domingo, 24 de julio de 2016

SIGH: Graveward (2015 - Candlelight Records) Japón.


By Diego Rodríguez Liébanas.

De vez en cuando es un gusto tener a mano propuestas diferentes a las habituales que poder echarte a la boca. La música de los japoneses SIGH parece la banda sonora de una de esas películas de terror manga en las que nunca paran de suceder cosas a un ritmo frenético. Se trata de un collage musical, clasificado Black Metal Sinfónico/Avant Garde, en el que multitud de ideas y propuestas tienen cabida en un auténtico Frank Zappa meets Venom. Publican desde hace años con Candlelight Records, reconocido sello que trabaja con gente del nivel de Opeth, Orange Goblin, Ihsahn o Corrosion Of Conformity.





La banda se forma en 1989 y son dos los miembros que continúan con la aventura desde entonces. Mirai Kawashima, líder de la banda, cantante y teclista, se encarga de los samples y la orquestación. Su gran apoyo desde el inicio para llevar a cabo el proyecto es Satoshi Fujinami que es actualmente bajista. En el año 2004 decidieron realizar una serie de modificaciones cambiando ambos de instrumentos entrando a formar parte del proyecto el percusionista que les acompaña desde entonces, Junichi Harashima. En 2007 entra a formar parte como cantante un miembro esencial en el sonido actual de la banda como es la Doctora Cannibal, un auténtico torbellino de energía que arrasa allí por donde pasa.

Durante las primeras escuchas la sorpresa domina la situación. Un remolino sónico  te avasalla llevándote a pensar que hay poca diferencia entre los temas pero nada más lejos de la realidad. Poco a poco te vas habituando, superas ciertos prejuicios y empiezas a disfrutar con la experiencia descubriendo cosas interesantes sin parar. Cada segundo contiene un detalle al que prestar atención y siempre hay algo nuevo que paladear por lo que acabas dándote cuenta de que, en realidad, los cortes se parecen mucho menos de lo que pensabas. En Graveyard no se experimenta en demasía con las estructuras que funcionan como cimentación de los  temas sino que es fácil apreciar, detrás de la orquestación, de toda la amalgama de efectos y el aluvión de sonidos, una serie de riffs que se repiten a lo largo de las canciones, dándole una consistencia al resultado final que, al menos en mi caso, se agradece, ya que siempre se tiene una referencia en la escucha. De hecho, ciertos temas como The Forlorn o The Molesters Of My Soul, menos sobrecargados, entran de lleno en terreno habitual progresivo afrontado desde el Black o desde el Thrash.

Es curioso, además, como la propuesta vanguardista de SIGH no va por los mismos derroteros de otras bandas actuales etiquetadas como Avant Garde, para las que es prioritario trabajar con diferentes texturas, grosores, recrear diferentes tipos de atmósferas y buscar, con la organización de las diferentes partes, la consecución del clímax en un momento de la canción. SIGH no juega tampoco en exceso con los cambios de velocidad. Predominan las canciones veloces como en el temón inicial Kaedit Nos Pestis, The Tombfiller, el trallazo Out Of The Grave y otra de las destacadas, The Casketburner. También hay medios tiempos muy conseguidos como Graveward o The Trial By Death. Pero el tema diferente del disco es, sin duda, A Messenger From Tomorrow que, además de ser el más largo, se divide en tres partes: The Message, Foreboding y Doomsday, donde nos encontramos las partes más tranquilas y evocadoras del disco.


Está claro que uno de los mayores atractivos es la variedad de instrumentos que te puedes topar a lo largo de la escucha y que no suelen estar asociados a este estilo musical como son  el violín, el acordeón, el clarinete o el saxofón, cuyos solos interpretados por la Doctora Mikannibal, demuestran que ese instrumento también puede aportar su elegancia con agresiva intensidad en territorios menos habituales. También debe ser destacado el hecho de que, a lo largo de los temas, sin hacerte perder el hilo, te van introduciendo durante pequeños lapsos de tiempo en una variedad de estilos de enorme riqueza, de forma que, sin darte cuenta pasas de un momento hardroquero en el que un órgano Hammond es el protagonista a un paisaje veneciano con un acordeón preponderante para volver a pasar más adelante a un arreglo orquestral súper épico. Una auténtica experiencia.

Ni que decir tiene que esta obra tiene un trabajo de estudio y de producción enorme. Realmente no porque esté sobreproducido, cosa que es una obviedad, ya que el camino artístico elegido por la banda así lo exige, sino porque es una auténtica proeza que todo suene tan nítido y que siempre podamos apreciar batería, bajo y guitarras perfectamente además de todo el resto de aportaciones, sin dejar de percibir ese punto de suciedad inherente al Black Metal. Sentía bastante curiosidad por ver cómo se lo montan en directo y claro, el montaje es mucho menos recargado pero la banda adquiere un punto superior de fuerza y agresividad muy interesantes. Os invito a visitar en youtube el enlace en el que se puede disfrutar de su actuación en el Maryland DeathFest de 2012. Impresionante.










© Diario de un Metalhead 2016.

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