miércoles, 26 de agosto de 2020

El desprecio superlativo por la cultura II.


Por Simón García López.

Hace unos días hacíamos una reflexión general (más un ejercicio de expulsar bilis para ser sinceros), sobre los motivos de que los sectores culturales estén siendo tan vilipendiados en esta pandemia, circunstancia que como amantes de la música nos afecta de lleno. 


Hoy nos proponemos profundizar en las raíces de este desprecio que muy a nuestro pesar comienzan desde que ponemos un pie en las aulas y somos sometidos a los preceptos del sistema educativo. 

La primera forma de desprecio nos la encontramos en los colegios, no por causa de los maestros y sus inquietudes, sino por causa de una LOMCE implantada por el Partido Popular a finales de 2013. No es que antes la asignatura de música en los colegios e institutos fuese la panacea, pero por lo menos estaba en el rango de asignaturas importantes para el desarrollo cognitivo del alumnado. La LOMCE relegó a la asignatura de la posición de troncal a la de libre elección. Este concepto de libre elección, tan aparentemente inofensivo, esconde tanto el concepto de desprecio hacia las artes, música incluida, como la intención clara, movidos por ese desprecio, de relegarlas a un plano residual donde el hecho de que desaparezcan de la formación representa la envenenada libertad individual de hacerla desaparecer. La LOMCE era y es la puesta en práctica del modelo liberal en la educación. La LOMCE privilegiaba asignaturas prácticas para la industria y el mercado, y relegaba bajo el concepto de falsa libertad las artísticas y de pensamiento a un segundo o tercer plano. “Hay asignaturas que distraen”, llegó a decir Wert en una ocasión. Si la libertad fuese real, todas las asignaturas se someterían al concepto de libre elección, pero no era así, porque la libertad de elección no era real. Las “importantes” no se tocan y a las “no importantes” les aplicamos el concepto de “libertad”. Las consecuencias de esto eran el desprecio al profesorado de la asignatura sometido a una tensión sobre su trabajo y futuro docente innecesaria e insoportable; que se diese la circunstancia de que ciertos alumnos no tuviesen ninguna asignatura artística a lo largo de un año por su “libre elección”, y por supuesto, la inoculación del concepto de desprecio superlativo por la cultura. 

Alain Denault en su ensayo “Mediocracia”, teoriza entre otras muchas cosas sobre la influencia de la industria en las universidades. Leyes como la LOMCE lo único que hacían era seguir designios de carácter industrial para formar personas. Las personas tienes que servir para algo y el arte no sirve para nada. “Distrae”. Dibujar, esculpir, escribir de manera artística, tocar y componer música, filosofar, crear, pensar no sirve para nada. Y nos lo hemos comido con patatas. Ese es uno de esos famosos microchips que nos han inyectado para controlarnos y nos lo hemos tragado e interiorizado amigos y amigas. Todos los que hemos estudiado carreras o módulos relacionados con las artes hemos escuchado alguna vez eso de “¿y eso para qué vale?”, que es lo mismo que decir “¿para qué vale el alma? ¿para qué los sentimientos? ¿para qué todo eso si eso no da dinero?” Ese desprecio está tan dentro de nosotros que incluso aquellos que no desprecian las artes directamente y que en algunos casos hasta las aprecian, caen en la tentación de plantearse y plantear si realmente tienen alguna utilidad en el mundo actual. De la misma manera, nos han inoculado que el mundo del arte está subvencionado, sobre todo el cine (lo de que sean muy activos políticamente es casualidad), pero la tauromaquia por ejemplo no esta subvencionada ni se mantiene única y exclusivamente por ellas. No. La tauromaquia no está subvencionada, sólo recibe ayudas, no es lo mismo. También, de la misma manera, los maestros y profesores son privilegiados. Funcionarios (algunos). No trabajan nada y cobran una barbaridad, con lo cual hay que darles duro. Maestros y profesores, los encargados de enseñarnos y formarnos como personas para toda nuestra vida… Privilegiados y jetas. Metía yo a todos los que piensan así en una clase masificada, con problemas de atención a la diversidad y con alumnos de necesidades especiales tan solo una hora, a ver cómo salían mentalmente de esa clase. Hay que echarle huevos para entrar en esa clase. Hay que echarle huevos para despreciarlos de esa manera.

Con seres formados para el desprecio del arte, las consecuencias directas son que el arte se devalúe y se desprecie. La corriente y los años fluyen a favor de ese desprecio. Como ayer destacábamos, el virus lo único que ha hecho es agudizar el desprecio y hacerlo visible de la manera más descarnada. 

Insisto, puede que esto no tenga relación con el metal, pero la tiene, claro que la tiene, porque unido a todo esto, el metal, y no quiero adoptar la tentadora actitud victimista, siempre fue un estilo que tuvo y tiene que demostrar que puede formar parte de la sociedad, cuando lejos de destruirla la forma. El metal y sus seguidores estamos cansados de dar lecciones de civismo y a pesar de eso, nunca es suficiente. Si en una fiesta o botellón todo queda hecho una mierda, en un festival o zonas de acampada todo queda como los chorros del oro. Es solo un ejemplo. El metalero tiene que luchar contra prejuicios sociales de todo tipo por su aspecto, y su música ha de luchar por demostrar que no es peligrosa día sí y día también. Sin ir más lejos, Pablo Iglesias, Vicepresidente del Gobierno, ha sido bautizado de manera despectiva por la derecha como “El coletas” y ha recibido insultos constantes por su supuesta falta de aseo sólo por tener el pelo largo. No nos equivoquemos. Sobre nosotros piensan lo mismo. Aquellos juicios a Judas Priest o Twisted sister por la influencia negativa de su música en la sociedad puede que hoy en día no lleguen a las salas de los tribunales, pero el tribunal mental sigue dictando sentencia, de antemano y sin pruebas, en muchas cabezas. 

Vivimos tiempos oscuros. No hay duda. Toca amarrarse al timón y capear la tempestad con la idea clara de que tras la tormenta, siempre llega la calma. Que no tarde mucho. 

© Diario de un Metalhead 2020.

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