jueves, 1 de junio de 2017

ETERNAL CHAMPION: The Armor of Ire (2016 – No Remorse Records) USA.


Por Diego Rodríguez Liébanas.

¿Eternal Champion? Qué gran historia de amor la del Heavy Metal y la Ciencia Ficción… Así fue, así es y ojalá que lo siga siendo. El Campeón Eterno es un personaje creado hace décadas por el escritor Michael Moorcock que aparece en multitud de sus obras. Además de otros autores míticos del género como HP Lovecraft y R.E. Howard, este autor inglés deja su impronta en Jason Tarpey, cantante y letrista de la banda, por su dicotomía entre Ley y Chaos. De la misma manera que el Campeón Eterno funciona de piedra angular en la obra de Moorcock, vamos a tomar a Mr. Tarpey como eje principal de este inicio de reseña ya que no me digáis que no es llamativo que la forma de ganarse la vida de este señor sea como herrero forjando objetos de hierro y acero como espadas, hachas y armaduras. Si hay un oficio más True que el de este tipo que venga alguien y me lo cuente.

Antes de iniciar este proyecto en 2012, Tarpey formó parte de la banda Iron Age que eran más crossover en lo que a lo musical se refiere pero cuya temática no difería en exceso de la que estamos relatando. Si Tarpey ha tenido todo el protagonismo hasta ahora por sus letras aún debe tenerlo más debido a la interpretación vocal que despliega. Las melodías vocales no son raras pero tampoco son las habituales. De hecho son planas y relativamente simples, lo cual, si lo sumamos al peculiar timbre de voz del cantante, podría dar un resultado robótico e inexpresivo… pero no, al contrario. La voz crea adicción y de no ser porque hay más elementos a destacar en la obra estaría deseando que el tío no parara de cantar en ningún momento.

¿Cuáles son esos otros elementos destacables? En primer lugar Arthur Rizk, uno de esos virtuosos que hace lo que le da la gana no sólo con la guitarra sino también con el bajo y la batería. Es decir, la sección rítmica de este disco corre a cargo suyo y también muchas de las guitarras solistas y rítmicas aunque esta labor es compartida con Carlos Llanas, recientemente fuera de la banda, Blake Ibanez y John Powers. Pero no sólo queda ahí la labor de Arthur Rizk sino que también es responsable de otro de los puntos reseñables del álbum: la producción. Seguro que estás de acuerdo conmigo en que uno de los encantos de algunos álbumes clásicos de Ozzy como “Diary of a Madman” o “Bark at the Moon” proviene de esa producción que consigue que se cree un mágico halo de misterio acompañado de cierta oscuridad fruto de la labor de Max Norman. No es que en este trabajo se copie ese modelo pero por ahí van los tiros. Además, también contribuye a ello la presencia de teclados puntuales también a cargo de… ¿a ver si adivináis? Si, correcto. Arthur Rizk.


En lo que respecta a los temas tengo que reconocer que al principio me flipaban tanto los dos primeros que me los ponía en bucle pasando del resto. “I am the Hammer”, “The Armor of Ire”, “I am the Hammer”, “The Armor of Ire”, “I am the Hammer”, “The Armor of Ire”… “I am the Hammer” es un tema lento, épico y desnudo a más no poder, sencillo pero con mucha substancia. Te engancha desde el primer momento. Cuántos habrá que intentan precisamente eso y se quedan en el camino… “The Armor of Ire” es todo lo contrario. Rápida, furiosa, un poco más recargada. Da igual. Mismo efecto. Te engancha a la primera. Poco después me obligué a ver más allá de estas dos canciones. Si quitamos las dos instrumentales, que ayudan a crear ambiente y a que el minutaje del CD sea más propio de un LP que de un EP, nos quedamos con cuatro canciones más de las que me gustaría destacar la dura, crujiente y cambiante “Invoker”, temazo por los cuatro costados, tan bueno o más que los dos primeros solo que me costó darme cuenta. Y también merece ser nombrada la más larga del disco “Sing a Last Song of Valdese” un poco más enrevesada y oscura pero igualmente disfrutable.

Siguiendo la estela de Manilla Road o Cirith Ungol, Eternal Champion se suman a esa nueva ola de grupos estadounidenses como Crypt Sermon, Khemmis, Summerlands o Visigoth, a los que les gusta enfocar el Heavy Metal desde un punto de vista épico y tradicional que roza, por momentos, el Doom menos radical. Con este disco, los de Austin, pegan un puñetazo serio encima de la mesa, convirtiéndose en una formación a la que seguir en el presente y en el futuro.






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