viernes, 25 de enero de 2019

HATE ETERNAL: Upon Desolate Sands (2018, Seasons of Mist) USA


Por Simón García López.

Menudo bombazo que fue “Infernus” y menudo batería que es Westmoreland (Abigail Williams, The faceless). A decir verdad, Hate eternal siempre han tenido baterías excepcionales, excepto Simonetto que a pesar de lo mucho que Rutan lo quería, era un batería sin el nivel necesario para un grupo como Hate eternal. Con él dos discos de batería sobreproducida que afectaba al conjunto, seguramente por su incapacidad para hacer sonar una batería real en estudio y en directo falta de pegada, intensidad y visceralidad que explicaba muchas cosas de los discos. Estamos hablando de un tío que venía a llenar el espacio dejado por dos leyendas del metal extremo como Yeung (Morbid Angel) y Roddy (Malevolent Creation, Nile) y que no estuvo a la altura. A buen seguro en otro grupo hubiese pasado desapercibido, pero en Hate eternal no. Y no es un mal batería, ojo. Sólo digo que no ha tenido nunca el nivel que este grupo siempre ha necesitado.

Después de este rajado contra el pobre Simonetto y que llevaba años queriendo expulsar de mi ser, puedo continuar.

Westmoreland. Un fuera de serie. Un monstruo. Le dio a Hate Eternal la energía, el impulso y el sonido del que había adolecido durante años y propulsó “Infernus” al mismo Infierno. Vaya disco más brutal. Y sí, incido en el batería porque Rutan siempre ha sido Rutan, siempre ha sido el tío con mayor talento para mí del panorama extremo. El tío que sabe perfectamente cómo debe de ser y sonar un disco brutal. Eric “Mr. Brutal” Rutan. The boss. Y ahora lo tendremos en Cannibal tocando la guitarra. No me lo quiero imaginar. 


Lo que no entendí fue la marcha prematura de Westmoreland. Veía el futuro de Hate Eternal en él y de la noche a la mañana, fuera. No sé qué pasó, pero me entristeció la verdad, hasta que me enteré de que su lugar lo ocuparía un viejo conocido, otra leyenda, otro batería épico a la colección. Hans Grossmann (Necrophagist, Obscura). El futuro en buenas manos. Sabía Rutan perfectamente a quién llamaba. Había girado con él, conocía perfectamente las cualidades del personaje en cuestión. Técnica depurada, pegada aplastante, gusto en la composición. Una vez más, el futuro asegurado. 

Con este plantel y la figura de J.J. Hrubovcak al bajo, Hate Eternal presentaron hace unos meses su séptimo disco de estudio editado por Season of mist bajo el título “Upon desolate sands”, grabado en los Mana Studios del propio Rutan y que cuenta como “Infernus” con el genial Eliran Kantor (http://www.elirankantor.com) como autor de la portada, un pintor alucinante que lleva años trabajando para decenas de grupos de metal (y es un año y medio más joven que yo, lo que me lleva a pensar qué cojones estoy haciendo con mi vida).

Creo que este nuevo disco es un poco más flojo que “Infernus” en líneas generales, pero muy similar a su antecesor en todos los sentidos. Quizás también es menos extremo sobre todo en cuanto a velocidad. Juega más con los tempos como la inicial “The violent fury” o “All hope destroyed” (¡Viva el Blast beat a cualquier velocidad!) y las partes lentas, como en “Nothingness of being”, temazo y claro ejemplo de que en este negocio hay que tener unos huevos grandes como el caballo de Espartero, que resultan tan pesadas como un bloque de hormigón de 10 toneladas (cómo me gustan estas metáforas tan americanas). 

Los punteos de Rutan sí que son de los mejor nunca de Hate eternal, muy cuidados y trabajados, de gran profundidad emocional,  y como no iba a ser de otra manera, Grossmann a la batería de 10 como siempre, dando versatilidad y dinámicas diferentes y complejas a las composiciones. Elige siempre bien lo que debe de hacer y cuándo, y es perfecto en ejecución. El bajo ocupando su lugar, parece que no está, pero sí y en su justa medida, como siempre, rellenando y quebrando el sonido, percibiéndose sobre todo en las notas más agudas donde se hace más presente. 


Destacar también la monstruosa “Upon desolate sands”, que tengo la impresión que está bajada de tono respecto al resto del disco y el corte final, la instrumentar “For whom we have lost”, que me ha recordado a la época “Gateways of annihilation” de Rutan en Morbid Angel y en algunas notas al “Covenant” y eso siempre “es” bien.

Decía antes que me parecía un poco más flojo que su antecesor, pero pensándolo bien, no sé si retractarme. El tiempo pondrá las cosas en su lugar, pero indiscutiblemente este disco es una referencia que los amantes del metal extremo no podéis bajo ningún concepto dejar pasar. Rutan is in tha house para poner las cosas en su lugar, una vez más. 



© Diario de un Metalhead 2019.