📷 Jorge López Novales.
Martes. No era un día muy recomendable para irse de concierto. Día laborable, siempre más difícil. Pero la cita era lo suficientemente atractiva como para hacer un esfuerzo. Si hace unos años había viajado hasta Bilbao para ver a Marco Mendoza, más razón había para acercarse hasta León, que está a una hora de casa.
Lo que no entendí es que no llegáramos a medio centenar de personas en el Babylon, acogedora sala a la que hacía años que no iba, muchos más de los que quisiera. ¿Un Whitesnake en la ciudad y la gente no acude ni para llenar un garito? Muy mal. Sí, era martes, pero a las diez y media de la noche estábamos en la calle camino del coche. ¿Es que te acuestas cuando las gallinas?
Alguno vendrá ahora quizá con desprecios, diciendo que solo es la gira de un bajista. Ya, pero mira el historial que tiene Marco Mendoza detrás y compáralo con el tuyo. Mendoza juega en la Champions. No hay más que ver que venía de la gira de Vai/Satriani. Con eso te digo todo.
Quien conozca además sus discos en solitario sabrá que son muy buenos, con auténticos hits. Con dos de ellos arrancó su actuación: “Viva la Rock” para empezar y, antes de que se parara a respirar, “Take It to the Limit”. Me pregunté entonces si no habría sido un comienzo demasiado arrollador como para luego no bajar las revoluciones y mantener la atmósfera. No hubo problema.
Momento de presentar a sus fantásticos acompañantes: a la guitarra, el británico Glenn Quinn (Son of a Man), y a la batería, el joven suizo Noel Richards, a quien Mendoza conociera en Los Ángeles, ciudad a la que el chaval se fue a vivir para buscarse la vida y donde su carrera acaba de comenzar.

Llegó entonces la primera sorpresa de la noche: el “Hey Baby” de Ted Nugent. Antes de que nadie empiece a despotricar por rendir homenaje a la música del conflictivo y carismático guitarrista —pensando quizás en temas políticos—, decir que Marco Mendoza, sin tener que hablar demasiado, dejó bien claro lo que piensa de lo que está pasando en Estados Unidos. Con la canción comenzaron las primeras improvisaciones y la unión con el público. Chasquidos de dedos de todos para acompañar el vozarrón de Mendoza, que canta increíblemente bien y que podría haber sido el grandísimo vocalista de cualquier banda de hard rock americana.
Tiempo para hablar del merchandising, ofreciéndose a firmar al final de la noche todo lo que hiciera falta y a hacerse las fotos que se quisieran. Discos, camisetas, libros… pan, leche, huevos… dijo entre bromas. “Eso no, que es muy caro con el actual presidente”. Los aranceles, ya sabéis. Es genial tener a un tipo tan grande delante y que se pueda dirigir en castellano a la audiencia. Viva Tijuana.

Turno para “Sue Is on the Run”, otra de sus grandes canciones, de sus grandes cuadros, porque Mendoza pinta la música. Sus canciones son puro arte.
Tiempo para empalmar clásicos. “Hole in My Pocket” y “Give Peace a Chance” fueron seguidas de “Rocket Man”. “Scream and Shout”, del New Direction, fue la siguiente, volviendo con los temas propios. Mención especial aquí para los coros de Glenn y Noel, que dieron más brillantez aún a la canción.
Fue entonces cuando nos deleitó con una parte dedicada a Thin Lizzy, otra de esas bandas por las que ha pasado. “Higher Ground”, “Chinatown” y “Are You Ready” nos dejaron contentos, con el suizo cantando en la última.
Para cerrar, “Sweetest Emotion”, del Viva la Rock, con algunos samplers de apoyo en el estribillo para cubrir la parte orquestal que tiene la canción en el disco.
No nos quedamos a la firma. Había que madrugar y, previendo que la cosa se podía alargar, preferimos tomar carretera y esperar a otra ocasión que se dé mejor en fechas.
Mereció mucho la pena.
León sigue igual de hermosa, sigo enamorado de ella. Lo único, la pena que haya sido una visita tan apurada. No dio tiempo a nada.
Gracias a Z! Live por traerlo y saludos para Andrés Abella.
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