así. La metes en el "Perfect Strangers" de Deep Purple y está a la altura. Evidentemente a partir de aquí ya no se podía mejorar. “Throw your life away” puede que sea la más floja. Le ha tocado estar entre la canción perfecta y la buenísima y directa “The King”, cuya letra me flipa muy mucho. Cierra “Three Shots” un baladón de los de antes y que sin duda sería la repolla poder escuchar en la fría noche del Azkena Rock. 

Los cabrones lo han vuelto a hacer. Los abandonos primero de su bajista y luego del batería lejos de matarles les han hecho más fuertes. Discazo. Dos de dos. No va más. Si no te gusta es que para tí la música es una diversión más, no una religión. Lo siento por tí, infiel.


Tracklist:
1. March to Dementia
2. Sea of Madness
3. Devil's Breath
4. Purple Skin
5. Hang'em High
6. Back Where I Belong
7. Throw Your Life Away
8. The King
9. Three Shots

Hoy lo presentan en Piedras Blancas, Asturias.

 




© Diario de un Metalhead 2020.


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