📷 Jorge López Novales.
Noche de nostalgia, karaoke y tributo. Noche de homenaje, de mirar atrás y de profunda melancolía.
Eso es lo que me quedó a mí, y me imagino que a casi todos. La media de edad de los presentes era harto elevada, y sí, todo el mundo se sabía las canciones, así que ver a un joven en la sala —y cuando hablo de jóvenes me refiero a gente de menos de treinta— era más raro e inesperado que encontrarse con un alienígena en el baño.
Adrian Vandenberg se presentó en Gijón muy bien acompañado. El guitarrista ya tiene 71 años, pero sus ganas siguen intactas. Para perpetrar su show se hace acompañar de una muy buena banda, a su altura o mejor, quizá sin tanta fama, pero cuyas “gambas” no fueron jamás tan evidentes como las del protagonista, al que se le fue de vez en cuando algún dedo. Y que nadie me diga que no.
Ojo, que a mí eso me da igual: gocé y me desmelené como muy pocas veces en la Acapulco.

Algo más de media entrada y un enorme ambiente para recibir al ex-Whitesnake, que se hace acompañar del genial Mats Levén, un vocalista de los que no necesitan presentación. Si no te suena el nombre, tira de Wikipedia, que no seré yo ahora quien se ponga a hablar de su historial. Un tipo con diez años menos que el guitarrista y que aparenta la mitad, tanto en lo físico como en lo vocal, pues sobre las tablas de la Acapulco teníamos la sensación de ver a un treintañero.
Impresionante el vocalista, que nos deleitó con todas y cada una de las canciones, siendo él mismo casi siempre, aunque bien es verdad que hubo momentos en que se puso un poco en la piel de David Coverdale para darle a algunos pasajes de la noche un aire ceremonial.
El concierto fue un derroche por parte de la banda, pero también de una audiencia entregada desde el arranque con “Bad Boys”. El bolo fue toda una exhibición de energía gracias a un público que gozaba cantando casi en todo momento, y que solo levantó el pie del acelerador con el famosísimo “Is This Love” y con los únicos tres temas que sonaron de Vandenberg a lo largo de la noche: “Love Is in Vain”, la instrumental “Adagio for Strato” y “Burning Heart”, ya a última hora.
Me gustaría detallar algunos de los momentos de la noche que me llamaron la atención: la exhibición del teclista en “Gimme All Your Love”, donde el batería nos coló un doble bombo; el solo de batería antes de “Judgement Day”; y de nuevo los teclados apabullantes en esa misma canción, que creo que en vivo suena mejor aún que en disco.
No pensé que fuera a sonar “Adagio for Strato”, tema que recordaba de algún directo de Whitesnake, cuando el holandés viajaba alrededor del mundo junto a Coverdale y la banda de la serpiente blanca.

“Here I Go Again” sonó a ritmo del Saints & Sinners y sirvió para cerrar el concierto antes del bis. “Sailing Ships”, con Vandenberg y Levén solos sobre el escenario —el cantante sentado y con los rizos atados—, fue el momento más íntimo de la noche.
Para cerrar, “Still of the Night”, dedicada al maestro John Sykes, un tipo al que espero encontrarme en el cielo para darle el abrazo que se merece todo músico capaz de marcar tu vida.
Un concierto tan bueno como corto. Tan nostálgico como brillante. Serpens albus forever.
Bad boys
Slide it in
Fool for your loving
Love is in vain
Love ain’t no stranger
Is this love?
Gimme all your love
Judgement day
Adagio for Strato
Crying in the rain
Here I go again
Bis:
Sailing ships
Burning heart
Still of the night









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