Estos días estamos saturados, hasta los cojones, por el estilo studio ghibli. ¿Sabéis lo que es lo más sangrante? Que es un estudio de dibujo tradicional, a la vieja usanza de la animación de las que echan horas fotograma a fotograma. Su creador Hayao Miyazaki (no creo que mucha gente sepa quién es) no está nada contento con esto.
Tristeza. Esa sensación te queda cuando ves que las IA se imponen en las redes. Entras en YouTube y ves un montón de música creada por estas nuevas aplicaciones. Esta música tiene cientos de miles de reproducciones, mientras, en los comentarios, vemos como la gente jalea a estos “creadores” (incluso algunos que creen que están ante material original); presuntos creadores que no han hecho más que pagar una mensualidad para poder disponer de horas de “contenido” que suben sin tregua para monetizar el asunto.
Vemos festivales, singles, videoclips que empiezan a tirar de IA para promocionar su trabajo. No lo censuro; los medios económicos son los que son. Pero cuando todos contamos con las mismas ventajas, esa ventaja desaparece. Un cartel deja de ser llamativo enterrado entre los miles que hay, la portada del enésimo single deja de ser llamativa, un videoclip se convierte en uno más...
Hay gente que incluso pone su marca de agua a estas creaciones y ya se convierte en un diseñador gráfico o un director de videoclips.
Cuando alguien trata de alzar la voz contra esto y dices que esto quitará puestos de trabajo, te viene alguien y te dice algo de que se hacen universales unas herramientas, y te ponen el símil de que en las fábricas antes había que hacerlo todo a mano y que esos trabajos ahora son superfluos. ¿El diseñador gráfico, el escritor, el músico… son trabajos que no deberían existir?
Creo que ese tipo de comparaciones son estúpidas y más cuando esa fábrica es nuestro cerebro. Algo que deberíamos ejercitar continuamente, su labor, esta siendo simplificada con atajos.
¿Para qué aprender a tocar un instrumento? ¿Para qué escribir un libro? ¿Aprender un idioma?
Estamos ninguneando la producción cultural. No la respetamos. Estamos matando la imaginación. Se avecina un estancamiento. En el que las generaciones venideras no van a distinguir la obra original de un museo al estar contaminada por su llamativa versión; o una canción adulterada manipulada por mil manos al estilo musical imperante.
Quizá llegue una ola reaccionaria que obligue a poner en las portadas de los discos: Producto libre de IA. Como aquellas que se ponían de “aquí no hay teclados” en los años 80.
Ahora estamos a tiempo porque no dependemos de ello, ¿o sí? Todo parece sacado del mismo patrón. Y es cierto que esta tecnología mejorará y que pronto no sabremos distinguir una creación artificial de una humana. Entonces ya será tarde.
¿Esto es un lloro? ¿Se puede detener esto? Es más fácil detener un tsunami con las dos manos. Más bien una súplica para que empleen esta tecnología a la investigación científica, que intenten poner puertas al campo para que se respete el trabajo de los artistas.
¿Todo es gratuito? Si, claro. Todos los datos de nuestra existencia son susceptibles de ser asimilados por una IA. Nuestros datos personales son los que acabaran engordando estos monstruos tecnológicos con cada nueva foto que juguemos.
Si. Yo he hecho algún video chorras he experimentado con la creación fotos (aunque me quedo con Photoshop para las tonterías). He consultado cosas, he corregido alguna traducción. Pero no me puedo tomar en serio una IA.
Texto libre de IA (por si las moscas).
Imagen de portada: Derek Riggs, un tío que no necesitó nunca IA.
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