Por Larry Runner.
La Sala Memphis de Gijón recibió a The Muggs el pasado jueves. Medio centenar de valientes acudimos a la cita, que fue como un viaje al pasado del rock. Apenas un par de jóvenes y el resto de la audiencia por encima de los 40. Si el heavy metal lleva un camino jodido, no os cuento nada como está el classic rock en este país.
Y es que eran pocos los presentes que no peinaran canas, la historia pinta mal. En unos años los que hoy acuden a estos eventos ya no estarán para ello, su salud se lo impedirá, que no sus ganas, eso seguro que no. La generación amante de los sonidos setenteros va desapareciendo de los conciertos y no hay relevo generacional. Vivimos en un país donde prima la estupidez y donde el rock está marginado a los niveles de los últimos años de la dictadura. A los más jóvenes, que ya ni discos compran, se la sopla eso del rock, lo suyo son otros estilos para los que no hace falta virtuosismo alguno y la música se descarga gratis de internet y se escucha en un teléfono. Lo dicho, el rock se muere.
Queda la esperanza de que sea algo propio de la incultura de nuestro país y quiero pensar que no en todos los sitios ocurre lo mismo, que en Reino Unido, Estados Unidos o Alemania no ocurra lo que está pasando aquí donde la cultura está abandonada a nivel estatal y donde es más fácil que te den dinero para montar un chiringuito político de extremo centro que para que trabajes con cualquier iniciativa que tenga que ver con la cultura. Evidentemente, es peor si hablas de rock o metal, ahí estás jodido.
The Muggs se querían venir a España de nuevo y no tenían disco que ofrecer. Alfonso Cito, promotor de la gira les propuso editar un grandes éxitos y el grupo dio la idea como buena. De ahí nació “Best of The Muggs”, un cd recopilatorio con lo mejor del grupo elegido por ellos mismos y que ha servido como excusa para viajar por toda Iberia con su música.
Pocos estuvimos en el concierto de Gijón, pero salimos con la sensación de que el “esfuerzo” había merecido la pena. Algo más de hora y media sin parones fue lo que nos ofrecieron los de Detroit, probablemente uno de los grupos más curiosos que haya yo visto nunca en mi vida, y mira que he visto bandas de todos los pelajes, pero como ellos, no. Creo que son únicos.
El trío se venía con nuevo batería, Zach Plisca, más joven que sus dos acompañantes, aunque tampoco sea ningún crío. Me llamó la atención la extraña forma de utilizar su mano izquierda, cómo cogía la baqueta de una forma que yo diría antinatural, pero que evidentemente no le impide tocar fantásticamente bien. Sus dos acompañantes son Danny Methric a la Gibson y voz principal y Tony DeNardo a los bajos con el teclado Fender Rhodes. Sí, has leído bien, a los bajos con el teclado Fender Rhodes.
Hace nada que les conozco y nunca antes les había visto en directo, así que tenía curiosidad por saber qué era eso de los bajos con el teclado. Enseguida salimos de la duda. El bueno de Tony sufrió una parálisis cerebral en 2001 (de esto me informó el grande de Omar de The Promouters Gijón) que le dejó paralizada la parte derecha de su cuerpo. Así que el hombre en vez de tocar el bajo se ayuda de un teclado y tirando de teclas extrae el sonido del bajo. Es flipante, de verdad, suena como un auténtico bajo, jamás notarías la diferencia, con la ventaja de que el movimiento con la mano izquierda puede llegar a ser tan rápido que sólo el mejor de los bajistas igualaría al sonido que Tony llega extraer de su instrumento.
Danny Methric es mucho más fiero en vivo de lo que dictan las fotos promocionales. En las imágenes parece un tío tranquilo, puede que lo sea, pero no sobre el escenario, donde no para de rasgar mientras deja los ojos en blanco y agita su cabeza. Un máquina.
Ellos tres nos hicieron pasar el mejor de los ratos, tocando magistralmente lo mejor de su discografía y haciéndonos pasar un buen rato con temazos como “Said & Done”, “Never Know Why” o “Get It On”, en la que faltó el tren del disco. Y es que todo lo que suena en The Muggs es real, nada de ordenadores, triggers, samplers ni hostias, puro rock sin artificios, y si les rompen las botas pues se arregla con cinta. En el repertorio no faltó alguna que otra versión, llevando la mirada aún más atrás y tirando de cortes de Rory Gallagher -de guien Danny Methric lucía una camiseta- y de Humble Pie (hacía muchísimo que no escuchaba nada suyo).
Al final, lo dicho, una fantástica noche para una generación rockera en peligro de extinción, en la que nos perdimos por allí algún que otro metalhead. Lo pasamos bien, aunque es cierto que siempre que acudo a estos conciertos me quedo paradillo. Ya sabéis que el heavy metal es adictivo como la droga y acostumbrado a ritmos fuertes, estos conciertos son como darle un par de radlers a un yonki. Como las que yo me tomé por miedo a encontrarme a la Guardia Civil de vuelta a casa, como así fue. Aunque esta vez, no me pararon a soplar.
En definitiva, una buena velada que agradecer a Alfonso Cito y a Omar, que son las personas responsables de que The Muggs se pasaran por Asturias. Que haya muchas más así. Estaremos encantados de tener que dejar el programa de radio siempre que sea una buena causa como esta.
© Diario de un Metalhead 2018.
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