Diario de un Metalhead. Capítulo XX: "Killers" cambió mi vida.

By Larry Runner.

Yo era un chaval tranquilo. Me gustaba el fútbol y casi la totalidad de mi tiempo libre iba dirigido a él. Apenas jugaba a otra cosa. Me crié en un mundo de niños sin consolas y sin ordenadores, así que lo mejor era estar en la calle dándole al balón. En Turón y concretamente en mi barrio, en San Francisco (también conocido por Los Cuarteles) se jugaba al fútbol hasta entrada la noche, cuando ya tenías que adivinar el balón. 

Éramos críos sanos como otros lo habían sido antes. Había mucha afición. La Bárzana se llenaba todos los domingos para los partidos de Tercera División que disputaba el Deportivo Turón. Nuestro equipo recibía por entonces a rivales de mucha más entidad que los que ahora pululan en esa categoría, pues la división era interprovincial. Gallegos, cántabros y hasta vascos, pisaban el barrizal que tenía entonces por campo. Recuerdo ver a la Gimnástica, al Lalín, al Bilbao Athletic ... ahora en la Tercera juegan equipos de barrio.

Diferentes ediciones de Killers

Lo dicho, los críos de Turón no pensábamos en otra cosa que no fuera el balón. Además teníamos un buen espejo en que mirarnos. En el Valencia estaban Pablo y Carrete. Era una pasada verlos en la tele al lado de estrellas como Kempes. Uno de Villapendi, el otro de Cabojal. En el Sporting más brillante de la historia eran indiscutibles otros dos turoneses: David y Redondo. Pachín estaba en el Burgos y yo lo tenía en cromo. Eso animaba a darle a la pelota. Incluso había una Peña Valencianista en Cabojal.

El caso es que yo me pasaba el día vistiendo la camiseta con el cinco de Goikoetxea dando patadas a todo lo que se movía, fuese balón o las piernas de los chavales de otros barrios. Si Goiko atizaba a Schuster a ver por qué no iba yo a atizar a Rafa Serrano o a Fran, que eran los que mejor jugaban de La Veguina. Si Maradona las llevaba, cómo no iba a castigar las piernas de Prado o Pepín los de Los Barracones.

Pero en 1981 bajé a vivir a Cabojal. Iba a entrar en la adolescencia en un barrio que no era el mío. Nuevos amigos, nuevos compañeros de pachangas y nuevas influencias. Se acabó el escuchar los discos que había en casa de Slade, Tequila, The Knack, Tony Ronald o The Sweet. Un amigo de entonces, Alfonso, me prestó una cassette de unos tal Iron Maiden. Era el “Killers” y ahí empezó todo.

Poco después otro chaval me dejó grabar su cassette del “Maiden Japan” y al poco salió “The Number of The Beast” y aquello ya no tuvo marcha atrás. Yo no lo sabía entonces, pero me estaba convirtiendo en un metalhead. Y de pronto ya no quería ponerme los pantalones “normales”. De pronto llegaron las riñas en casa por lucir vaqueros lo más ajustados posibles. Llegaron las lágrimas y las voces por vestir pantalones “de marica” que me gritaba mi madre. Llegó la adolescencia, sin duda la época más maravillosa de la vida de una persona. Esos años en los que piensas que lo sabes todo y en la que tus padres, tus familiares y el mundo entero está en tu contra.

Bootlegs de directos de Iron Maiden con Dianno a la voz

Esa época yo me la iba a pasar con un parche en la espalda de mi cazadora, vaqueros apretados, camisetas negras y sudadera de Anthrax. Por eso siempre diré que “Killers”, sin duda, cambió mi vida. Por eso siempre amaré la figura de Paul Dianno. Este año se ha cumplido el trigésimo aniversario de la edición de ese disco y nadie lo ha recordado. Ni siquiera la banda.

La voz de Dianno me hizo cambiar. Y si, ya lo sé. Tenéis razón. El heavy metal no es lo más importante de esta vida. Es mucho más.

Up The Irons!


Las fotos son de mi colección personal.

© Larry Runner 2011.